Parece una fecha mágica: un día 22 del mes 1 del año 2022. Pero para Fernando Vega de Seoane la magia mostró su lado oscuro. En ese 22 de enero del que pronto se cumplirá un año, su vida cambió radicalmente después de que un accidente de esquí le dejara con una lesión medular completa e irreversible. Ahora, el empresario y padre de cinco hijos vive, desde una silla de ruedas, el mayor movimiento de su vida. Ya había empezado a hacerlo desde su cuenta de Instagram, donde comparte su día a día. Uppers ha hablado con él de su nuevo horizonte, plasmado en el libro 'Si la vida te da limones, pide Tequila' (Espasa).
Tras el accidente tuviste unos minutos de depresión profunda, pero los superaste y decidiste que saldrías adelante. ¿Cómo recuerdas hoy ese momento?
Esos cinco o seis segundos del accidente, viéndolo ahora con perspectiva, lo recuerdo como una parte natural del proceso. Yo creo que la mente es muy sabia e inhibe o elimina el pensamiento en los malos momentos. Eso me pasó. Lo que tengo es un recuerdo transitorio de pasar de estar muy dolorido, muy molesto y triste a estar muy esperanzado.
En el libro, la figura de Bea, tu mujer, es fundamental. ¿Ha cambiado tu percepción sobre ella?
Lo que ha hecho el accidente ha sido reforzar lo importante que es en la estabilidad emocional de casa. Me ha dado un ejemplo de sosiego, de paz, de saber aterrizar las cosas que vienen... Al final, ella es sujeto pasivo de esta historia. Yo voy esquiando y yo me rompo, pero ella es la que está en casa y recibe una llamada de teléfono que le cambia la vida. En ese sentido, ha tenido una serenidad increíble, que es muy característico de ella y que ha sido fundamental para esta vida rockanrolera que llevo yo, tanto empresarial como activa. Su serenidad es fundamental y no ha hecho más que reforzar esa dependencia emocional y física que siento hacia ella.
En el libro también hablas de una crisis matrimonial, previa al accidente, que hizo que os separarais durante seis meses. ¿Qué os llevó hasta ahí?
Este tema lo toco en el libro de manera directa porque es muy relevante. La cuento para que la gente entienda que para mí fue mucho más duro ese fracaso sentimental o esa 'discapacidad emocional' que la discapacidad física.
¿Por qué has querido compartirlo?
Es un tema delicado, pero interesante. Al final, los matrimonios, el mío y supongo que la mayoría de ellos, pasan por momentos buenos, malos, regulares, muy buenos... El nuestro pasó por un momento delicado donde se juntó todo. Se juntó que yo había tensado muchísimo la cuerda, Bea estaba en un momento de crecimiento personal muy grande, donde no necesitaba la protección de esa persona que estabiliza la familia. Por mi parte, yo estaba muy triste porque profesionalmente las cosas no me iban bien, y esa falta de impulso, de carisma o de liderazgo, junto al crecimiento personal de Bea, le llevaron a pensar a mi mujer que era mejor estar sola que mal acompañada.
Comentas también en el libro que al haberos casado jóvenes y tener hijos tan pronto, os imaginabais a los 55 volviendo “a ser novios”. ¿Ha cambiado eso tras el accidente?
Una de las ventajas que le veíamos a casarnos pronto y tener los niños pronto es que más o menos jóvenes íbamos a tener el nido vacío y, por tanto, mucha capacidad para hacer cosas juntos. Nos parecía un noviazgo más largo y más sólido después que antes de casarnos y tener a nuestros hijos. En ese sentido, no ha cambiado nada. Tenemos la misma intención. Lo que pasa es que en esa hoja de ruta donde había un peso específico enorme en cuanto a la movilidad, va a haber que ajustarlo. Pero tenemos muchísima ilusión de vivir ese segundo noviazgo. Eso no ha cambiado absolutamente nada.
Tu vida ha cambiado al menos en cuanto a tu estado físico. ¿Y en lo emocional? ¿Qué ha supuesto el accidente?
Como bien indicas, el accidente me ha traído un cambio, más que físico, en cuanto a la movilidad. Físicamente estoy igual, no me falta ninguna extremidad. Del ombligo hacia abajo tengo inhibido el cuerpo y lo que no puedo es moverme como antes. Eso es un cambio importante. Desde el punto de vista emocional, he salido reforzado. Tengo confianza en lo que la vida nos trae. Al final, lo que uno aprende es que las cosas llegan porque tienen que llegar, y por muy dolorosas que parezcan forman parte del proceso de madurez y parte de la felicidad de uno. En ese sentido, lo que ha mejorado muchísimo es la confianza hacia uno mismo y hacia lo que nos llega.
¿Qué tienes que decirles a todos aquellos a los que la vida les ha dado limones (aparte de que se hagan un tequila)?
Yo no conozco a nadie a quien la vida no le haya dado limones. Limones nos dan a todo el mundo, pero lo que para unos es un limón muy ácido para otros no lo es tanto. Como los limones van a venir, soy de la opinión de que tequilas, largos o cortos, hay que hacer porque los limones están, vendrán y son absolutamente necesarios para ese proceso por el que cada uno de nosotros va a encontrar su felicidad.