En tiempos grises y complejos como los que atravesamos, las historias de resiliencia ajena son algo a lo que aferrarse. Y en 2020, en mitad de una pandemia por coronavirus en la que la hiperconexión virtual actúa como bálsamo frente al aislamiento en nuestras casas y los desenlaces dramáticos que dejan atrás a tantas personas, estas llegan y se difunden masivamente a través de nuestros dispositivos. Así ha ocurrido con la historia de Eva Kollisch y Naomi Replansky, de 95 y 101 años. Un matrimonio de judías afincadas en Nueva York, ambas de larga trayectoria en el ámbito literario y en el activismo feminista y laborista, que Ginia Bellafonte recuperaba en The New York Times. Entre las dos han superado "lo peor del siglo XX": la gripe española, el crac del 29 y el Holocausto. Esta es su perspectiva frente a esta nueva crisis mundial.
"Mi esqueleto tembloroso puede lidiar con más confinamiento", escribe Naomi Replansky vía e-mail a la periodista estadounidense desde el apartamento en el Upper West Side neoyorquino que comparte con su esposa Eva, a la que conoció a principios de los 80. Naomi es poeta, su primer libro, Ring Song, fue publicado en Estados Unidos en 1952 y optó al National Book Award, pero sus comienzos estuvieron marcados por circunstancias amargas. Cuando nació en el Bronx en 1918, como recoge el artículo, se estaba expandiendo en el país la gripe española, "la pandemia más devastadora de la historia", cita la entrada en Wikipedia que asegura que esta arrasó con entre 20 y 40 millones de personas, atacando especialmente a los niños. Naomi la sorteó, pero sin embargo su infancia estuvo condicionada por las consecuencias de otra epidemia que ya hacía estragos dos años antes de que ella llegara al mundo: su hermana pequeña quedó con una pierna paralizada a principios de los años 20 a causa de la polio.
A sus 12 años, una mastoiditis (infección en el oído) acabó con la vida de su hermano mayor, de 15. Según detalla el texto de Bellafonte, las dificultades se siguieron sucediendo hasta bien entrada su madurez. Acabó sus estudios de secundaria en plena Gran Depresión (en 1934) y sobrevivió gracias a diferentes trabajos de los que iba saltando para años más tarde hacer historia frente a una dificultad menos tangible pero altamente arraigada, la discriminación sexista: Naomi accedió a la universidad y se convirtió en una de las primeras programadoras.
"Tanto Eva como Naomi experimentaron antisemitismo a una edad temprana. Eva, que creció en una familia de intelectuales judíos ricos en las afueras de Viena, recuerda haber sido golpeada por un grupo de niños por ser una 'judía sucia' cuando tenía 6 años", escribe Bellafonte. Kollisch fue una entre los aproximadamente 10.000 niños judíos de Austria, Alemania, Polonia y Checoslovaquia que fueron trasladados a Reino Unido a través del Kindertransport en 1939. Allí fue reubicada con una familia inglesa separada de sus hermanos. "Muy pronto me di cuenta de que estaba extremadamente sola", narraba. No fue hasta pasado un año cuando pudo reunirse con sus padres y hermanos en Staten Island (Estados Unidos), donde la familia, que en su país de origen era adinerada, tuvo que empezar de cero y sin soporte económico: su padre, arquitecto, trabajaba vendiendo aspiradoras y su madre daba clases de inglés a refugiados por 25 centavos la hora.
Eva, por su parte, salió a flote trabajando en una fábrica de coches y consiguió acceder a la universidad donde se graduó especializándose en literatura comparada. Según cuenta The New York Times, mucho más atraída por la vida intelectual urbanita que por todas aquellas presunciones de género que se volcaban sobre las jóvenes de la época. Se casó dos veces, tuvo un hijo en uno de esos matrimonios y como parte anecdótica de su biografía, que ella contó como parte del proyecto Voices of Feminism Oral History Project, destaca que fue amante de la escritora Susan Sontag, también de origen judío.
A Eva y Naomi la crisis por coronavirus les ha pillado en su apartamento neoyorquino interrumpiendo unas rutinas colmadas a base de caminatas, sesiones de meditación en grupo en el Community Meditation Center de su barrio que ahora le sirven como herramienta para afrontar esta nueva situación de excepción y mucha literatura. Y según explica Ginia Bellafonte, no especialmente preocupadas por sí mismas pero sí por su generación: "Anhelan lo que se ha perdido más de lo que temen lo que pueda venir", escribe.