Cinco procesiones de Semana Santa que debes conocer aunque seas ateo
La espectacularidad y el trabajo de las hermandades se ve reflejado cada año en las procesiones, un espectáculo único que no deja indiferente a nadie
Probablemente tu pensamiento sobre la Semana Santa vaya más destinado hacia las vacaciones que hacia la devoción. El rollo religioso no va contigo, vale. Pero por mucho que todo eso de las misas y eucaristías no sea lo tuyo, seguro que algún momento te ha llamado la atención alguna de las procesiones de esas fechas. La vestimenta, los silencios, la devoción… Aunque se sea ateo, es irremediable no sentir un poco de curiosidad por la celebración de la Semana Santa. ¿Quieres conocer algunas de las procesiones más famosas?
La Madrugá de Sevilla
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Sevilla es una de las ciudades donde más se vive la Semana Santa. Da igual el día que salgas a la calle o la hora que sea, lo más probable es que te encuentres con una procesión. Y si tenemos que destacar una entre todas, sin duda nos quedamos con la Madrugá de Sevilla. Hermandades como la Macarena o la Esperanza de Triana salen a la calle en una de las noches más especiales y apasionadas del año en la madrugada del jueves Santo al viernes Santo.
Más de 12 horas de procesiones, las hermandades salen desde las 00.00 y algunas no vuelven a la iglesia hasta las 14:00, aunque el mejor momento para ver los pasos suele ser a primera hora de la mañana, cuando el recorrido pasa por el centro de Sevilla.
Procesión de Jesús Nazareno de Medinaceli
La capital de España no se iba a quedar sin un puesto en esta lista de procesiones. Una de la que más asistentes congrega, unos 800.000, es la procesión de Jesús de Medinaceli, que recorre las principales calles del centro de Madrid, como la calle Alcalá o la mismísima Puerta del Sol durante el viernes Santo.
El Jesús de Medinaceli fue tallado en la primera mitad del siglo XVII en Sevilla y estuvo en Marruecos, donde los soldados españoles le rendían culto. Durante la Guerra Civil pasó por Valencia, Cataluña, Francia e incluso en Suiza, donde se expuso en el Palacio de Naciones hasta su vuelta a Madrid.
La Rompida de la Hora de Calanda
En Calanda, un pueblo de Teruel de unos 4.000 habitantes, cada viernes Santo a medio día se celebra la Rompida de la Hora Calanda. Para conocer por qué se hace esta celebración hay que conocer una leyenda que retrocede hasta 1127, cuando en los actos de la Semana Santa un pastor comenzó a tocar un pandero como señal de alarma, pues se acercaban los árabes. Gracias a esa señal, el pueblo pudo ponerse a salvo.
Cada viernes Santo tras la primera campana después de las 12:00, comienza la Rompida de la Hora, con el gran estruendo en toda la Plaza de España del pueblo del sonido de los tambores y los bombos.
Las capas pardas de Zamora
Su nombre proviene del hábito que la hermandad viste. Es una de las procesiones más sobrecogedoras, que incluso guarda un punto tenebroso. En la noche del miércoles Santo, cuando da la media noche, el Cristo del Amparo sale de la iglesia de San Claudio de Olivares.
Al principio, la procesión va en silencio, solo con el sonido de una campana, al que más tarde se le une un cuarteto de viento que le da un toque un tanto fúnebre. Y es normal que dé esa sensación, la ambientación es increíble, junto al atuendo oscuro de la hermandad con la única iluminación durante el recorrido de los faroles que llevan.
Las Turbas de Cuenca
Aunque así es como se conoce a esta procesión generalmente, su nombre real es el de la procesión del Camino del Calvario de Cuenca. Su principal característico es que se recrean las burlas y mofas que Jesucristo recibió en su camino hasta la cruz, por eso se hace durante la madrugada del viernes Santo. Otro de los momentos más especiales de esta procesión es cuando se hace el canto del Miserere en las escaleras de la iglesia de San Felipe Neri.
Cinco procesiones, cinco distintas. La cultura y las tradiciones marcan el cómo se vive la Semana Santa en cada lugar. Sensaciones a flor de piel que viven los miles y miles de asistentes a los actos, sean creyentes o no. Las grandes representaciones de la Semana Santa son experiencias únicas que hay que vivir por lo menos una vez en la vida.