Un verano sin verbenas: de la Paloma al Chúndara, viaje a la memoria de las fiestas que no serán
Las plazas de los pueblos de toda España deberían estar ahora abarrotadas de orquestas, charangas y eventos en honor a su patrón
Con las fiestas suspendidas para evitar el contagio del coronoavirus, varios uppers comparten sus recuerdos de aquella verbena que cambió sus vidas
"Son días tristes, sobre todo por el motivo que nos lleva a estar así, pero el espíritu no puede perderse. El próximo año volveremos a bailar, a celebrar y a brindar", José Luis Campos (66)
España es un país de tradiciones. Por eso, el verano en muchos pueblos y barrios más populares se hace raro sin sus fiestas patronales y tradicionales verbenas. Forman parte de nuestra cultura, nuestra identidad y también de nuestra biografía más íntima. A nuestros protagonistas les vienen mil recuerdos de esos agostos en los que las fiestas de toda la comarca se sucedían unas a otras sin que apenas pudiesen distinguir el día de la noche. Pasodobles, coplas, pop o rock. Todo se bailaba y el cuerpo aguantaba. Después llegaban los septiembres de resaca en los que, por fin, el guerrero encontraba reposo.
El Madrid castizo de José Luis (66): de la muñeca chochona a la movida
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Con este madrileño, nuestro recorrido por la memoria hace su primera parada en las fiestas más castizas. De San Cayetano a La Paloma, pasando por San Lorenzo. José Luis Campos las ha vivido todas durante sus 66 años de vida. Su recuerdo más lejano se detiene en su infancia, en los años 60: "Iba de la mano de mis padres vestido de manolo por la calle de El Oso. Todavía tengo presente el olor a churros entre gigantes y cabezudos, desfile de chulapas, manolos y chisperos, norias, fuegos artificiales, tiovivos y la muñeca chochona de la tómbola. La imagen que conservo es difusa, pero muy tierna".
Y de ahí, José Luis da un salto a 1988, en plena movida madrileña. "Ese verano -explica- entré en la Agrupación Los Castizos, una asociación impulsada por el alcalde Tierno Galván con el fin de recuperar el sabor de la fiesta tradicional con sus pasodobles, chotis y conciertos. Entonces empecé a vivir en primera línea los pregones, procesiones, charangas y celebraciones. Son fechas con un significado muy especial y hoy vivo con gran pesar su ausencia". Este año la comisión de festejos que él preside anda desperdigada. "Son días tristes, sobre todo por el motivo que nos lleva a estar así, pero el espíritu no puede perderse. El próximo año volveremos a bailar, a celebrar y a brindar".
Le alegra saber que en el barrio de Lavapiés sus gentes no han perdido del todo el ánimo y ha querido poner un punto de alegría engalanando sus calles y balcones para homenajear a San Cayetano. "Decía Alberto Lleras Camargo que un pueblo sin tradiciones es un pueblo sin porvenir y hoy este pensamiento tiene que estar más vivo que nunca".
Ni un verano sin orquesta: Foche Peñín, de la banda Gaudí, y su estío más duro
Las orquestas son el alma de las fiestas. Gaudí cumple este año 30 décadas como banda de pop rock. Sus componentes nunca imaginaron que tendrían que celebrarlo de este modo. No hay música, ni gente, pero sí muchos buenos ratos para recordar junto a Foche Peñín, guitarrista. Después de recorrer toda la geografía, cuenta que las anécdotas darían para una serie de éxito de varias temporadas. Entre ellas, aquella noche en un descampado próximo a la playa de Porcía (Asturias) cuando se puso a llover. "A la gente le dio igual el chaparrón. Todos siguieron bailando y tirados por el barro sin importarle la lluvia o lo marrones que volverían a casa. Una locura. Las fiestas de los pueblos asturianos en praderas tienen, en general, un encanto muy especial, pero todas tienen su atractivo, su clima y sus gentes. Son las cosas que hacen que una fiesta difiera de otra y que, aunque intentes tocar lo mismo que el día anterior, siempre sea una noche exclusiva para recordar. La adrenalina está siempre a mil".
Este año andamos todos un poco perdidos. "Se nos ha complicado más de lo que nadie podría imaginar. Hemos sido los primeros en parar y seremos los últimos en arrancar". Se lamenta por el olvido que están sufriendo por parte de los distintos organismos. "Las fiestas -razona- son el escaparate de los pueblos y las verbenas la alegría del verano. Sin ellas las vacaciones pasan como el día de la marmota, sin chispa. Son un símbolo de identidad, un centro de reunión donde encontrarse y verse al menos una vez al año. El plan es perfecto: música, cervecita fresca y a mover las caderas. Mi gente decía: llegó San Esteban, ya empieza el verano. Así de fiesta en fiesta". Y se despide con una advertencia: "Volveremos, si nos dejan, a poner el sello de identidad a las fiestas del verano con nuestro mejor corazón".
El chúndara, la fiesta "legendaria" de Rodrigo y Javier, de 53 años
Cuando se les habla de diversión verbenera, Rodrigo y Javier, cordobeses de 53 años, ríen a carcajadas y pronuncian una palabra: chúndara. Con ella aluden a la fiesta que se celebra en la localidad de Peñafiel (Valladolid) desde hace casi un siglo. "Es única, legendaria. De esas que te dan para contar el resto de tu vida”, dicen. La conocieron en 1990, recién terminada la carrera, animados por un compañero que había prometido visitar a su abuela que residía allí. "Llegamos un 15 de agosto y apenas pegamos ojo hasta el 18. Fue algo mágico. Cada uno de esos días, a las 5 de la tarde, todo el mundo se preparaba para recorrer el camino que separa la plaza del pueblo de la plaza del Coso dejando que la gente arroje cubos y cubos de agua desde sus balcones. Todos bailaban al son del pasodoble y nosotros nos sumamos con toda la gracia que pudimos. Después de estos pasacalles venían las capeas, la cena al aire libre, la verbena y así hasta el amanecer".
No encontraron un minuto de descanso, ¿quién lo necesita cuando se tienen 20 años? Peñafiel este verano se queda, como el resto de los pueblos, sin su chúndara, pero, ahora que lo han recordado, estos dos amigos se plantean revivir en 2021 aquellas verbenas. "Lo que los cuerpos nos dejen", matizan riendo.