Más de 400 son los kilómetros por los que se extienden los Pirineos entre Navarra, Aragón y Cataluña. Operando como frontera natural entre España y el resto de Europa, esta cordillera discurre de manera horizontal al norte del país. Altas montañas, abundante vegetación, ríos y miles pueblos se asientan sobre sus laderas. Hay uno que recuerda especialmente a Suiza, sobre todo en invierno cuando está nevado, y no es otro que uno de los pueblos más conocidos, no solo del Pirineo Catalán, sino de todo el Pirineo: Vielha.
“Capital de la Val d’Aran, Vielha, es una pequeña ciudad pirenaica que alberga el 40% de la población del valle y está situada a 974 m de altura. Rodeada de cumbres que superan los 2000 m, se empezó a construir en el ensanchamiento que forma el valle del río Garona, en su punto de unión con el río Nere, que atraviesa la población. Sus calles y edificios nuevos forman un interesante núcleo comercial donde podrás encontrar todo tipo de comercios y en especial de deportes de aventura, alta montaña y nieve y productos artesanos de Val d’Aran, además de tiendas de moda, supermercados, un hospital y el complejo deportivo Palai de Gèu", aseguran desde Turismo del Valle de Arán.
En esta población las avenidas más grandes contrastan con las calles estrechas y las casas antiguas de su casco viejo, que ofrece una amplia oferta gastronómica en sus numerosos restaurantes, en los que se puede disfrutar de comida local, rutas de pinchos o, incluso, tomar una copa por la noche.
El pueblo de Vielha no es muy grande, el casco antiguo es toda una joya española con la típica arquitectura aranesa, con tejados de pizarra y las puertas y ventanas de madera que le dan un toque muy pintoresco y rústico. Los expertos recomiendan dar un paseo por esta zona y visitar la iglesia de San Miguel, de estilo gótico y con un espectacular campanario fortificado. No hay que olvidar un paseo por los márgenes del río Nere y cruzar su puente, que divide el pueblo en dos y le aporta un frescor pirenaico que se agradece mucho en verano.
La casa señorial Çò de Rodès, la antigua Fàbrica dera Lan o el Musèu dera Val d’Aran, donde aprender más sobre la vida, la actividad y la historia del valle, son otros de los puntos clave del pueblo que cuenta con muchos hoteles y tiendas de deportes de montaña. “Otro de los edificios importantes del casco histórico es la 'Fábrica de la Lana', una industria textil de finales del siglo XIX que transformaba la lana natural en hilo de lana. Esta fábrica fue construida por un vecino de Vielha y funcionó hasta mediados del siglo XX. La fábrica se nutría de la fuerza motriz del río Nere que mediante la fuerza de la corriente del agua movía la rueda de madera que transmitía la energía cinética a las máquinas”, aseguran desde Turismo de Catalunya.
La cocina aranesa tradicional destaca por ser calórica y consistente como consecuencia del rigor del clima. Abundan recetas de sopas y estofados a base de productos locales como las carnes de ovino, bobino, trucha o setas. De influencia francesa son las recetas de pato, civets o patés. Otros platos típicos de la cocina aranesa son los “caulets” (coles rellenas de carne), “l’hereginat” (plato medival a base de menudiloos de cordero), “sanganhèta” (plato a base de sangre de cerdo, panceta, ajo y perejil picados), “torrin” (sopa de ajo o cebolla) o “truhada” (patatas rellenas de carne).
La caza, como en todos los pueblos de montaña, ha estado siempre presente en la gastronomía típica de la Val d'Aran. Los estofados de caza y el jabalí, que preparados con cebolla y la sangre del animal, se denominan civet. Las carnes de vaca y vacuno, preparadas a la brasa, llegan a la boca tiernas y suculentas. En pescado, la especie culinaria por antonomasia es la trucha, que se condimenta con hierbas aromáticas, ahumadas, fritas o al horno.
Para redondear las propuestas gastronómicas, todos los martes del año tiene lugar el Pintxo Pote, día en el que la mayoría de los bares de la localidad ofrecen un pincho y un pote (bebida) a un precio estipulado. La elaboración de los pinchos ha permitido dar rienda suelta a la experimentación e imaginación de los cocineros, donde la calidad y el buen hacer de los mismos ha hecho que semana tras semana sean más los que se acercan a la población para probar estos deliciosos bocados de la gastronomía aranesa.