Tener una buena relación de pareja no significa estar de acuerdo en todo. Practicar los hábitos que ayudan a formar parejas felices tampoco lo es todo. Tenerlo claro es un alivio porque todas las parejas tienen diferencias en muchos momentos de su vida en común. Discutir, en sí mismo, no es malo, sino la manera de expresar nuestras necesidades y la forma de llegar a acuerdos, a veces de forma abrupta. La manera en que se expresan esas diferencias es, precisamente, lo que convierte a la pareja en un combo armonioso y duradero o lo que crea heridas emocionales que pueden sanar mal. Incluso, no sanar.
Los psicólogos John Gottman y Julie Schwartz Gottman han dedicado su vida profesional a entender cómo se comunican las parejas que están a punto de la separación o las que aún pueden disfrutar de años de plácida convivencia. Ellos mismos, casados hace 35 años y fundadores del Instituto Gottman y de Love Lab, dos instituciones creadas para investigar cómo son las relaciones de pareja existosas, saben qué hay o no hay qué decir en esos momentos en que la razón se nubla y los intereses particulares priman por encima de todo. Después de estudiar a fondo los casos de 30.000 parejas, estas son las conclusiones que han compartido en la cadena de televisión CNBC.
Para estos expertos es necesario aceptar que somos vulnerables y que si hemos llegado a esa situación o conversación incómoda es porque esa cuestión nos está haciendo daño. De esa manera, el resto de la conversación ya no se desarrolla desde la exigencia que suele traer la indignación, sino desde la empatía, sabiendo que la otra parte tampoco quiere dañar. "Esto me hace daño y tú no quieres hacerme ese daño; por tanto, tenemos que solucionarlo": esta actitud, expresada de esa manera, puede ayudar a abrir muchas vías de solución.
Pronunciar esta frase es la consecuencia directa de aceptar que somos imperfectos y vulnerables. Para ambos psicólogos, admitir que nos sentimos mal y que necesitamos ayuda es la primera condición para llegar a acuerdos.
La clave está en la manera en la que nos expresamos. Si lo hacemos con palabras malsonantes, a gritos o con un lenguaje no verbal ofensivo, el resultado es que empeoraremos la disputa. Pedir rebajar el tono y hablarse desde el respeto son herramientas fundamentales.
En una discusión, todos hemos llegado a ese punto muerto donde lo único que se hace es entrar en el bucle del conflicto. Los psicólogos insisten en que si no se consigue rebajar la tensión, no es aconsejable acordar nada en ese estado. ¿Qué hacer? Lo que se hace en el deporte: pedir tiempo. "Necesito un respiro" o "Estamos agobiados, retomemos en un rato" pueden ayudar a en esos momentos.
Quizá es lo más difícil. Asumir que se ha hecho un daño por el que hay que pedir perdón está en el origen de muchas discusiones. Si ofrecer disculpas siempre es complicado, lo es aún más cuando el ambiente está muy crispado o hay un exceso de ego. Los perfiles egocéntricos ven en el hecho de pedir perdón una derrota. Sin embargo, es la llave mágica que desbloqua muchas tensiones. "Me he pasado. Lo siento", "No sabía que era tan malo para ti. No volverá a ocurrir" o "Intentaré que no vuelva a pasar" pueden ser frases balsámicas que facilitan lo importante: llegar a un acuerdo.
El fin último de la disensión es acordar algo que sea bueno para todas las partes. El principio del acuerdo siempre parte de la empatía y puede expresarse con frases como "No lo había visto así, pero ahora lo entiendo" o "Estoy de acuerdo contigo".
El siguiente paso es reparar el daño. Cuando se llega al acuerdo, hay que intentar compensar a la otra parte. No se trata de hacer grandes desembolsos, sino de mostrar cariño hacia la otra parte con detalles que expresen que esa persona es muy importante para nosotros. Al fin y al cabo, el cariño es la base de cualquier relación, indispensable si se trata de un amor de pareja.
Como explican John Gottman y Julie Schwartz, el remedio más eficaz para acabar con un conflicto es la disculpa directa, pero también puede hacerse con la validación ("Comprendo por qué te sientes así") o, incluso, la admiración ("Eres muy importante en la familia, aunque no estemos de acuerdo en esto"). La cuestión, insisten los expertos, es no dejar que la cause concreta de un conflicto, por importante que sea, mine el cariño y el respeto mutuo de la pareja. Y si ese motivo de disputa lleva a mayores, quizá es que esa pareja atraviesa por una crisis profunda que necesita algo más que buenas palabras.