Hace ya diez años desde que la periodista Concha García Campoy falleció a los 54 años tras un “fallo hepático agudo”, según informaron fuentes sanitarias. La presentadora había sido ingresada en el Hospital La Fé de Valencia tras unas complicaciones de la leucemia que padecía y de la que probó diferentes tratamientos. La periodista dejó una huella indudable, especialmente en Las mañanas de Cuatro e Informativos Telecinco, sus últimos trabajos. Hoy, en el décimo aniversario de su muerte, su hijo le dedica unas emotivas palabras en una carta abierta.
Lorenzo, su hijo y también periodista, le ha dedicado unas palabras publicadas en Vanitatis, en El Confidencial, donde recuerda con especial cariño los veranos en Ibiza cuando “desaparecían para ti, mamá, los compromisos laborales, las audiencias y los problemas de Madrid. Estábamos en Ibiza y estabas con tu familia elegida: tus amigos. Cuando desembarcaban en casa Luis Alegre, David Trueba y Santiago Segura tu cara cambiaba y yo ya sabía que venía días en los que vería a mi madre profundamente feliz”.
“¿Cómo se supera la muerte de una madre? ¿Es acaso posible?”, se pregunta Lorenzo. “Con la muerte de una madre se vive el resto de tus días. Ni se supera ni se cura. Aprendes a vivir con ese vacío. Se puede ser muy feliz a pesar de que la vida te arrebate de una forma tan prematura tu principal pilar”, reflexiona ahora.
Pero, tal y como cuenta, “no todos los 10 de julio fueron así”. Eran aquellos días en Ibiza rodeados de amigos. Concha era “una anfitriona insuperable, lo que provocaba una combinación mágica y, gracias a la cual, hoy me puedo agarrar a muchos recuerdos. Me divertía ver a Santiago de incógnito con su gorra, por supuesto sin ningún éxito, y las jornadas que nos dejaban sobremesas gloriosas”.
“Nunca te gustó en exceso el faranduleo y reivindicabas la Ibiza payesa y auténtica. Y así nos recuerdo, en una esquila de Ses Salines, Berta, tú y yo tumbados en uno de esos pareos de mercadillo que te encantaba comprar”, rememora el hijo de la periodista.
“Sigo yendo todos los veranos a nuestra Ibiza y me llevo estos recuerdos conmigo: como digo, no me queda otra. Intento crear los míos propios en nuestros sitios, pero es complicado. Cada año que pasa saboreo nuestros recuerdos con más felicidad que nostalgia. Con más sonrisas que lágrimas. Y pienso en la suerte de haber vivido tan maravillosos momentos y no tanto en lo que ya no podremos compartir juntos. Así trato de vivir con este vacío, a pesar de que los 10 de julio en Ibiza nunca volvieron a ser los mismo”.