Aunque no existe un recetario al que recurrir frente a diversas situaciones con los hijos y más en una etapa como es la adolescencia en la que los jóvenes quieren experimentar todo y los padres deben encontrar el equilibro entre velar por los suyos, pero también dejar que experimenten, muchos progenitores llegan a sentirse perdidos, sin saber cómo proceder para no invadir su espacio. A continuación, distintos expertos nos dan las claves para hallar ese equilibrio con el que se logra hacer sentir a su hijo parte importante en la familia, ponerle límites desde el amor y no agobiarle cuando está en la búsqueda de su identidad.
Carmen Berzosa Soto, psicóloga infantil y de adolescentes, especializada en conducta disruptiva, apego y trauma, aclara que los padres pueden tener una comunicación sana y sincera con sus hijos jóvenes, algo muy positivo para ambas partes, pero reconociendo el modo de crianza que han llevado hasta ese momento y trabajar para cambiar aquello que no transcurría en beneficio de los hijos. "Si los progenitores siempre han tenido un discurso donde infravaloraban las capacidades del hijo, le mandaban el mensaje de haber hecho mal las cosas y que no lograría algo o incluso, por el contrario, se le había dado demasiado poder..., repercutirá en lo que haga el joven y será más costoso encauzar la situación, aunque no imposible".
“Los padres deben entender que la adolescencia ya no es la infancia y que sus hijos ya no van a acatar a la primera lo que ellos les digan". David Bueno, doctor en Biología y neuroeducador, explica que el adolescente deja de serlo en función de cómo se le trate. Si tratamos al adolescente como un adulto, se enfocará en ello y saldrá de esa etapa”, recalca esta experta.
Berzosa entiende como prioritario no hacer interrogatorios al hijo, pero sí pedirle opinión sobre algún problema que como padres ocurra, por ejemplo, en el trabajo, y poner en práctica su recomendación y hacerle partícipe de cómo le ha ayudado. La psicóloga refiere que el adolescente se sentirá útil y querrá seguir participando en esas cuestiones. “No podemos olvidar que en la adolescencia el joven seguirá queriendo a su familia, pero esta pasará a un segundo puesto. Por lo tanto, los momentos que quiera compartir en familia deben ser de calidad y en los que se sienta cómodo y pueda hablar de lo que más le interesa en ese momento: de música, de un cambio de look o de ir a algún sitio con sus amigos".
La profesional en adolescencia recuerda a las familias que no vale la expresión 'en mis tiempos', que uno debe enfocarse en el momento presente y en todo lo que envuelve a los adolescentes. No obstante, identifica que el padre o la madre pueden disponer de las herramientas para pulir el contacto que tengan con su hijo, pero siempre desde la voluntad y el deseo.
“El cerebro de un joven todavía es un cerebro inmaduro; en la infancia se desarrolla a nivel de conexiones y la corteza prefrontal es la última en progresar, de hecho, investigaciones evidencian que acaba de hacerlo en torno a los 24 años de edad. En el prefrontal están las funciones ejecutivas, algo a lo que yo llamo 'las tareas de las abuelas de antes', es decir, lo que siempre han hecho tan bien como: el planificar la comida para varios días, congelar, preparar diferentes platos con lo cocinado..., toda la organización. Pues todo esto, se está desplegando en el adolescente. Él necesita mucho entrenamiento y todavía no tiene esa capacidad para organización", clarifica Berzosa.
Al terminar la etapa de la adolescencia, tiene lugar la poda neuronal. La experta asevera que el adolescente quiere probarlo todo y explorar y cuando acaba la etapa ocurre un recorte de aspectos que ha aventurado y puede decidir si los acepta y le atraen o no. “Aunque el adolescente tenga sus responsabilidades y deba cumplir ciertas normas, hay mucho error aún. Los hijos se equivocarán mucho todavía, también los padres. Es necesario el ensayo-error para irse recomponiendo. Si cuando el hijo comete un fallo se le acompaña, volverá a ti. Si, por el contrario, le tachas de inmaduro e irresponsable, pedirá ayuda a un amigo, con lo que eso puede conllevar” expone esta especialista.
“Todo lo anterior deriva de los principios de la disciplina positiva (ser amable y firme a la vez; principio de conexión-necesidad de pertenencia; efectos de largo plazo y enseña habilidades para la vida). Lo que, como padres, se puede tener presente y revisarse para el día que un hijo cometa un error es qué expresión gustaría más escuchar: 'Quiero contárselo a mi padre' u 'ojalá no se entere mi padre/madre'”, concluye Berzosa.
“Debido al cambio de paradigma educativo de nuestros padres y cómo nos relacionamos nosotros con nuestros hijos, podemos estar algo confundidos y llegar, sin querer, a conseguir lo contrario al bienestar que pretendemos brindarles. En la adolescencia y dependiendo del momento vital en que se encuentren (también como padres y madres), resulta apropiado que se alterne entre ofrecerles apoyo, atención, límites y libertad. Esto puede garantizar su bienestar cuando lleguen a la etapa adulta”, revela Marc Muñoz, psicólogo general sanitario.
El experto perfila que cada etapa vital tiene sus retos y como progenitores lo más acertado es dar espacio a los hijos para que logren convertirse en las personas maduras y adultas del futuro. “Como padres no se ha de estar aleccionándoles constantemente, sino dejarles ser y permitirles momentos donde puedan encontrarse sin la compañía del adulto. Dar lecciones constantes lo que va a provocar es que el joven se sienta subordinado al punto de vista de sus adultos de referencia o que no pueda desarrollar su autonomía, llegando a depender de otros para tener criterio propio”, sostiene Muñoz.
Para el psicólogo resulta positivo estimular el espíritu crítico y el desarrollo personal de los jóvenes, algo que -como subraya- supone tiempo y entrega.
Según Susana Mayorgas, psicóloga infanto-juvenil, se puede llegar con más tranquilidad a la etapa adolescente de los hijos si desde la infancia y como base se ha trabajado la confianza. “El hijo debe sentir desde pequeño que interesa lo que cuenta, que apetece conocer sus historias y hablar con él también de lo que pasa a sus padres. El adolescente igual, debe sentir que se le quiere y que su opinión es tenida en cuenta”.
La psicóloga subraya que, como sus adultos de referencia, los progenitores deben hacer ver al hijo que, pese a las normas que se le han expuesto, se respeta su terreno personal y su intimidad.
Los adultos pueden hacer el ejercicio de reconectar con lo que fue su propia adolescencia para comprender lo que acaece a sus propios hijos, una idea honesta y productiva al final. Mayorgas recuerda que, para los jóvenes, la adolescencia tampoco supone un momento sencillo en sus vidas.
Por último, la profesional habla de la negociación, esto es, buscar el diálogo con los hijos y llegar a acuerdos que se ajusten a las necesidades de ambas partes. “No va a servir de nada la imposición, tan solo para que el adolescente se ponga a la defensiva y esté en contra. Hay que practicar la escucha activa y saber expresarnos adecuadamente para conseguir ese equilibrio entre progenitores y adolescente. Por ejemplo, si va a salir con sus amistades, se puede pactar una hora de vuelta a casa, de igual modo, el tiempo para estar jugando con la consola o ver el teléfono móvil”.