La crisis también afecta al acogimiento de menores en situación de riesgo o desamparo. No hay familias de acogida suficientes. La realidad es que hay muchos niños que viven en centros y podrían estar en un hogar familiar, si hubiera más familias disponibles. El hecho choca con otra realidad incuestionable: en los últimos tiempos ha aumentado el número de peticiones de familias de acogida, por renuncias de los padres biológicos, retiradas de custodia o porque los padres piden ayuda directamente ante la situación de dificultad que están viviendo.
El acogimiento familiar no preadoptivo no es un programa de adopción. Se trata de familias que acogen temporalmente a menores en riesgo o desamparo que deben ser separados temporalmente de sus padres. En la mayoría de los casos mantienen la relación con su familia biológica. Las situaciones por las que se da este tipo de crianza son muy diversas y dan lugar a distintos vínculos. De hecho, hay acogidas de unos pocos días y otras que se prolongan años.
Mientras que con la adopción los vínculos se extinguen, durante el acogimiento el niño siempre pertenece jurídicamente a su familia biológica. El menor reside con una familia que hace frente a sus necesidades, pero no pierde el contacto en ningún momento con su familia natural, con la que se establece un régimen de visitas controladas por técnicos. De esta manera, cuando los padres biológicos son capaces de asumir la paternidad, pueden recuperar la convivencia con su hijo, quien, por otra parte, siempre necesita el contacto con su familia biológica. De no hacerlo así, sentiría la acogida como una especie de 'secuestro'.
Las políticas de acogimiento dependen de cada comunidad autónoma, por lo que cada una de ellas demanda unas condiciones específicas. En términos generales, las familias acogedoras o de acogida deben disfrutar de una vida familiar estable y activa, con suficientes recursos económicos, sin problemas de salud graves que impidan la crianza y, sobre todo, mucho tiempo. La disponibilidad es clave para poder ser familia de acogida.
“Necesitamos familias acogedoras de todo tipo, pero este perfil, el de familias sénior, es especialmente adecuado para la modalidad de acogimiento de urgencia”, explica la consellera de Drets Socials i Inclusió de la Generalitat de Catalunya, Mònica Martínez Bravo en La Vanguardia. Esta llamada responde a la que se hizo hace apenas unas semanas, fruto de la realidad aludida: mientras el número menores tutelados crece, el de familias de acogida se ha estancado.
La acogida, especialmente cuando es de urgencia, requiere una disponibilidad de tiempo muy elevada, y entre el colectivo de personas jubiladas es más probable que se pueda cumplir. De hecho, entre las familias de acogida en Catalunya, el 7% de los 'padres' y 'madres' voluntarios tienen más de 60 años. Focalizando en las acogidas de urgencia, las familias séniors son el 41% de las que acogen. En estas franjas de edad de más de 60, “no pueden acompañar a un niño durante muchos años, por su edad, pero sí tienen el coraje y la disponibilidad para dar un apoyo puntual de unos meses a un niño muy pequeño, o bebé, mientras se ve cuál es la mejor situación para la criatura”, explica la consellera Martínez Bravo.
El artículo 173 del Código Civil establece que "El acogimiento familiar produce la plena participación del menor en la vida de familia e impone a quien lo recibe las obligaciones de velar por él, tenerlo en su compañía, alimentarlo, educarlo y procurarle una formación integral en un entorno afectivo". En este sentido parece que son los menores los mayores beneficiados, pero las familias de acogida también se ven beneficiadas al llevar a cabo una experiencia enriquecedora por lo que tiene de solidaria, de ayuda y de transmisión de valores. En términos económicos, las familias acogedoras suelen recibir, dependiendo de cada comunidad autónoma, unos 120 euros mensuales por menor acogido. Sin embargo, estos incentivos no son las razones principales por las que los séniors se embarcan en esta aventura.
"Acoger a un niño o niña que lo necesita, te da ganas de vivir, ves la ilusión de una persona nueva, te aporta la sensación de que en este mundo no todo es malo, te llena de vida, y eso no tiene precio”, explica en La Vanguardia Anna Casals y su pareja Xavier Rusiñol. Ambos tienen 73 años y tienen en acogida a una niña desde el día que nació, hace ahora seis meses. Comenzaron a acoger en 2008, siempre a bebés y la experiencia no ha podido ser más revitalizante.