La Navidad representa, entre otras muchas cosas, momentos para compartir con la familia y los amigos, cada uno distintos, con caracteres y formas de ver las cosas diferentes que pueden no impedir fricciones y que en un momento dado salten chispas.
Es normal que en Navidad nos sintamos más vulnerables. Desde la Escuela de Salud de Harvard, sus expertos destacan que durante las fiestas las personas pueden estar más estresadas y a la defensiva bien sea por el clima, por afrontar compras y regalos o por el hecho de no tener con ellos a personas especiales, bien por fallecimiento o distancia geográfica.
Asimismo, remarcan que: “Beber alcohol en las reuniones navideñas también puede alimentar las discusiones, ya que el alcohol reduce las inhibiciones y hace que sea más difícil mantener la calma o la compostura".
"Cada año pasa lo mismo y he de callarme por mi bienestar. Ir a comer o cenar toda la familia juntos suele llevar a desencuentros”, asegura Tomeu, albañil de 51 años. Tomeu explica que es tradición reunirse los cuatro hermanos con sus familias en casa de su madre, pero que uno de sus hermanos siempre saca a relucir temas políticos que a él le exasperan y que entiende que podrían omitirse para mantener un ambiente agradable y sin tensiones. “Creo que lo hace con conocimiento de causa, no todo el mundo pone de su parte", destaca.
Lucía, ama de casa de 54 años, no tiene pareja ni hijos y cada Navidad va a comer a casa de su hermano. “Nuestros padres fallecieron hace tres años y me parece bonito reunirnos para arroparnos y disfruto de mis sobrinos. La mujer de mi hermano y yo no tenemos feeling y aunque le he pedido que no mencione a mis padres siempre tiene algún comentario sobre cómo fueron sus últimos años de vida y lo que debimos o no haber hecho”, expresa.
Como añade, en más de una ocasión tuvo que salir de la casa a respirar y que su hermano mediase y mandara callar a su mujer. “Creo que hay temas y comentarios que sobran en días de cierta melancolía y con las emociones más acentuadas", sostiene.
Montse Cazcarra, psicóloga sanitaria, indica que las discusiones en las comidas familiares suceden porque se lleva un bagaje detrás y seguramente no se ha logrado intercambiar distintos pareceres sin aleccionar o imponer. “No es nuestra función convencer o hacer cambiar de opinión a otros", aclara.
La autora de 'Amor sano, amor del bueno' (Editorial Grijalbo) asevera que resulta crucial entender que en esas tertulias el consumo de alcohol no permite poner el freno y hace que se digan más cosas de las que desearíamos expresar y de la forma menos respetuosa. Para ella, habría que pensar en limitar el consumo.
La profesional establece las pautas para mantener una reunión familiar sin conflictos:
“Habría que desechar asuntos políticos o de religión para mantener un buen clima con la familia”, refiere Susana Mayorgas, psicóloga infanto-juvenil. Por otra parte, la profesional clarifica que es lícito decidir no estar o no ir a casa de personas con las que se mantiene una mala relación: “Tienes el derecho a celebrar las fiestas como te apetezca, no es una obligación asistir a todo si no vamos a estar cómodos".
La experta de Sune Atención Psicológica apunta que ir a un restaurante puede evitar que se den discusiones y si el evento es en casa de otra persona es positivo colaborar promoviéndose una mayor solidaridad y empatía que fortalecerá las relaciones. Por último, Mayorgas afirma que resulta esencial respetar las normas de cada casa y no juzgar ni imponer nuestro criterio si somos los invitados. Si somos anfitriones, podemos permitir a los invitados su participación y aceptar su ayuda.