No podríamos decir qué resulta más pudoroso: si darte cuenta de que tus hijos te han escuchado haciendo el amor en la habitación contigua o aquella vez que oíste a los tuyos. Por eso, y como si esto fuese un pacto de caballeros y damas, sea cual sea la combinación, el sexo en la pareja se torna cauto y silencioso a partir de esa edad en la que los hijos empiezan a ser conscientes y a saber leer los códigos (no es que duela nada). Se acabaron las acrobacias y los gemidos mientras ellos están en casa. ¿La buena noticia? No es permanente.
Volver a tener sexo desatado es posible, sobre todo cuando los hijos se van de casa y empiezan su propia vida. ¿La mala noticia? Que en España ese momento tiene lugar, de media, a los 29 años. Hasta entonces, y como se suele decir, buscaos un hotel. Según encuestas como la publicada por leesa sobre paternidad y vida sexual, solo un 10 por ciento de hombres y un 13 por ciento de mujeres opinan que la vida sexual mejora tras los hijos. Un 43 por ciento de hombres y un 47 de mujeres respondieron que la suya había ido a peor. Un 47 por ciento de hombres y un 40 por ciento de mujeres no observaron cambios.
Pero los hay, y la cuestión sonora es uno de los más palpables: adiós a los gemidos, a los estallidos de pasión, a las palabras sucias pronunciadas a demasiados decibelios y, por supuesto, a aventuras inmobiliarias como hacer el amor el salón o en la cocina, que ahora tienen un nivel de exotismo solo comparable a hacerlo en la cumbre de una montaña. La cuestión es tan importante que en varias webs podemos encontrar consejos para mantener silencio en pleno coito.
Sirva de ejemplo estos: "besaos cuando vayáis a gritar", "si tienes muchas ganas de jadear muerde una almohada", "cómprate una máquina de ruido blanco (que emiten sonidos monocordes y continuos que ayudan a dormir a algunas personas con problemas de insomnio) para opacar el ruido de tus gemidos" o "haz el amor en la ducha para que el sonido del agua amortigüe el tuyo". Vamos, las paraolimpiadas del polvo silencioso.
Pero volvamos al placer de expandirnos. Hemos querido recurrir a nuestras propias fuentes para ver cómo es volver a disfrutar con todos los sentidos. Como por ejemplo el caso de José Gutiérrez, editor de 60 años, que afirma que "lo mejor es volver a improvisar" y "descontextualizar el coito de la noche". Es decir, aprendamos a hacer el amor a esas horas en las que los niños están en el cole o en actividades extra escolares. "El sexo puede tener cabida cuando sea, a cualquier hora y en cualquier situación, no solo cuando por fin se han dormido, que los adolescentes se duermen muy tarde".
Manuela Uriarte, abogada de 47 años, por el contrario, lo contextualiza (y mucho) en la cuestión espacial: "El mayor cambio es la geografía del sexo: de repente tienes sexo solo en el dormitorio o básicamente en el dormitorio. Da igual que tengas una piscina o una mesa de tres metros en la cocina que bien podría ser un lecho donde jugar a mucho más que a las cocinitas".
A Manuela cierta cautela estética y sonora le viene bien. "Llega un momento en que tienes que aprender a follar como si tus padres pudieran entrar por la puerta en cualquier momento. O peor, ¡como si pudieran hacerlo tus hijos! Entonces tienes que estar siempre tapado aunque sea con una sabanita... Porque pocas veces llegan, pero cuando aparecen son como un silbido". ¿Y cerrar la puerta con llave? Aquí Manuela no tiene un problema ya geográfico, sino moral: "Es también una solución, pero por alguna razón no acabamos de verlo... No sé. El sexo es algo natural y nada que se deba encerrar con llave... Poco a poco, según van creciendo, necesitan su intimidad y van respetando también la ajena".
¿Pero qué hay del quid de la cuestión, que es el grito apasionado y libre? Manuela, en concreto, nunca ha tenido un problema con eso: "Siempre he podido. Los niños tienden a dormir muy profundamente, incluso los preadolescentes. Gritar está bien, quizás jadeo más bajito o me muerdo el labio, pero no creo que ese esa el verdadero cambio en el sexo al tener hijos".
¿Y después? ¿Qué pasa cuando se han ido? José, a sus sesenta, ya lo ha vivido, y señala placeres tan sencillos como redescubrir el orden y el equilibrio en el hogar que existía antes de que llegasen. "Puedes disfrutar de cosas sencillas como ¡tú nevera!. Cuando vuelves a casa sigue habiendo cocacolas frías, el cesto de la ropa no rebosa y si un día dejaste el rollo de celo en un cajón allí sigue. Pasas de la agotadora democracia consultiva y la negociación permanente a una comodísima dictadura: se come, se cena y se ve en la televisión lo que tú quieres".
Manuela, a sus 47, aún tiene a sus hijos en casa y observa ese escenario a base de meras posibilidades. "Supongo que cuando se marchan los hijos haya que reaprenderlo todo, lo que no sé es si las ganas de los 40 serán las mismas que a los 60". Dado que José solo nos ha hablado de beber Coca Cola fría y ver la televisión lamentamos comunicar que en su caso, posiblemente, no. Y tampoco para muchos españoles: según un estudio de The Journal of Sexual Medicine, solo dos de cada tres hombres y una de cada tres mujeres se mantienen sexualmente activos pasados los sesenta años. Ser parte de la estadística inquieta a Manuela: "Quizás para cuando tengamos la casa para nosotros no tengamos el mismo rollo sexual o las mismas ganas. Eso por no hablar de donde escondes los juguetes sexuales, los disfraces o según qué lencería... En fin. Hay que mantener el sexo arriba, siempre. Y es un reto en cada edad, también cuando tienes una casa propia".
No solo un reto, también algo necesario y positivo: mantener una vida sexual activa y saludable a partir de los sesenta favorece la salud cerebral, es beneficioso para el corazón, reduce en los hombres el riesgo del cáncer de próstata y es una gran cura contra el insomnio. Con niños, sin ellos, en silencio, a gritos, mantengamos la llama encendida. Y refrescos en la nevera también, por qué no. Por lo que pueda pasar.