Mayte Sancho se juega su prestigio. Designada en 2022 por la OMS como uno de los 50 lideres mundiales sobre envejecimiento, ha participado en la creación de muchos de los programas que hoy influyen en la vida de millones de españoles, desde los Viajes del Imserso hasta la elaboración de la Ley de Dependencia. Trajo a España el concepto de Atención Centrada en la Persona cuando aquí nadie lo conocía, y ha impulsado proyectos innovadores que marcan el camino para que nos cuiden mejor cuando seamos muy mayores.
Tras 30 años en el Imserso innovando y generando conocimiento y 15 en la Fundación Matía aplicando lo aprendido es difícil encontrar a alguien que hable mal de ella. Vivía una jubilación plena y feliz, hasta que las navidades pasadas recibió la llamada del ministro de Derechos Sociales, Pablo Bustinduy: "Quiero que dirijas el Imserso", afirma que le dijo.
Sancho nos cuenta los motivos de su decisión, qué piensa hacer con los Viajes del Imserso, con la Ley de Dependencia, y su particular mirada a un país como el nuestro que envejece sin remedio.
Con lo bien que usted vivía, ¿qué necesidad tenía de meterse en semejante jardín?
Sí, mirándolo egoístamente corro un riesgo enorme. Yo vivía muy bien, haciendo algunas colaboraciones, escribiendo artículos, leyendo mucho y generando conocimiento en vejez, que es mi tema, pero he dedicado la vida a que vivamos mejor cuando envejecemos, es una cuestión de compromiso personal con un tema al que merece dedicarle todas las energías. Todo el mundo cree que en los cargos de ese nivel puedes hacer muchas cosas, y la realidad es que puedes hacer muy poquitas.
¿Cómo ha encontrado el Imserso a su regreso?
Con un potente músculo administrativo, pero con escaso conocimiento del sector vejez, envejecimiento. Voy a intentar darle un empujón importante a todo lo que sea generación y transferencia de conocimiento y devolver ese papel de referencia que el Imserso ha tenido siempre en este campo.
Cuando cumpla su mandato se sentiría satisfecha si...
Si consiguiera una reforma de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a la Dependencia, adaptada a las necesidades actuales, que incorpore no solo las necesidades de las personas que necesitan cuidados, sino también las de las personas que procuran esos cuidados, tanto desde el ámbito profesional, como en el familiar. Si conseguimos mejoras ahí, será un enorme éxito.
Naciones Unidas ha señalado el cambio climático y el envejecimiento de las poblaciones como los principales retos del siglo XXI. En el cambio climático ya nos ha pillado el toro, ¿y en envejecimiento?
Viendo la evolución desde los años 80 hemos mejorado muchísimo en conocimiento, en recursos, en todo. Sobre todo, en la forma de afrontar el envejecimiento por la ciudadanía. Ahora hay una conciencia bastante clara de lo que es la prevención, tener un proyecto de vida tras la jubilación, y de preparar esta etapa de la vida que tiene luces y sombras.
La longevidad, que es un éxito, tiene un efecto perverso que es la aparición de muchísimas más personas en situación de dependencia. Especialmente en las personas con demencias, a las que voy a prestar una atención especial.
La Ley de Dependencia se aprobó en 2006, cuando empezaba la gran crisis, y esto generó un escaso desarrollo de algunas prestaciones y servicios, pero hoy tenemos 1.400.000 personas que perciben algo, vamos a dejarlo en algo, que quiere decir poco. La sociedad debe ser consciente de que necesitamos más financiación para el sector cuidados, pero también necesitamos un cambio cultural. No somos conscientes de que los cuidados son un derecho.
Cada vez que sale una noticia de una residencia es para hablar de una desgracia, ¿qué se puede hacer?
Necesitamos casi una revolución en las residencias, en las instituciones de cuidados actuales, para que se adecúen más a lo que las personas queremos. Estos centros tienen un carácter muy institucional, y donde las personas que viven allí no deciden prácticamente nada sobre su vida. No se trata de una destrucción del modelo actual, sino de una transformación para que las personas vivan mejor aún en las residencias.
¿Ha hablado con los empresarios del sector?
Sí, y hay puntos de encuentros y de desencuentros. Este cambio genera cierta resistencia porque puede generar algún gasto y porque nuestro sector residencial está gestionado de forma tremendamente mayoritaria por iniciativa privada con ánimo de lucro. Entiendo su posición perfectamente, pero creo que es inteligente por parte de todos el ir adaptándonos, como se ha hecho en otros sectores, a los nuevos perfiles, a las nuevas necesidades y a las demandas que hoy nos plantea la sociedad. Seguir agarrados ahí como a un clavo ardiendo, no es muy buen plan.
En esto estamos nosotros y también el ministerio. Todo lo que sean mejoras en los cuidados y en las condiciones de las cuidadoras es un objeto troncal de esta legislatura. Insisto en lo de cuidadoras porque es un sector muy feminizado, demasiado precarizado, de personas que vienen de otros países, con situaciones personales complejas y todo eso necesita de mejoras y de un cambio cultural también.
Un fontanero cobra 40 euros la hora y un mecánico 50, pero a quienes cuidan de nuestros padres les pagamos menos de 10 euros. ¿Esto se arregla con dinero?
El sistema de cuidados no se arregla solo con dinero, pero el dinero es indispensable porque garantiza unas condiciones básicas tanto de las personas que trabajan en el sector como de las personas que reciben cuidados que también necesitan mejoras en sus atenciones.
El cambio cultural del que hablo necesita un enfoque más holístico, más personalizado, eso de las personas en el centro, que todos decimos, pero que es muy complejo de hacer. Exige un compromiso y un cambio de algunas actitudes de los profesionales en la línea de flexibilidad, multifunción, pero también conocimiento, formación, seguimiento de todo lo que tiene que ver con aspectos actitudinales, con c, además de los aptitudinales que los doy por supuestos. Saber cuidar a unas personas que tienen una complejidad en sus conductas, en sus manifestaciones emocionales, en los acuerdos que se establecen con los cuidadores... es un mundo muy complejo y creo que no le hemos dedicado tanta atención como merece.
Los algoritmos de las agencias de colocación excluyen automáticamente a los mayores de 50, y no es ilegal. ¿Tenemos que aceptarlo?
Este es otro temazo. Nuestro sistema de seguridad social está basado en el modelo Bismark, cuando la esperanza de vida era muy, muy menor a la que tenemos ahora. La edad de jubilación se está adaptando a ese cambio. Lo que pasa en el mercado laboral es un contrasentido. Una persona de 50 o 60 años está en el momento de mayor experiencia y mayor criterio para desarrollar una actividad profesional. Necesitamos repensar urgentemente el papel que las personas de entre 50 y 70 años pueden y deben representar en el entorno laboral y social. No tenemos resuelto ese tema, hay mucho que hacer.
Los Viajes del Imserso son una prestación no contributiva de la Seguridad Social que nacieron en los años 80 para que los mayores que no podían permitírselo pudieran viajar. Hoy, casi el 40% de los viajes los realizan personas con pensiones por encima de los 1.500 euros. ¿Qué opina de esto?
Tenemos a 900.000 personas moviéndose por el país cada año y generando riqueza. Pero es verdad que hay interrogantes a los que deberíamos dar respuesta. Una es abrir los viajes para que respondan a las nuevas demandas de la sociedad, por supuesto hay que respetar el mantenimiento de empleo que permite el programa, pero también hay que adaptar los viajes a los diferentes grupos de población.
Se tiene que favorecer a los que tienen menos posibilidades y cubrir sus necesidades de vivir un envejecimiento activo en lo posible, pero no creo que haya que volver a planteamientos exclusivamente benéfico asistenciales. Estos viajes son un tema de gran complejidad que requiere una reflexión en profundidad que vamos a tener en breve.