Es una pena, pero muchos hombres asocian todavía las relaciones sexuales del Tantra y su filosofía a la imagen de un señor que aprieta el esfínter, intenta retener la eyaculación y acaba poniéndose bizco. ¿Sexo al modo de la canción 'Despacito', un incienso y varios susurros de intensidad variable, entre lo pedante y el vagido espasmódico de una tortuga?
Si ese es tu caso, quizás no te interese leer este breve artículo, más centrado en conectar con esta filosofía milenaria que miles de parejas han introducido en sus placeres conjuntos y juegos de cama. Sexo, cuerpo, armonización, autoconocimiento, espíritu y preliminares, muchos preliminares. Por ahí nos acercaríamos un poco mejor al centro de la diana. Sea como sea, ahí vamos.
Una primera diferenciación implica cavar con el pico aquí y separar dos acepciones que suelen ir juntas y revueltas y que son exactamente lo mismo. La segunda, el sexo tántrico, es una consecuencia de la primera, el Tantra, un sistema espiritual y religioso que muchos rodean de un halo de misterio, velas aromáticas y frases lo bastante ambiguas como para pensar que te van a cambiar la vida.
El Tantra busca la iluminación; un estado pacífico, coherente, limpio del simulacro perverso del yo. Se dice que proviene del budismo. Como toda corriente religiosa, ha sido ampliamente documentada con textos sagrados que recogen estos principios de armonización de nuestro ser. ¿Te suena? Se parece mucho a esa práctica diaria de mindfullness que llevas años prometiendo hacer y que siempre dejas para otro momento, incluida la parte de los mantras y la repetición para alcanzar el estado de flujo y ese cerebro despejado de ego y autosabotaje. Lo más interesante es que las escrituras del Tantra, cuyos orígenes no están claros, contienen un porcentaje relativamente bajo de textos sobre rituales sexuales (menos del 20%)
Ya en asuntos de carne, cama y mordisco, términos mucho más rápidos y fogosos que los habituales en una sesión de erotismo ‘iluminado’, el sexo tántrico es la aplicación de los preceptos del tantra al conocimiento de la propia carne y a la armonización con el espíritu. El sexo tántrico o neotantra es el sexo ‘consciente’, con los rituales y ceremonias que liberan nuestra mente de las cadenas de la sexualidad occidental. ¿Hay éxtasis místico? También. La práctica hace al maestro.
En el neotantra, se dan una serie de prácticas sexuales, rituales, posturas y gestos que buscan la conexión espiritual profunda con nuestro propio cuerpo y nuestro ser. Aquí el coito no es una eyaculación veloz. Ni está, ni se la espera. Esa es la primera ventaja. Aprender sexo tántrico es aprender qué es el sexo otra vez, y a nadie le viene mal barrer y fregar sus apolillados polvos en la postura del misionero.
Otra de las ventajas de este ‘tocar lento’ a tu pareja va implícita en la propia mecánica del neotantra. Más allá de esas sesiones largas de sexo, de esos orgasmos interminables como un día sin pan que prometen los gurús del asunto, está lo más importante, lo que desmiente todos los mitos que hayas oído: en el sexo tántrico, el orgasmo y, sobre todo, la eyaculación, no son la prioridad, ya que se considera que nos roba energía. El sexo tántrico propone dejar de ver el sexo, y por añadidura, el orgasmo, como un objetivo.
Si lo practicas, aprenderás a cambiar el ritmo de tus relaciones sexuales, las sensaciones que sientes y los rituales. En una buena sesión de sexo tántrico la lentitud es la clave, y puede no haber penetración. Nos conecta de otra forma con nuestras propias sensaciones y emociones, y además con nuestra pareja. En suma: disfrutar del sexo sin plantearlo como la meta a la que llegar y potenciando la lentitud de todos los sentidos. Es un sexo olfativo, gestual y lleno de etapas que buscan liberarnos del lo mecánico del sexo normativo. Hay masajes, ejercicios de respiración y de sensibilidad.
Las técnicas del Tantra también pueden modificar tu fisiología y tu relación con el orgasmo: las posturas (el loto, unpapad, la silla de la reina, la escalada) y los ejercicios diarios de la práctica proporcionan a los hombres más avezados la capacidad de controlar la eyaculación a voluntad, prolongar tu orgasmo de cobaya nerviosa y convertirlo en algo levemente parecido al maratón suave, lleno de altilplanos, del orgasmo femenino. Como hemos dicho, esto es solo una ventaja fisiológica con implicaciones más profundas que el simple acto de retener el semen. ¿El precio a pagar? Práctica, práctica, práctica. Liberarse de la eyaculación y controlarla es un camino empedrado y lento.