Cambia el gobierno y cambia el colchón de las residencias oficiales. O los colchones. En el caso de Donald y Melania Trump hubo que reponer dos colchones para sendas habitaciones, dado que el presidente y la primera dama dormían en espacios separados. Joe Biden ha anunciado, sin embargo, que dormirá en la misma cama que su esposa, la profesora de instituto Jill Jacobs. Durante la era Trump fueron frecuentes los rumores sobre la situación sentimental de la 'primera pareja'. Con el fin del mandato se ha llegado, incluso, a especular con el fin de su matrimonio. Los nuevos inquilinos de la Casa Blanca parecen un matrimonio mejor avenido y la declaración de que compartirán colchón parece confirmarlo. ¿Es siempre así?
"Comenzamos a dormir en camas separadas hace años. Mi marido es médico, yo soy enfermera y las guardias y los turnos hacían que coincidiéramos poco y que nos molestáramos cada vez que entrábamos o salíamos de la cama. Tengo el sueño muy ligero; mi marido, menos, pero al final siempre terminábamos despertándonos y molestándonos", explica Juana (62).
Esta enfermera se muestra hoy "muy contenta de haber tomado la decisión. Seguimos sin coincidir en horarios, pero al menos nos sentimos en nuestro territorio y sabemos que no vamos a interferir metiéndonos de pronto en la cama del otro cuando está profundamente dormido o, al contrario, acaba de dormirse", explica.
El caso de Miguel es parecido. Este abogado (65) tiene un problema de apnea, ronca mucho y necesita para dormir un aparato que hace un ruido considerable, tanto que hace años su esposa y él decidieron dormir en habitaciones separadas. "Dormimos muchísimo mejor. Antes nos levantábamos de mal humor. No descansábamos porque mi mujer no paraba de dar vueltas, molesta por el sonido de la máquina. Yo también me despertaba y al final era una pesadilla. Ahora, cada uno tiene su ritmo de sueño. Ella lee más y se duerme más tarde. Yo me levanto muy pronto para hacer deporte. Y la máquina es lo de menos".
Ambos casos representan las razones más habituales para dejar de dormir juntos, una costumbre más frecuente de lo que parece. Un estudio de 2013 de la universidad de Ryerson (Canadá) sitúa la cifra de parejas que duermen separadas entre un 30 y un 40%, y otro estudio realizado por el fabricante de camas Leesa dice que el 62% de la población preferiría dormir solo.
Desde el punto de vista fisiológico parece que es más cómodo descansar solo, sin ninguna interacción. Si no logramos dormir bien con nuestra pareja, la salud, en general, se resiente. El mal descanso provoca que segreguemos más cortisol, la hormona del estrés y la consecuencia es que al día siguiente nos sentiremos cansados y agresivos.
Otra cosa son las necesidades afectivas. "Las tres razones por las que las parejas duermen en camas separadas son por ronquidos, porque un miembro de la pareja se mueve mucho o porque hay distintos horarios. Es cierto que suele haber algún problema físico. Por ejemplo, el 50% de los hombres españoles ronca, según la Sociedad Española de Enfermedades del Sueño. Pero, para mí, dormir separados casi siempre esconde algo más. Suele haber algo subyacente", afirma Lara Ferreiro, psicóloga y terapeuta de parejas.
Para esta psicóloga, el 'divorcio de camas' se gesta desde el principio de la vida en pareja, según el tipo al que se pertenezca. "Hay dos tipos de parejas, las románticas y las prácticas. Las parejas románticas son aquellos que duermen juntos, les genera una sensación de intimidad y les gusta ese 'concepto burbuja' de estar unidos contra el mundo. Para estas parejas, dormir juntos es un ritual, algo inamovible. Las parejas prácticas son parejas islas, duermen en camas separadas o habitaciones separadas. Estas parejas se visitan, por ejemplo, para tener sexo, y luego vuelve cada uno a su cama", señala.
Según sea cada pareja, reaccionarán de manera diferente ante las circunstancias. "Tengo una paciente que tiene un problema de apnea. Tiene que dormir con una máquina bastante ruidosa. Como su pareja la quiere un montón, se ha acostumbrado al ruido igual que se ha acostumbrado ella y duermen en la misma cama. Se puede hacer un esfuerzo si quieres suficiente a tu pareja", señala Ferreiro antes de compartir la historia de otro de sus pacientes: "en esta ocasión, la mujer tenía un problema de ansiedad y se fue a otra habitación. Al cabo de unos meses, seguía mal y se fue al sofá. En este caso no era dónde duermes, sino cómo duermes. En casos así es recomendable ir a terapia", advierte.
La excusa de 'no duermo bien' es la parrilla de salida para otro tipo de cambios. "En mi experiencia, este divorcio de camas es la antesala de un divorcio real. Es muy mala señal. Si te divorcias de cama, puede haber divorcio de papel. Es cuestión de tiempo", afirma esta psicóloga, para quien hay una correlación entre dejar de dormir juntos, la edad y los años de la vida común.
"Casi siempre ocurre entre parejas de larga duración. El divorcio de camas suele ser un divorcio de vidas. Se en personas en torno a 60 años. Igual no se divorcian, pero ya han perdido la intimidad de la pareja, ya son más compañeros de piso. En las parejas jóvenes ocurre menos porque al llevar menos tiempo le echan más ganas", señala esta experta.
En su opinión, la decisión de dormir cada uno por su lado está muy vinculado a las pantallas o fases del amor: el enamoramiento, que suele durar un año; la zona de confort, en la que quieres a tu pareja y hay un compromiso; la fase de crisis, donde pueden producirse infidelidades o llegar al divorcio, y el amor incondicional, cuando los dos deciden que estarán juntos hasta el fin de sus días. "Se ha comprobado que en el enamoramiento y en la zona de confort se duerme juntos. A partir de las crisis, pueden dejar de hacerlo, Y una vez que se van, y ya no vuelven a la cama común", advierte Ferreiro.
Dejar de dormir juntos significa tener menos intimidad y perder algunas de las ocasiones más propicias para el sexo. Aquí, de nuevo, importa mucho la tipología de la pareja. "Si son parejas románticas y por alguna razón deben dejar de dormir juntos, sí se va a resentir el sexo. Estas parejas suelen aprovechar el arrebato nocturno y mantener la sensación de intimidad, el dormir abrazados... En estos casos el sexo se va a resentir cien por cien", admite la psicóloga.
Quizá a causa de su pragmatismo, las parejas prácticas tienen menos problemas en la manera de vivir el sexo. "Uno se va a la cama del otro, tienen sexo y cada uno se va a su sitio. Como en todo, tienen que llegar a un acuerdo. Si uno entiende el sexo de manera más romántica y el otro menos, ahí va a haber auténticas peleas. Estando los dos de acuerdo, no tiene por qué haber problemas. De hecho, algunas parejas se han dado cuenta de que el sexo no solo se tiene que reducir a la noche, incluso pueden mejorar las relaciones si ambos aceptan con normalidad la situación", señala esta experta, que quita importancia al lugar donde se practiquen las relaciones sexuales. "Dormir en la misma cama no tiene por qué ser mejor o peor para el sexo. De hecho, he visto parejas que llevan 10 años durmiendo juntos y no mantienen relaciones sexuales. Es un tema de ganas, no de camas".
Aunque dormir en camas separadas suponga un cambio en la vida de la pareja, compartir la habitación sigue siendo el reducto de ambos, el lugar donde se intercambian muchos gestos, muchas sensaciones. Por eso, mudarse a otro espacio está cargado de simbolismo. "¿Es un paso más? Sí. Salvo que sea algo muy consensuado entre los dos y se trate de parejas muy prácticas, suele anteceder a la separación de vidas. A veces se producen casos paradójicos de que al estar separados, se pueden desear más. Pero no es lo habitual".
Para esta psicóloga, de hecho, irse a otra habitación es la bandera roja que anuncia el cese de la convivencia. "En casos de infidelidades, por ejemplo, la mujer suele irse de la habitación como símbolo de rechazo: te castigo, no duermo contigo. Es algo frecuente como consecuencia de una pelea porque no hay nada más íntimo que dormir juntos. Es la señal previa a la ruptura, el paso anterior al divorcio".
Desde el punto de vista de la calidad del sueño, puede ser más beneficioso dormir solos, si hay un problema de salud o circunstancias que así lo aconsejen. "En el caso de las embarazadas, que pueden tener problemas para dormir bien, o cuando hay bebés, puede ser mejor para la organización doméstica dormir separados, pero es una separación temporal", explica Lara Ferreiro. Por otra parte, cuando hay enfermedades contagiosas, es casi obligado no compartir cama. "Si hay un resfriado o un covid, por ejemplo, es evidente que no se van a contagiar. Al dormir separados se puede conciliar mejor el sueño, sobre todo en personas con sueño muy ligero. Tampoco vas a lidiar con los ronquidos o con los cambios de horario. En definitiva, no va a haber peleas por un mal descanso o falta de sueño", señala la experta.
Sin embargo, para esta psicóloga, hay más inconvenientes que ventajas en dormir solo, incluso desde el punto de vista de la mera salud física. "Si un miembro de la pareja tiene un infarto o una crisis hipoglucémica, por ejemplo, el otro miembro no lo va a detectar", señala.
Pero la carencia más importante atañe a las emociones. Al dormir separados "no se genera el sentimiento de compromiso, amor y cariño. En cuanto al sexo, tampoco puedes tener ese arrebato nocturno o al amanecer. No vas a compartir los secretos de cama, de alcoba, que solo hablamos con nuestra pareja. No potenciamos la relación", advierte. Lo cierto es que, aun en pandemia y pese al #yomequedoencasa, la dinámica habitual es pasar muchas horas alejados de los nuestros. "Hay que tener en cuenta que muchas parejas solo se ven a la hora de dormir. La cama es el reencuentro y si no lo tienes, lo echas a perder. No vas a estrechar lazos, no vas a compartir la intimidad. Reduces el afecto", el combustible con el que se alimenta el amor.