Desde que Paul Bowles estableciera la ahora manida diferencia entre 'viajero' y 'turista', todos queremos pertenecer al selecto grupo de los primeros y alejarnos del vulgo de los segundos. Son las contradicciones del mundo global e hiperconectado. Y es la razón por la que el turismo es una crisis constante: pretender vender originalidad a las masas es una de las más engañosas formas de mercadotecnia.
Por cierto, por si alguien no lo recuerda, la cita de Bowles que se suele emplear y está al comienzo de su novela 'El cielo protector' es esta: “Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra”. Aunque probablemente lo mejor de su argumento venga unas frases después: “el turista acepta su propia civilización sin cuestionarla”. El viajero, claro, no.
Uno de los riesgos de 'aceptar su propia civilización' es que muchas veces se cae en la exotización del otro, al que se considera pintoresco, turístico, puro, ¿incivilizado? Ahora fijaos en esta bucólica descripción de Atalbéitar -uno de los pueblos 'árabes' de La Taha- que hace la periodista Luisa Pryce en 'The Guardian': "El pueblo da la impresión de haber surgido de la tierra, en lugar de haber sido impuesto sobre ella. Sus calles son demasiado estrechas para los coches, los gatos del pueblo deambulan libremente y el único sonido es el balido ocasional de las cabras en las laderas. Mientras contemplo el valle en esta fresca mañana de invierno, el sol brilla en un cielo azul sólido y la floración temprana de los almendros añade toques de rosa pastel a las colinas rocosas. Todo está quieto y en silencio". ¿Diríais que la ha escrito una turista o una viajera?
"El aspecto más sorprendente para nosotros, que estamos recién llegados de una Inglaterra con problemas de liquidez y sus ayuntamientos en quiebra -continúa Pryce-, es que toda la carne, el pan y la bebida los proporciona la autoridad local". España, va bien. Y ahora este apunte de lo que considera un 'silencioso éxito' "que contradice el lamento habitual de la España rural sobre los pueblos vacíos y las poblaciones moribundas. A lo largo de los años, los siete pueblos han atraído a una multitud internacional de artistas, músicos y escritores". La solución a la España vaciada estaría pues, en el intelligentsia internacional que no se considera a sí misma 'turista' sino 'viajera'.
De la página web del ayuntamiento de La Taha: "Atalbéitar es un nombre árabe cuyo origen son los vocablos Harat y Albeytar, que daría lugar a Haratalbeitar y más tarde al actual nombre del pueblo. Harat es el nombre usado para una entidad poblacional pequeña cercana a otra más grande, y por eso se suele traducir por barrio, aunque quizás sería más ajustado al castellano el término arrabal, cada vez menos usado. Por otro lado la palabra albéitar sigue existiendo en castellano, y es un sinónimo de veterinario. Sin duda la existencia de uno o varios veterinarios -quizás una familia que se dedicó a ello durante generaciones- dio origen al nombre". ¿Habrán veterinarios en Atalbéitar? "Es difícil creer, en nuestras vidas ultra conectadas en Europa occidental, que todavía se puedan encontrar lugares tan mágicos e inalterados", dice la periodista de The Guardian. "No hay retiros costosos ni ejecutivos agotados convertidos en gurús del bienestar que lo exhortan a vivir su mejor vida. Sólo una horda de gatos territoriales, un anciano en pijama que gruñe "Buenas" desde su balcón todas las mañanas y toda la generosidad de la madre tierra: todo lo que necesitas para una buena vida".
Se lo que os estáis preguntando: ¿Cabremos todos en Atalbéitar?