El uso de internet con fines sexuales resulta una práctica cada vez más generalizada en cualquier etapa de la vida. Cuando el consumo es puntual y esporádico no tiene nada de malo, incluso puede formar parte de alguna terapia y enriquecer la relación de pareja.
El problema comienza cuando este consumo se hace compulsivo, incontrolado y asociado a un deterioro funcional; es decir, nos impide realizar las actividades diarias y dificulta la atención o la concentración. En ese punto es cuando podemos hablar la adicción al cibersexo. Algunos pacientes afirman que su calidad de vida se ha deteriorado, que disfrutan menos de la familia, del sexo con su pareja o que tratan de suplantar la obsesión con otra, como, por ejemplo, la práctica excesiva del deporte, el juego o el alcohol.
Una vez que la adicción aparece es difícil esquivarla porque los reclamos sexuales en la red son habituales: la palabra 'sexo' se teclea en los buscadores unas cinco millones de veces al día y el 43% del contenido de internet es sexo y pornografía. 30.000 personas están viendo pornografía cada segundo y el 25% de las búsquedas en la web son porno.
Entre los jóvenes, la adicción al sexo online está muy estudiada. Sin embargo, entre adultos mayores es casi desconocida. La brecha digital ha hecho que no se consideraran relevantes, pero los seniors cada vez son más tecnológicos. La última encuesta EDADES del Plan Nacional sobre Drogas revela que el uso compulsivo de internet se ha duplicado entre los mayores de 55 años. Sobre ellos trata precisamente un estudio de la Asociación de Psicología Evolutiva y educativa de la infancia, adolescencia, mayores y discapacidad. En él un grupo de más de 500 personas (hombres el 77%) compartieron sus hábitos de conducta sexual en internet. Y los resultados indican que el cibersexo es habitual y que la adicción en este grupo no es infrecuente.
El 73,2% afirmaba utilizar internet con objetivo sexual. Entre ellos, el 80,4% lo hacía de forma recreativa y el 19,6% restante mostró un consumo de riesgo. Las señales que avisan de que algo va mal es la sensación de que la actividad diaria está en peligro. En el estudio, el 50% de los pacientes destacó la 'percepción de interferencia'. También reconocen que tienen un problema por este uso compulsivo (51%) que se refleja en el tiempo de consumo: más de cinco horas a la semana.
El 24% de los pacientes también afirma sufrir síndrome de abstinencia (ansiedad, irritabilidad, depresión, etc.) cuando no pueden acceder a contenidos sexuales y llegan a admitir que ven peligrar su estabilidad emocional, sus relaciones familiares y sociales o el trabajo por causa de un impulso imposible de frenar.
La adicción al cibersexo es especial respecto a otras adicciones. Es la menos estudiada y la más negada por el rechazo social que causa. Sin embargo, los últimos estudios consiguen perfilar los factores de riesgo que pueden propiciar la patología:
No son muy distintas a las de cualquier adicción. El adicto al sexo online experimenta un proceso similar a otras enfermedades en las que el mecanismo de recompensa se ha alterado. Entre las señales de alerta:
Aunque fuera de la compensación inmediata el universo del adicto se complica, no encuentra la motivación para desengancharse. Su cerebro está 'secuestrado' por la adicción en la que seguramente entró por la comodidad del anonimato, la falta de límites, la rapidez, la interacción fácil, el sexo de riesgo bajo y la ausencia de compromiso.
El tiempo y la energía se esfuman. La vida gira alrededor de una pantalla y el resto del tiempo están intentando controlar el impulso. El sexo real apenas representa nada y el cibersexo solo alivia la tensión momentáneamente. En el ámbito personal las relaciones se deterioran y las parejas estables suelen romperse. Como en otras adicciones, el paciente puede llegar a desarrollar trastornos mentales como ansiedad, depresión o fobia social o empezar a consumir sustancias de abuso. La adicción al sexo, por tanto, tiene un precio: casi la mitad de los afectados pierde a la pareja, más del 25% tiene problemas laborales y más de 70% tiene ideas suicidas, algo que solo el 15% se atreve a consumar.