La separación de una pareja, sobre todo en el caso de haber hijos de por medio, no es agradable para ningún miembro de la familia. Estrés, ansiedad e incertidumbre pueden vislumbrarse en el seno familiar y esa situación afecta en primer grado al hijo. Pero, todo puede complicarse más cuando uno de los progenitores rehace su vida logrando una nueva relación de pareja. ¿Cuál es el mejor modo de proceder para que ninguno de los intervinientes resulte perjudicado? Psicólogos arrojan luz al respecto.
Paco, 52 años, comercial, es el padre de Iván de 15 años. Hace un año que se separó de su mujer, madre de Iván y, en pocos meses, comenzó a salir con Carola, de 44 años, cajera en un supermercado. El adolescente dice sentirse un tanto apartado y concibe a la nueva pareja de su padre como una intrusa en su vida familiar.
“Me tenso cada vez que preparo una comida para los tres. Noto que ninguno disfrutamos sinceramente. Carola se esfuerza por gustarle a Iván. Le trae regalos, le pregunta cómo está y por los grupos de música que conoce que a él le gustan. Pero, él se cierra en banda y casi no le habla; tampoco a mí hasta que nos quedamos los dos solos en casa”. Además, afirma que, en ocasiones, su hijo tiene llamadas de atención para que anule alguna cita con su novia y asista sus peticiones.
Las situaciones de divorcio y las familias reconstituidas están a la orden del día, algo que para los expertos no debe suponer eximir las repercusiones que ello puede tener en niños y adolescentes.
“Para los hijos sus padres son su mundo y la familia su estructura. Que sus padres se divorcien implica perder una de sus mayores referencias y fuentes de seguridad. Incluso, aunque exista una separación o divorcio amistoso, no es fácil para ellos. A veces pensamos que no les afecta. Sin embargo, que no lo expresen, no significa que no haya dolor”, subraya Paula Cabal, psicóloga general sanitaria, especialista en psicoterapia integradora infantil y neuropsicología clínica.
La también directora de Clínica Cabal asegura que generalmente los adolescentes albergan la esperanza de que sus padres puedan volver a estar juntos algún día. Por lo tanto, el hecho de enfrentarse a una nueva relación -por parte de uno o de ambos- implica abandonar esa esperanza.
“Cuando pensamos en las causas del rechazo a una nueva pareja, hay que saber que, en ocasiones, los adolescentes entran en un conflicto de lealtades y sienten que están fallando a uno de los progenitores si aceptan la pareja del otro, máxime cuando perciben que uno de los dos está sufriendo. Es importante que los hijos conozcan cuáles son sus responsabilidades para no caer en una inversión de roles que los lleve a cuidar a sus padres”, clarifica esta experta.
La psicóloga manifiesta que los jóvenes pueden sentir que el vínculo con uno de sus progenitores se verá dañado si comienza una relación. Frente a esto, asevera que es importante resignificar el concepto de celos como “el miedo a dejar de ser importantes para nosotros”. Llegados a faltas de respeto, al hijo adolescente se le deben marcar límites y explicar las consecuencias.
El adolescente vive una de las etapas más difíciles de la vida por los grandes cambios a nivel físico y emocional que se dan. Por su desarrollo a nivel cognitivo o nivel de madurez, puede resultar más difícil hacerle entender ciertos asuntos. Se convierten en prioridad sus amistades y lo relacionado con el ocio, como los videojuegos y la comunicación digital (teléfonos, redes sociales...). Beatriz Goich Salinas, psicóloga infanto-juvenil aconseja a los progenitores tener presente que sus hijos los necesitan como figuras de apego “aunque resulte poco habitual que recurran a ellos y sí a sus amigos”.
“Cada cambio, como la transformación de su cuerpo o dar más importancia a otras relaciones, como las primeras parejas, implica un duelo, una pérdida. Si además de eso, añadimos la separación entre los padres y después la entrada de una nueva pareja, se puede crear un caos en la vida de un adolescente. No se debe obviar abordar el tema de una manera cuidadosa y con una mirada contenedora y respetuosa hacia el hijo adolescente”, promulga esta profesional.
Goich Salinas determina que la comunicación con el adolescente debe ser efectiva y clara, escuchándole, teniendo en cuenta sus emociones, poniéndose en su lugar y no enjuiciando. “Como padre o madre hay que indagar en lo que le molesta sobre la nueva pareja y llegar a consensos respecto a ella para lograr una buena convivencia para todos”.
Respecto al momento idóneo para convivir el hijo con la nueva pareja, la profesional sugiere que es mejor esperar a que la relación pase por un momento apacible. “El progenitor debe ofrecer momentos a solas a su hijo, disfrutando con aquello que más les guste a los dos. Han de respetarse el espacio y tiempo del hijo, tener paciencia y recalcarle lo importante que es y lo que se le quiere”, afirma Goich Salinas. Y suma que es contraproducente ser invasivo y adoptar una actitud adultocéntrica (de superioridad hacia el hijo). Sin embargo, estar presente hará que el joven confíe y protegido.
Júlia Pascual , psicóloga sanitaria generalista refiere que el que el hijo adolescente no apruebe la relación de pareja de uno de sus progenitores con otra pareja, no implica que sea necesaria una ruptura o no convivencia. “Como psicóloga estratégica tengo claro que en estos casos hay que evitar forzar lo espontáneo. Un progenitor no puede obligar a un hijo a que apruebe a su nueva pareja si no quiere. Si la acepta va ocurrir de modo espontáneo, sin darnos cuenta, sin saber claramente los motivos por los que se gustan. El aprecio/amor nacerá a través de las experiencias que vivan juntos”.
Asimismo, la especialista sostiene que la nueva pareja ha de tener exactamente ese rol (y que el hijo lo sepa): el de pareja, no intentar sustituir a otra persona “y ser respetuosa en la convivencia (atendiendo a las normas y límites que imperaban previa su llegada) y la relación que tengan los progenitores con el menor”. Para ella, la nueva pareja ha de llevar un papel secundario o terciario respecto a la educación del joven.
“Es importante poner sobre la mesa de un modo comprensible y ajustado a la edad del hijo, todo lo que le convenga saber en cuanto a la nueva situación familiar. El hijo y la nueva pareja tiene total derecho y libertad para gustarse o no y es preciso respetar ese vínculo. Ellos no se han elegido y son los que pueden actuar para que la relación mejore, se estanque o empeore”, concluye Pascual.