Un centenar de jóvenes del colegio mayor de Madrid Elías Ahuja insulta a las mujeres del colegio mayor de enfrente. Los insultos son machistas y de índole sexual. Con sus palabras y sus gritos, los estudiantes cosifican a las mujeres en un ritual que no parece nuevo. Cuesta entender que cada persona, de manera individual, sea capaz de insultar así a una mujer. ¿Somos capaces de hacer en grupo lo que no podemos hacer como individuos? ¿Cuánto poder tiene el grupo?
Todos tenemos un grupo de referencia con el que compartimos ocio y negocio. De hecho, la especie humana adquiere poder cuando se da cuenta de que en grupo es mucho más poderosa. El poder del grupo ofrece seguridad, fuerza y beneficios emocionales: vínculo y sentido de pertenencia. Pero también condiciona. ¿Cuántas veces hemos acabado sucumbiendo a la inercia haciendo algo que no queríamos hacer? Si eso mismo no acaba bien o no es de nuestro agrado, el consuelo habitual es que "todos hicieron lo mismo".
El grupo condiciona nuestro posicionamiento y nuestras acciones. Desde el momento en que nacemos ya formamos parte de una colectividad: la sociedad. Sin embargo, queremos agruparnos con aquellos que somos más afines, con los que compartimos valores y creemos que pueden protegernos más si hay dificultades.
El ejemplo clásico de esta manera de actuar se ve cuando, por ejemplo, los padres buscan colegio para sus hijos. Quieren el ambiente que mayor beneficio pueda procurarles a sus hijos porque, además, la infancia y la adolescencia son las etapas en las que los hijos son más vulnerables y permeables a nuevos estímulos y tendencias.
El grupo configura la identidad y en la adolescencia esto cobra mucha importancia. Los padres dejan de ser nuestros guías y quedan relegados a un segundo plano. El radar social se amplía y será en el grupo de iguales donde nuestra personalidad terminará de crearse. En ciertos contextos, la identidad individual se transforma en una identidad grupal. Perdemos parte de nuestra autoimagen y nos integramos en un grupo, normalmente liderado por alguien capaz de distinguirse, a veces a través de comportamientos antisociales. Es la primera consecuencia del poder del grupo. En este caso, el colegio mayor ya ha declarado que va a expulsar de la institución al cabecilla de este ataque.
En sí mismo, ya es problema delegar la responsabilidad de nuestros actos en los demás. Pero la peor derivada viene cuando los actos de ese grupo son antisociales, como ocurre en el caso de los estudiantes del colegio mayor Elías Ahuja.
En Psicología, el proceso de diluirse en el grupo se llama desindividualización. Se trata de la pérdida de esa autoconciencia por la que la persona se olvida de su identidad individual. El fenómeno es más frecuente cuando, además, nos ocultamos.
En el caso de este colegio mayor madrileño, la agresión verbal ocurrió de noche -la famosa nocturnidad de la que hablan tantas sentencias-, pero hay otras maneras de escabullirse: desde un nick en redes sociales, donde la imagen que representa al individuo puede ser falsa, hasta los métodos clásicos de taparse con una capucha, un gorro o los pasamontañas que aparecen en tantas revueltas.
En estas acciones grupales importa también la circunstancia. Las situaciones concretas son el primer factor que origina la modificación de la conducta y, de hecho, orienta nuestra manera de comportarnos. Ante determinada circunstancia, actuamos según actúe el grupo porque queremos mantener nuestra reputación y nos aterra que nos expulsen de ese grupo. Nos importa lo que piensen de nosotros y adaptamos nuestro comportamiento a los deseos del grupo. Esto ocurre, por ejemplo, en casos de bullying, cuando los testigos no detienen o denuncian la situación.
El grupo está detrás muchas experiencias negativas. ¿Quiere esto decir que debamos huir de cualquier cosa que implique vivir o hacer actividades en comunidad? En absoluto. Nuestra especie ha llegado a estas cotas de desarrollo precisamente por la seguridad, la inspiración y las referencias que ofrece pertenecer a un grupo. Sin embargo, la presión grupal puede diluir la percepción de las acciones negativas. Por esta razón, es importante saber salir de algunas dinámicas y decir no a tiempo.