Vivimos la versión más imperfecta de la monogamia. Basta con mirar a nuestro alrededor para sospechar que, al menos tal y como la hemos entendido siempre, es casi una quimera. ¿Quién, con más de 50, continúa con la pareja de siempre? Y aun siendo así, ¿quién ha conseguido ser feliz con ella sin necesidad de dar al cuerpo otras alegrías? Si hablamos de sexo, solo el 25% de la sociedad española está realmente satisfecho con su vida sexual. Ni el fracaso sentimental ni la frustración sexual -tampoco la infidelidad- nos hace polígamos, pero sí nos conduce a una monogamia anómala.
Más de la mitad de los españoles ni siquiera tiene claro los tipos de relación no monógamas que existen. Hablamos de relaciones abiertas, swingers o poliamor. Son solo algunas de las tendencias con las que hoy se da cabida al amor y a la práctica sexual, aunque el 88% reconoce que no ha probado ninguna de estas opciones que podrían poner en peligro nuestra monogamia.
Estos datos son conclusiones del estudio paneuropeo 'Infidelidad y evolución de las relaciones no monógamas en España y Europa', realizado hace unos meses por la consultora Yougov para la plataforma de encuentros extraconyugales Gleeden. En él queda claro que con la infidelidad nos permitimos mayor laxitud. Tal vez porque la sociedad ha aprendido a convivir con ella.
La franja de edad que va de los 45 a los 54 es en la que los españoles más se plantean alguna aventura, sobre todo con el pretexto de huir de la rutina y sin que ello signifique deserción matrimonial. De hecho, el 56% de los hombres infieles y el 24% de las mujeres infieles califican sus matrimonios como felices o muy felices, de acuerdo con las investigaciones de Helen Fisher. Claro que, una cosa es cometerla y otra sufrirla, como demuestra el hecho de que para casi la mitad de los españoles sea una actitud inaceptable.
Una encuesta elaborada recientemente por 40dB para la Cadena Ser arroja resultados similares. "Aunque la forma de vivir el amor sea similar a la de nuestros abuelos, porque seguimos prefiriendo la monogamia, las mujeres han puesto muchos más límites de los que ponían antes", explica su autora, la socióloga Belén Barreiro. Entre los 41 y 56 años la tasa de matrimonios es la más alta y es también el grupo más flexible en cuanto a relaciones abiertas o poliamorosas. No obstante, la opción mayoritaria es, con creces, la monogamia. El 96,2% desea una relación exclusiva y cerrada con su pareja, un dato que contrasta con la tasa de infidelidad, la más alta. Casi la mitad se declara infiel.
Los científicos llevan décadas dándole vueltas para encontrar una razón que explique nuestra propensión a la monogamia, a pesar del amplio panel de alternativas sexuales y amorosas. Ocurre en cualquier tipo de animal, desde peces a roedores, aunque ni los más monógamos están libres de escarceos puntuales. Científicos de la Universidad de Texas, en Austin (EEUU), han visto que las variaciones genéticas serían las que deciden que una especie sea o no monógama. Encontraron hasta 24 genes cuya actividad en el cerebro estaría vinculada estrechamente con el comportamiento monógamo.
Son conclusiones que, según advierten, no se pueden trasladar a la expresión genética en humanos y, aunque se hiciese, sospechan que no encontrarían una pauta única, puesto que habría que valorar de qué modo el entorno favorece un modelo u otro de vida en pareja. A la monogamia se le ha dado una explicación evolutiva, biológica y cultural. Se señalan numerosos factores, como protección frente a la transmisión de enfermedades venéreas, necesidad de defender a la hembra durante la crianza, etc.
El antropólogo Desmond Morris, de 94 años, habla de la monogamia secuencial, una opción que no conocieron los neandertales, dada su esperanza de vida, unos 40 años. El ser humano actual sobrepasa los 80, lo que significa que tiene ocasión de cambiar de pareja varias veces a lo largo de su vida sin levantar sospecha de polígamo.
En su libro 'El mito de la monogamia', el zoólogo David P. Barash y la psiquiatra Judith Eve Lipton concluyen que el disfrute de múltiples parejas es una aspiración congénita, incluso para especies tan legendariamente fieles como los gansos. En cuanto a los humanos, parece que la variante más encubierta es el adulterio o esa monogamia secuencial que permite emparejarse sucesivamente sin que las relaciones se solapen.
También deberíamos preguntarnos si hemos aprendido a amar a dos personas a la vez. ¿O el amor queda fuera de la ecuación? Las encuestas delatan que, en general, nuestra actitud es conservadora, sobre todo a partir de los 50. No obstante, suenan voces que reclaman otras formas. La escritora peruana Gabriela Wiener Bravo, de 46 años, aprovecha su obra de teatro 'Qué locura enamorarme yo de ti' para exponer sus pensamientos más íntimos en torno a la monogamia, el poliamor o la comaternidad. En ella visibiliza, a partir de su propia experiencia, diferentes maneras de amar y de organizarse como familias.
Las relaciones poliamorosas no están reconocidas en España ni tienen amparo legal en nuestra legislación. Tampoco existe esa plurifiliación que plantea Wiener en su teatro. Una tercera persona no tendría la patria potestad de un menor ni obligación legal de alimentación. No obstante, durante el tiempo de convivencia los miembros de la relación poliamorosa sí podrían llegar a pactos contemplados en el Código Civil, siempre que no sean contrarios a la ley o perjudiquen a terceras personas. Algunos países empiezan a incluir estas nuevas realidades en sus legislaciones. Brasil y Tailandia, por ejemplo, permiten el matrimonio entre tres personas. Y en Estados Unidos, el juez de la Corte de Nueva York otorgó en 2017 la custodia de un niño de diez años a tres personas unidas en una relación poliamorosa.