El origen de la famosa expresión 'en el quinto pino': tiene que ver con el amor

  • El célebre árbol al que muchos españoles hacemos referencia se encontraba en Madrid

  • Fue uno de los cinco que Felipe V ordenó plantar en el paseo de la Castellana en el siglo XVIII

  • El último pino, el más alejado del centro, se convirtió en el preferido de las parejas que buscaban intimidad para sus encuentros

Cuando tenemos que ir a un lugar que nos pilla bastante lejos, o al que cuesta mucho llegar, solemos ubicarlo a la altura de una localización muy precisa: el quinto pino. Lo que no muchos saben es que ese pino existió de verdad y en realidad no estaba tan alejado. O sí, depende del punto de vista. El famoso árbol tan mencionado en multitud de contextos fue plantado en la capital de España, en el siglo XVIII.

Fue Felipe V quien durante su reinado, que tuvo lugar entre 1700 y 1746, mandó plantar cinco pinos muy frondosos y con una gran separación entre ellos en una de las principales arterias de Madrid. El primero de los cuales se encontraba al comienzo del Paseo del Prado, muy cerca de la actual estación de Atocha, y el último, el quinto, donde actualmente están los Nuevos Ministerios, a unos 7 kilómetros de distancia del primero. Ese último fue el que se convirtió en el más popular, a principios del siglo XX, precisamente por ser el menos transitado y el más alejado del centro de la ciudad.

Así que ese lugar se convirtió en un refugio perfecto para las parejas que querían darse muestras de cariño a solas, sin decenas de ojos indiscretos mirándoles, porque estaba mal visto hacerlo en público. El pino actuó durante años casi como si fuera un muérdago. Quienes quedaban allí lo hacían buscando intimidad y alejarse de las miradas curiosas. De hecho, las jóvenes que acudían a sus citas con carabinas solo tenían permiso para ir hasta el quinto pino, nunca más allá.

El origen de otras expresiones populares

Siglos después la expresión estar en 'el quinto pino' sigue utilizándose, aunque con un significado más abstracto, para hablar de algo que se encuentra muy lejos. Es una de esas frases hechas o populares que los españoles utilizamos a la hora de comunicarnos y que muchas veces los extranjeros son incapaces de entender, incluso aunque conozcan el idioma.

Por ejemplo, 'irse de picos pardos', una locución verbal coloquial que significa "ir de juerga o diversión a sitios de mala nota", según la RAE, quería decir salir de juerga y acabar en un prostíbulo, ya que antiguamente las autoridades obligaban a las prostitutas a vestir un jubón -vestidura ceñida que cubría desde los hombros hasta la cintura- con cuatro picos de color pardo para poder distinguirlas del resto de mujeres.

'Costar un ojo de la cara' proviene del siglo XVI, cuando los españoles y la civilización inca estaban en guerra para conquistar Perú. Uno de los militares más importantes, Diego de Almagro, recibió en una batalla el impacto de una flecha en un ojo y lo perdió, por lo que solía decir que defender los intereses de España le había costado "un ojo de la cara". Y la expresión 'llevar al huerto' tiene su origen en 'La Celestina', de Fernando de Rojas, cuando la protagonista convence a Milibea de que se encuentre a medianoche en el huerto con su amante, Calixto.