En un mundo de citas y celebraciones diarias, el matrimonio también tiene su día, el 25 de abril. Pero estamos rodeados de parejas que se rompen o, peor aún, que viven en una especie de limbo vital: ni contigo ni sin ti ni todo lo contrario. Desde ese ángulo, cada pareja feliz es un motivo de celebración. Los miramos como si fueran héroes de una proeza mayúscula y la pregunta que surge es cómo lo han conseguido, y, en última instancia, qué es, realmente, un matrimonio feliz. ¿Qué hacen o dejan de hacer estas parejas para que su unión sea un paraíso de bienestar?
El psicólogo John Gottman, uno de los mayores expertos en relaciones de pareja, se hizo esta pregunta hace varios años y se atrevió a hacer un experimento en la universidad de Washington creando un Laboratorio del amor en el que analizó el comportamiento de varias parejas que accedieron a ser monitorizadas durante su convivencia. El resultado del experimento, en vigor desde 1986, está en el estudio y el libro 'Siete reglas de oro para vivir en pareja', algo así como los siete mandamientos para saber lo que sí o no debemos hacer para tener una pareja feliz.
Ahí comienza todo. Ser felices con mariposas en el estómago es fácil. La cuestión es qué ocurre cuando pasa la fase del enamoramiento. En ese estadio es cuando muchas parejas empiezan a tener problemas de convivencia. Las críticas, la indiferencia, la actitud defensiva y el desprecio pasan a ser frecuentes. Si no existe la voluntad común de evitar estos sentimientos y mejorar la calidad de vida de la pareja, lo normal es que haya una ruptura o bien que las dos personas sigan juntas, pero infelices.
Cuando la indiferencia se impone, ¿cómo actúan las parejas estables y felices? Según Gottman, el secreto de estas parejas es que son más eficaces desde el punto de vista emocional. Son emocionalmente inteligentes y saben que el respeto, la comprensión, la amabilidad y el valor que sienten y muestran por lo que es y hace el otro miembro de la pareja son el alimento de su relación.
La culpa tampoco es buena compañera de viaje. El deterioro de la convivencia es absolutamente normal. Nuestro cerebro se rige por un principio de economía. Nos movilizamos y gastamos energía para obtener algo y cuando lo tenemos, dejamos de prestarle cuidados y atenciones.
En la pareja, esto implica que si ya tenemos segura a la otra parte, no vamos a dedicarle más energía. Y esto, invariablemente, implica un desgaste, sobre todo cuando hay expectativas diferentes sobre lo que le pedimos a una relación. La buena noticia es que sabemos qué estrategias o principios pueden mejorar la situación. Son solo siete.
Una pareja o un matrimonio no deja de ser una aventura. Y toda aventura va ligada a un mapa, una puesta en claro de dónde nos movemos, hacia dónde podemos ir y cuáles son los límites que no debemos traspasar. Las relaciones felices tienen lo que Gottman llama 'el mapa del amor', los conocimientos que tenemos sobre la vida de nuestra pareja: saber cuáles son sus necesidades, sus deseos y sus miedos. Este mapa es también un recordatorio de los sucesos de su vida, los que le han hecho llegar hasta vuestra relación.
Este mapa sirve para conocer y respetar los puntos débiles y estar integrado en su entorno. Además, según Gottman, las personas que poseen un mapa detallado de los aspectos de su pareja están más preparadas para asumir los retos o los obstáculos que surjan en el camino.
No poner en valor al otro o mostrar indiferencia ante sus logros o los acontecimientos vitales, por pequeños que sean, que son importantes para esta persona es letal para la relación. Cuando somos objeto de indiferencia pensamos que no hay cariño. Y no vamos desencaminados. Por eso, cultivar el cariño, valorando las acciones o las actitudes de nuestra pareja es el antídoto contra el desprecio, uno de los principales motivos que llevan a la ruptura.
También es importante generar buenos recuerdos: hacer actividades placenteras para los dos, plantear proyectos en común... Cuando hay conflictos, tener más recuerdos positivos que negativos ayuda a ver los motivos por los que nos merece la pena seguir viviendo con esa persona.
Se trata de un punto clave para mantener la pasión viva y fortalecer el vínculo afectivo y emocional entre la pareja. Gottman recomienda que las parejas sean empáticas; es decir, que sean capaces de ponerse en lugar del otro para entender su posición y, si es necesario, priorizar los intereses que van ayudar a fortalecer la relación. Cuando nos interesamos por el otro de manera amable y sincera, estamos fortaleciendo la relación amorosa. Y en caso de conflicto, la base emocional de la pareja será más robusta y saludable.
¿Cómo se hace esto? Una manera sencilla es tener en cuenta las opiniones de la pareja. De esta manera, nos sentimos reconocidos y valorados. Comprender las necesidades del cónyuge nos hace ser también más flexibles y no imponer nuestro criterio. En este punto es básico llegar a acuerdos que permitan a ambos sentirse cómodos cuando haya algún punto de fricción.
El punto principal: saber qué tiene o qué no tiene remedio. Según Gottman, el 69% de los problemas de las parejas son irresolubles. Las parejas felices saben convivir con los problemas que no tienen solución y se lo toman con sentido de humor. Por otro lado, las parejas que chocan y hacen un drama de cada uno de los aspectos que no le gustan del otro se distancian y pueden acabar rompiendo.
Sobre los problemas que tienen o no solución, depende del ecosistema de cada pareja. Para algunas, la infidelidad puede ser letal. Para otras, el no sentirse querido en el día a día o incluso las relaciones con la familia propia y la ajena. En definitiva, los límites de lo que tiene o no solución son algo subjetivo. Sin embargo, una vez que hemos decidido que el problema concreto sí puede superarse, ¿cómo se hace? Estas son las pautas de Gottman:
Es más que habitual: enzarzarse por historias, muchas veces del pasado, frente a las que ya no se puede hacer nada. ¿Qué señales deben alertarnos y qué indican estos conflictos? Cuando hay peleas recurrentes por los mismos temas, las posturas de cada miembro de la pareja son rígidas, la discusión crece en hostilidad y los dos acaban heridos y frustrados, las perspectivas de la pareja son malas.
Si la pareja ha entrado en bucle ante un problema irresoluble es síntoma de que hay algún sueño o expectativa que no se está realizando o respetando. Para salir este bucle, hay que reflexionar sobre qué necesita cada uno y qué supone no cumplir las expectativas. El objetivo de esta reflexión no es resolver el problema, sino poder mantener un diálogo constructivo que ayude a escapar de la discusión permanente.
Con este principio, Gottman anima a crear objetivos comunes que den sentido e identidad a la pareja. Tener rituales en fecha especiales, apoyar los objetivos y sueños del otro, y verse como un gran equipo en el que cada uno suma mientras se crece como persona es la señal inequívoca de que mantener esa pareja o ese matrimonio (y, en realidad, cualquier otro grupo con el que tengamos un vínculo afectivo) es la mejor manera de vivir una vida con sentido.