Tener nietos es uno de los hitos en la vida de cualquier persona, uno de los hitos que automáticamente nos sitúan en unas coordenadas muy concretas. Por si había alguna duda, ser abuelo es ser mayor. Y si además se es mujer, es muy posible que esa revolución familiar coincida con la menopausia, otro hito en la vida de cualquier mujer. Tanto hito puede indigestarse, a no ser que seas Susana Alosete, periodista decidida a quitar hierro y añadir información, empatía y mucho cariño a esta situación. Alosete es la autora de 'Manual para abuelas Boomer', un libro autoeditado en el que de manera clara y bien documentada explica por qué todo lo que rodea a la maternidad ha cambiado tanto en los últimos años y de qué manera los abuelos boomer pueden ser muy valiosos en este escenario.
Empecemos por el principio: ¿qué diferencias has visto entre el embarazo de tu hija y el tuyo propio? ¿Cuánto ha cambiado la maternidad?
Esta quizá sea la pregunta más importante de todas. Son esas diferencias tan grandes las que han dado pie al libro. Cuando yo tuve a mi hija, hace ahora 29 años, la información con la que contábamos estaba principalmente en dos sitios: los libros y nuestras madres y, por supuesto, terminabas haciendo caso esencialmente a lo que te decía el ginecólogo primero y el pediatra después. Esto ahora ha cambiado de una forma brutal, puesto que las nuevas generaciones tienen acceso, en primer lugar a muchos más libros, ya que la forma de consumir literatura ha cambiado una barbaridad y son cientos los libros a los que tenemos acceso, de cualquier especialidad, desde cualquier punto de vista y a tan solo un clic. Pero además de los libros, hay decenas de profesionales poniendo sus conocimientos a disposición de los futuros padres de forma accesible y totalmente gratuita, a través de redes sociales, plataformas de vídeo, blogs. Es una cantidad de información inabarcable y es muy importante saber curar muy bien los contenidos que consumes como futura madre, pero al mismo tiempo te da una idea muy clara de qué es lo que quieres hacer con tu embarazo, con tu parto y con la crianza de tu bebé que hace 30 años no teníamos.
¿La información ha hecho que las madres estén al frente de su embarazo?
Para unos padres bien formados e informados, ya no basta con lo que diga el ginecólogo o el pediatra y seguirlo a ciegas, ahora ya saben lo que quieren y cómo lo quieren y van buscando esos profesionales que se ajusten a sus necesidades y a lo que consideran es lo mejor para su bebé. Por supuesto, lo que las madres hicimos en su momento es ya historia antigua y la idea de que nos dejáramos hacer sin preguntar y sin opinar, una ofensa y una constatación de nuestra falta de criterio.
¿Y eso crea conflictos?
Es aquí, precisamente, donde chocas constantemente con ellos, pues por un lado te hacen sentir inútil y por otro, también un poco idiota, sobre todo cuando ves que confían más en un instagrammer al que no conocen de nada que en ti. Una vez entiendes que el contenido que están consumiendo es realmente útil, que los que están al otro lado son profesionales médicos y buscas el razonamiento científico detrás de todos los cambios es cuando empiezas a relajarte, a darles su espacio y a confiar en que tus hijos saben lo que están haciendo. Más tarde ellos también comprenden que tus ideas o tu experiencia pueden estar desfasadas pero que también necesitan que estés ahí para darles acompañamiento, amor y ayudarles a otras cosas aparentemente menos importantes y todo se va acomodando, pero es algo que hay que trabajar entre todos.
El embarazo de tu hija coincidió con los primeros meses de tu menopausia. ¿Cómo habéis conciliado ese festival de hormonas?
Mal. Como decía en mi respuesta anterior, hay que trabajar la relación padres-hijos y especialmente la relación madre-hija y cuando ella está sobrepasada por su hormonas y a ti te toca lidiar con las tuyas en plena menopausia, el cóctel puede ser muy explosivo. Tan pronto llorábamos con una película o una foto como nos enfrascábamos en una discusión por el tipo de zapato que iba a llevar el bebé al que aún le faltaban más de seis meses de gestación. La de las hormonas es una batalla perdida, pero siempre y cuando seas consciente de que son ellas las que hablan por ti, de que mucho de lo que sientes no es real sino fruto de sus desarreglos, la gestión de los sentimientos a flor de piel debería ser más fácil de llevar. Y si no lo consigues del todo, ¡siempre puedes escribir un libro para desahogarte!
¿Cómo ha afectado la experiencia de tu propia maternidad con la de tu hija? ¿Qué echaste en falta entonces? ¿Qué te pareció que sobraba?
En mi embarazo y maternidad yo no eché de menos nada. No hace tantos años de eso, pero sigue siendo una época en la que hacíamos lo que nos decían y todas las cosas que ahora nos parece que están mal o son mejorables a nosotras nos parecía que era lo que había que hacer y yo personalmente no solo no sufrí con ninguna, sino que me parecieron todas muy bien. Con la perspectiva de lo que sé ahora, hay cosas que posiblemente hubiera hecho diferente. De hecho, incluso entonces siempre pensé que haría cosas distintas cuando tuviera un segundo bebé, que nunca llegó, pero sobre todo porque consideraba que la experiencia me había ayudado a entender o saber gestionar algunas cuestiones que como madre primeriza no controlaba. Hay otras que creo que salieron muy bien y que yo intentaba que mi hija supiera y replicara, pero enseguida entendí que no tenía sentido y que ella tenía que ser dueña de su propio embarazo y de su manera de hacer las cosas, que tenía que ser un acuerdo entre ella y su marido y que la responsabilidad era solo de ellos, aunque hubiera decisiones que a mí no me terminaran de gustar o de convencer.
¿Te ha costado darle tu opinión sobre ciertos temas a tu hija?
Creo que es bueno mostrar tu opinión, pero siempre haciendo mucho hincapié en que es solo tu opinión y que la pones sobre la mesa a modo informativo, nunca para criticar lo que ellos hagan o para presionar con ella, solo para ofrecer otro punto de vista. En mi caso concreto, mi hija suele tener muy en cuenta las cosas que le digo y eso a mí me pone un extra de presión, pues quiero decir las cosas sin que ella se sienta presionada y a menudo dudo de si lo estaré haciendo bien o sería mejor callarme. Seguimos trabajando en ello.
En español existen las palabras ‘maternidad’, ‘fraternidad’, ‘hermandad’… pero no existe la ‘abuelidad’. ¿No crees que eso ya es un síntoma del papel que han jugado hasta ahora los abuelos? ¿Aún tenemos que ponerlos en valor?
Pues no lo había pensado, pero es cierto que es muy raro que no exista una palabra para definirlo, deberíamos inventarla. Sin embargo, no creo que esta ausencia de concepto sea fruto de una falta de valor del trabajo de los abuelos hasta ahora, donde jugaban un papel esencial y que nadie discutía. Quizá sea ahora cuando ese papel empieza a desdibujarse por los cambios sociales que estamos experimentando. Por una parte, está lo que ya hemos comentado de cómo han dejado de ser fuente principal de conocimiento. No es en sí mismo una cosa mala, pues es muy cierto que no podemos estar al día de todos los cambios que se suceden en la investigación sobre embarazo, parto y cuidados de madre y bebé y hoy en día la ciencia avanza a tanta velocidad que es mejor que sean los futuros padres los que se informen y nos cuenten a nosotros cómo son las cosas y, más importante aún, por qué son así. Además de no ser un referente en crianza, la forma en que la sociedad ha evolucionado hacia unos centros de actividad basados en las grandes ciudades ha dejado a muchos abuelos fuera de la vida de sus hijos y nietos, limitados a disfrutar de ellos en vacaciones y fiestas de cumpleaños, pero perdiéndose el día a día de su crecimiento y ese es un cambio muy grande.
Ahora muchas abuelas trabajan y no están tan disponibles para cuidar a los nietos. ¿Cómo cambia eso la relación?
La incorporación de la mujer al mundo laboral hace que las abuelas de mi generación sigamos activas profesionalmente cuando nuestras hijas son madres, limitando nuestra capacidad para ejercer de apoyo cuando se nos necesita. Si a todo esto le sumamos los constantes llamamientos a empoderarte como madre de muchos de estos profesionales de la salud, muchos de los cuales eligen a los abuelos como ejemplo de todo lo que no se debe hacer, nos encontramos en una tesitura muy complicada y a veces dolorosa.
Sin embargo, la relación entre abuelos y nietos sigue siendo absolutamente esencial para la personalidad del niño...
Afortunadamente, sigue habiendo estudios sobre cómo la presencia de los abuelos es importante para el desarrollo infantil y de qué manera nuestro rol es esencial en sus vidas como referente más allá del de sus padres, con nuestras particularidades y nuestras formas de hacer las cosas, siempre desde el respeto a la educación que ellos hayan elegido para sus hijos. Quizá habría que darle más espacio a estos estudios y un mejor sitio a los abuelos, en lugar de apartarnos como fuente de tradiciones perniciosas y malos hábitos. Quizá esos mismos profesionales que insisten en que los padres son los únicos que deben tomar las decisiones por sus hijos, algo que comparto al 100%, deberían cuidar más cómo lo dicen y los ejemplos que ponen, para no ponernos a los abuelos en la diana tan frecuentemente y ayudarnos a todos a gestionar las relaciones familiares de forma armónica en un momento tan importante para la vida de todos.
Eres una mujer joven, activa, que está en el mundo... ¿Cómo te ves de abuela?
Personalmente, me ha sorprendido muchísimo lo que siento como abuela. Así como de joven tenía muy claro que quería ser madre y estaba como loca por mi hija, cuando llegó el momento de ser abuela, no sabía cómo me iba a sentir y no era en absoluto una de esas madres que están deseando tener nietos. Me hizo mucha ilusión saber que mi hija estaba embarazada, pero sobre todo por ella, porque era lo que ella quería y a mí eso me hacía feliz. Ahora que mi nieto ya ha nacido estoy sorprendidísima con las sensaciones y sentimientos que despierta en mí, porque no soy capaz de diferenciarlas de lo que en su momento sentí como madre. Echo la vista atrás y para mí es exactamente el mismo amor, la misma ilusión por verle hacer cosas, por verle crecer, por bañarlo, darle un biberón. La única diferencia aquí radica en que yo no puedo tomar las decisiones sobre su crianza y si quiero hacer algo nuevo con él debo preguntar primero o que si está malito sufro algo más porque no estoy con él 24 horas y no veo su evolución, por lo que la preocupación es mayor al no saber si está mejor o empeorando y no poder preguntar constantemente a sus padres para no agobiarlos en un momento de tensión. Pero, a nivel emocional, soy incapaz de distinguir el amor que tengo por mi hija del que tengo por mi nieto y eso es algo con lo que no contaba y de lo que creo se habla muy poco.
¿Te has planteado qué tipo de abuela quieres ser?
Sobre el tipo de abuela que quiero ser, creo que me gustaría tener con mi nieto la misma relación que tengo con su madre. A ella y a mí nos salió así y las circunstancias son muy distintas, porque no vivimos juntos, porque yo tengo otra edad, porque en este caso es un niño y no sé si eso afectará de alguna manera, aunque quiero pensar que no y a día de hoy no considero que deba hacer nada diferente, pero solo el tiempo nos lo dirá. Ahora no dejo de fijarme en la relación que algunas personas que conozco tienen con sus abuelos y a menudo pienso si de mayor me gustaría parecerme a ellos, pero no creo que sea algo que se pueda planificar. Solo espero que me quiera mucho, que me tenga muy presente en su vida y que sepa que soy alguien en quién puede confiar y que siempre estará ahí para ayudarle en lo que necesite. Si además consigo que tenga ganas de verme, de hacer cosas divertidas conmigo y la visita a casa de los abuelos no se convierta en una pereza o una obligación incluso cuando sea adolescente, me hará inmensamente feliz.
¿Ha cambiado también la relación con tu hija? ¿De qué forma?
Creo que no, que la relación sigue siendo la misma que teníamos antes. El gran cambio para nosotras fue cuando ella se marchó de casa y empezó a vivir con el que ahora es su marido. Ahí ya dejó de ser mi niña para pasar a convertirse en una mujer independiente, a tomar sus propias decisiones y dejar de apoyarse en nosotros para todo. Había una tercera persona en la ecuación con la que teníamos que contar y con la que ella estaba formando su nueva familia y todos teníamos que hacer un trabajo de adaptación a la nueva situación, en nuestro caso dándole a él su sitio y aceptando que ahora la balanza se incline más hacia su lado, abrazando pero sin apretar. Aún seguimos teniendo una relación muy cercana, pero es un cambio sobre el que seguimos trabajando y creo no se ha visto muy afectado por la llegada de mi nieto, que ha venido a reforzar su núcleo familiar y a recordarnos una vez más que ella ya tiene su propio proyecto y toma las decisiones con otra persona.
¿Cómo crees que se siente ahora tu hija?
Quizá comprenda algunas cosas que hasta ahora no terminaba de encajar, aunque creo que eso vendrá más adelante, a medida que mi nieto vaya siendo algo mayor. Siempre te dicen eso de que nunca sabrás cuánto te quieren tus padres hasta que tengas hijos, pero yo creo que en nuestro caso ella ya lo tenía muy claro antes y aunque ahora lo experimente desde el otro lado, esto es solo un hito más en el camino y si acaso, lo que ha hecho es reforzar nuestra relación.
Tu libro es un manual de abuelas boomer: tres cosas que toda abuela boomer debe hacer y tres cosas que tiene prohibidas.
Tres cosas que deberías hacer: leer, respetar y acompañar. Leerlo todo, todo lo que tus hijos estén leyendo sobre embarazo y crianza, saber de dónde vienen sus ideas, cuáles son las bases científicas que las sustentan, por qué son tan importantes los cambios, qué beneficios tienen. Seguir en redes sociales a todos los que ellos siguen y ser la primera en sabértelo todo. Solo así pasarás de estar confundida y no entender nada a apoyarles en sus decisiones de forma convencida y hasta envidiar algunas de las cosas que van a vivir.
¿Por qué respetar?
Respetar todas sus decisiones aunque no las entiendas, no discutirlas, aunque quieras dar tu opinión, dejar claro siempre que solo es eso, una opinión más, pero que respetarás lo que ellos decidan, aunque estés muerta de miedo por lo que van a afrontar o creas que sería mejor de otro modo. Si lo ves excesivo, leer y leer hasta que lo entiendas... o hasta que veas que es una locura y decidas ofrecerles los resultados de tu investigación para que los tengan en cuenta. Pero siempre respetar y no juzgar, aprender con ellos y acompañarles. Algunas decisiones puede que te duelan, pero tendrás que aceptarlas y sobre todo, no interpretarlas al pie de la letra, pues mucha de la teoría es solo eso, teoría, que a la hora de la verdad no es tan terrible como te la han planteado.
También hablas de acompañar...
Acompañarles en el viaje. Ellos están tan asustados como tú y deben saber que no serás un problema sino un apoyo. Que no tengan que perder el tiempo pensando cómo decirte algo o cómo gestionar una determinada situación contigo. Dales libertad y recuérdales todo el tiempo que estarás ahí para lo que necesiten, compartas o no la decisión que están tomando. No debería haber nada prohibido, al menos nada específico para esta situación. Ni imponer, ni juzgar, ni querer hacer todo a tu manera porque sí, porque así es como lo hicimos contigo y has salido bien, que es una frase muy típica de abuelos. Pero esto son cosas esenciales en cualquier faceta de la vida y cuando nos enfrentamos a cualquier decisión que toman nuestros hijos, sobre todo cuando ya son independientes. Nada debería estar prohibido si se hace o se dice con amor, con buenas intenciones y aceptando si te dicen no, gracias.
¿Qué has querido contar en tu libro?
Me gustaría que las personas que lean mi libro reciban una parte de información sobre estos cambios importantes que están surgiendo en la forma de llevar un embarazo, de parir o de cuidar al bebé en sus primeros días. He intentado hacer un libro divulgativo, con referencias a los estudios que avalan algunas de las cosas que cuento, aunque yo no sea un profesional médico y sin perder el sentido del humor. Pero en última instancia el libro es la historia de una madre y una hija que van a ser abuela y madre, respectivamente, y que podrían haber sufrido un grave deterioro de su relación personal por culpa de todos los cambios médicos y sociales que han ocurrido en estos 30 años y que consiguen, con amor y mucho trabajo, salir adelante reforzadas. Confío en que sirva a muchas de las futuras abuelas que, como yo en su momento, están descolocadas y no terminan de entender nada.