La edad madura, cuando tenemos la vida encarrilada, los hijos han volado del nido y disponemos de cierta solvencia económica, se antoja la etapa ideal para hacer grandes viajes. Pese a ello, los uppers no somos mayoría entre los turistas que realizan escapadas al extranjero de más de cuatro noches: representamos solo el 2,49% del total, según datos del INE de 2019 (por referirnos a antes de la pandemia). Una encuesta de Visa arroja que únicamente el 25% de las personas mayores de 65 años realiza viajes internacionales, frente al 45% de la población general.
No somos los más trotamundos, pero cuando viajamos exigimos hacerlo bajo determinadas condiciones. En un amplio porcentaje, las personas entre 55 y 64 años preferimos estancias de cuatro y cinco días, alojarnos cómodamente en un hotel y seguir programas cerrados tipo paquete, asegura un estudio que analizó los gustos de visitantes extranjeros en Bangkok. Los sénior valoramos, más que otros atributos, la seguridad y la limpieza en un destino, resalta un estudio de 2021. Porque las ganas de aventura no están reñidas con el confort y la tranquilidad.
Al viajero mayor de 50 años no le echa para atrás cruzar un río en bote o tirarse en tirolina. "El decir 'sí' a un viaje implica llevar dentro el sentido de la aventura", afirma Silvia Romero, guía oficial que enseña España a través de su agencia A Friend in the City, y, como freelance, acompaña a viajeros españoles en expediciones por Namibia, Zimbabue, Irán o Cuba. "Si tienen que subirse a una canoa, bromean: '¡A ver si me voy a caer!'. Se ríen de sí mismos y disfrutan más que nadie, yo creo. Todavía se sienten jóvenes para vivir esa aventura. Piensan: 'Ahora o nunca".
"Lo que quieren es relajarse, preocuparse lo menos posible…", prosigue esta guía. "Es el mejor cliente para una agencia: valora mucho su tiempo y, por lo tanto, no lo va a perder haciendo cosas que no le aporten un plus a su vida. Suele hacer grandes viajes. En África encontramos muchos que llevaban toda su vida soñando con visitar ese continente. Sus hijos son mayores, se sienten más libres, aún están bien de salud, y piensan: 'Voy a moverme ahora porque más tarde no sé si voy a poder".
Cada experiencia es distinta, y, como dice Silvia, más allá de las enriquecedoras visitas a templos, las salidas en safari y el trato con tribus, "lo realmente valioso son las sorpresas, lo que ocurre fuera del programa". Y esas anécdotas, que en el momento pueden llegar a resultar ser incómodas, son recordadas con humor mucho tiempo después. Guías veteranos nos relatan algunas.
En una escala de cero a diez de complicaciones clínicas en tierras lejanas, un pequeño sangrado por la nariz sería de 0,5. Pero si la hemorragia no se corta y ocurre en mitad del desierto, en Namibia, a nueve horas del hospital más cercano… la cosa se complica. Es lo que le sucedió a un cliente de Silvia. ¿Solución? Montar un operativo digno de película de Hollywood. "Tuvimos que salir en helicóptero", recuerda.
A bordo del aparato, la jefa de expedición creyó conveniente intentar rebajar la tensión haciéndole ver al paciente el lado bueno del problema. "Le decía: '¡Qué bien que hemos ganado un vuelo en helicóptero gratis para ver el desierto desde el aire!". Posiblemente, el señor de la nariz sangrante no estaba en disposición de admirar el paisaje… "Al final todo salió muy bien", dice Silvia. "Esas cosas que pueden parecer un momento muy negativo, cuando vuelves a casa es la chispa del viaje, lo que lo hace inolvidable".
Así irrumpió aquel paquidermo no en una cacharrería sino en el restaurante de un lodge, donde un grupo de turistas estaba cenando relajadamente. "No es un animal peligroso de por sí", asegura Silvia, "sino porque está buscando comida (le atrajo el olor) y en su búsqueda puede hacerte mucho daño". Silvia recomendó a los viajeros que no se movieran, pero… hubo quien pensó que valía la pena poner en riesgo su integridad física con tal de sacar una buena instantánea. "En vez de estarse quieto, se puso a sacar fotos y a grabar la situación. Y para que saliera bien, ¡se acercaba más al elefante!". Afortunadamente, el animal no tenía vocación de instagramer e ignoró al intrépido fotógrafo.
Los animales suelen ser coprotagonistas de muchas anécdotas, sobre todo en los grandes parques nacionales de África, donde campan libremente los conocidos como big five: león, leopardo, rinoceronte negro, elefante y búfalo. Como es de suponer, cualquier suceso con una de estas fieras es digna de ser catalogada como "anécdota". A nadie le gusta que le interrumpan el sueño…, pero cuando el que pasa rozando tu cama es un elefante, ya no pegas ojo en toda la noche. Lo vivió Miquel Ribas (48 años), mánager general de la agencia Kananga, que conoce 54 de los 55 países de África (le falta Libia). "Durante el día estuvimos haciendo el safari, y, aparte de algún hipopótamo, no vimos prácticamente nada. El coche se estropeó, tuvimos que acampar cerca del río y por la noche pasó una manada de elefantes entre las tiendas. Parecía Jurassic park. Pasaban tocando las tiendas. No pude dormir. Por la mañana vi que se alejaban y eran unos cincuenta. Lo único que nos separaba era un trocito de tela. También nos ha pasado con leones". Aún hubo alguno que, en el desayuno, lo contó como si hubiera sido una pesadilla.
Como nos cuenta Silvia Romero, uno de los alicientes de un safari es la posibilidad, generalmente remota, de contemplar a algún animal en peligro de extinción. A veces se alinean los planetas y se da la feliz circunstancia, que el guía se encarga de subrayar a su grupo. "Si tienes la suerte de ver alguno, les dices: 'Llevo veinte viajes a este parque y nunca lo había visto", comenta Silvia Romero. Aun así, hay a quien le sabe a poco. "Una vez, un turista me dijo: 'Buf, pues no he podido sacarle una foto porque estaba a contraluz'. ¡Todo decepcionado! En vez de pensar: qué suerte que lo hemos visto con nuestros propios ojos. ¡Las fotos las tienes en Google! A veces los guías nos reímos con estas cosas".
¿Acaso no dicen que la mejor manera de conocer un país es mezclarse con sus habitantes? La fama de destino sexual que por desgracia acompaña a Cuba hace que ciertos viajeros incluyan por su cuenta una aventura lúbrica en su programa de actividades. "Siempre hay alguno que se escapa por la noche… Como en los hoteles las personas que se dedican a la prostitución no pueden entrar (está muy vigilado), el viajero tiene que salir", explica Silvia. Es turismo de aventura… pero de otro tipo. El turista ansioso no tiene que investigar mucho para satisfacer su deseo: en los bares le abordan. "Siempre digo: 'Asisto a los viajeros en todo lo que pueda, menos en esto'. No quiero meterme en esos berenjenales", se excusa Silvia. En alguna ocasión, ese azaroso juego se ha dado en parejas que viajaban juntas. "Cuando uno no está, el otro se pone a ligar", añade la experta (en viajes). Claro que esto último lo ha visto en Cuba y en otras partes del mundo.
Las tres frases de supervivencia en todo país lejano son: "hola", "¿cuánto cuesta?" y "una cerveza, por favor". Pues bien, esto último puede generar malentendidos entre turistas de habla hispana que viajan a Kenia o Tanzania. "Allí -dice Miquel-, si quieres decir 'botella', has de decir: 'chupa chochote'. 'Chupa' es botella, y 'chochote', cualquiera. Si entras en un bar, puedes decir: 'chupa chochote', y te darán cualquier botella de cerveza. Si dices: 'chupa chochote caca', estarás diciendo: 'Cualquier botella, hermano'. Cuando se lo comentas al grupo, te miran muy mal, pero aclaras: 'Ojo, que estoy hablando suahili".
La interacción con los nativos suele deparar instantes memorables. En la poco visitada Irán, los lugareños celebran la llegada de foráneos invitándoles a su casa a comer. "La primera vez hace gracia", dice Silvia. "La segunda, también. Pero después, siempre hay algún turista que dice: '¿Me queréis dejar tranquilo?". En África, un grupo de españoles, agasajado con bailes y cantos tribales, devolvió el gesto coreando éxitos pop de los ochenta… "Se las cantaban a la tribu y ellos las intentaban aprender". Pero hay países de aquel continente donde se dan relaciones más tensas. En Etiopía, los turistas fueron recibidos por un grupo de jóvenes armados con kalashnikov… ¡Estupefacción general! Enseguida se aclaró: "Van armados porque se llevan mal con la gente del poblado vecino. Se acusan mutuamente de robarse ganado. Después del susto, el visitante fue muy bienvenido: no eres su enemigo", aclara Miquel.