Hay personas que deciden llevar una doble vida y no hablamos sólo del aspecto sexual, sino de sostener durante años varias relaciones paralelas de pareja y de formar dos familias diferenciadas. Las preguntas que cualquiera se haría están siempre en el aire: ‘¿no se enteran?’, ‘¿por qué lo hacen?’. El caso es que en muchos casos el engaño traspasa lo meramente emocionante y furtivo, alargándose en el tiempo. No pocas películas se han encargado también de retratar esta situación, pero, casi siempre, la realidad supera la ficción.
Pese a que no se puede hablar de datos concretos del Instituto Nacional de Estadística sobre personas que llevan una doble vida en nuestro país, gracias a la encuesta Sigma Dos, donde se realizaron 1872 entrevistas a una población de 16-65 años el pasado año en nuestro país, se conoce que el 34,4% de encuestados en edades comprendidas entre los 46 y los 55 años declaraba haber sido infiel alguna vez. Y el 14,5% certifica haber perdonado una infidelidad. Pero, como todo, parece claro que ambas cosas son diferentes, sobre todo a medida que el tiempo pasa y al engaño sexual se le van añadiendo bodas, compras de pisos o nacimientos de hijos.
Pepe (nombre ficticio a petición del entrevistado) tiene 58 años y lleva una doble desde hace dos. Sus dos familias viven en diferentes ciudades y, como es comercial, dice a ambas mujeres que debe viajar mucho por trabajo. “Me casé con mi primera mujer y tuvimos un hijo. A los cuatro años me enamoré de otra mujer, pero sentía que no quería dejar a ninguna, entonces tomé esta decisión: llevar dos vidas”, explica.
“No me resulta demasiado complicado compaginar una vida con la otra porque les digo que por trabajo he de irme o bien, por alguna competición deportiva en la que participo. En ocasiones estoy semanas o meses fuera de una ciudad y de la otra y, además, los entornos no se conocen. Tengo dos teléfonos móviles y dos carteras con fotos de cada una de mis familias. Por ahora no me he llevado ningún susto”, explica.
El hombre confiesa que la segunda mujer con la que inició una relación le pide casarse y tener un hijo, pero apunta no querer complicar más las cosas. “Cuando digo que logro seguir adelante no implica que no sea estresante a veces. Si añado otro hijo (porque casarme otra vez no puedo), tendría que pasar muchos más momentos fuera de mi otro hogar. Me perdería cosas de mis dos hijos, entonces aseguro a esta pareja no querer ser padre”.
Ana Belén va a cumplir 50 años y descubrió que su novio estaba casado con otra mujer al poco de comprarse un piso. “Llevábamos un año y medio de relación y empezamos a vivir juntos. Teníamos planes de futuro”, explica.
La otra familia vive en la misma provincia, pero no en la misma ciudad y un día ocurrió un suceso que lo cambió todo. “Estábamos de compras en un centro comercial y a mi exnovio fue a saludarlo una mujer. Nosotros íbamos de la mano y él me soltó rápidamente cuando vio a la mujer ir hacía él. Le miré y estaba pálido”.
La señora era amiga de su mujer y le preguntó por ella. “Dijo su nombre y yo le veía muy agobiado y sin saber qué hacer o responder. Eso me hizo sospechar. Al llegar a casa le demandé que me contase lo que pasaba y qué me escondía porque nunca le había visto tan intranquilo. Realmente vivía sin miedo a que algo así pudiese pasar y no estaba preparado para hacer frente a ese momento”.
Ana Belén le dejó cuando se enteró que estaba casado. “Él sigue con su mujer, intuyo que le contó lo que quiso, probablemente que yo era solamente un “rollo” y a ella le valió. Yo no quise meterme en nada, no me compensa. Ahora soy feliz sin un mentiroso a mi lado”.
“Ocasionalmente resulta preciso tomar decisiones difíciles para tu propio bienestar”, refiere Adriana Reyes Zendrera, terapeuta de parejas y psicoterapeuta. La profesional que entiende adecuado buscar orientación profesional, sustenta esta idea con recomendaciones generales señalando que cada situación es única:
Gracia Velasco, psicóloga y sexóloga, sostiene que es común que la persona engañada pase por varias emociones, resaltando que las más comunes suelen ser el enfado, la tristeza o la ira. “Lo que más determina cómo se siente o reacciona alguien ante un engaño es su historia personal pasada”.
La también terapeuta de parejas indica que algunos factores que condicionan el sentir ante un engaño son:
Velasco destaca que la culpa es un sentimiento que puede experimentar la persona engañada. “Con frecuencia las personas que sufren esa mentira suelen creer que han hecho algo mal y que eso puede haber ocasionado esa tesitura”.
“Cuando nos pasa algo doloroso o inesperado en la vida, nuestro cerebro intenta comprender las razones por las que ha pasado intentando sentir algo de control y entendimiento”, apunta esta psicóloga.
La experta perfila que cuando un individuo decide engañar a otro no se suele encontrar una razón concreta por lo que lo hace y aunque la hubiera, la persona que decide no ser honesto con otro siempre podría decidir no hacerlo o buscar otras alternativas. “Solo cada uno de nosotros somos responsables de nuestros propios actos y decisiones”, señala.