Es un momento temido por las dos partes, cuando el hijo sabe que no puede hacerse cargo de sus progenitores y cuando estos últimos saben que por diversas razones o dificultades sus hijos no pueden prestarle toda la atención que les gustaría. Es entonces cuando surge la opción de plantear que el mayor pase a una residencia, o un centro de día, donde sí puedan atenderlo adecuadamente. Pero si bien a veces es fácil el cambio, su planteamiento no siempre es tan sencillo. ¿Cómo se puede abordar el momento del cambio de casa a una residencia con un mayor?
Es normal que una persona a la que se propone ir a una residencia sienta que puede ser una carga o que sea reticente a abandonar su hogar en el que ha vivido durante décadas, donde ha visto crecer a sus hijos o han dado sus primeros pasos sus nietos. Unas cuatro paredes llenas de recuerdos que dejaría atrás para tener un cambio de vida en otro lugar totalmente diferente. Por ello es lógico que estas personas sientan inquietud e incluso cierto temor o miedo por ese posible futuro desconocido debido a un cambio que le traerá una nueva rutina o dejar de ver a sus familiares con la misma frecuencia.
Sin embargo, cada caso es un mundo aparte y no todas las personas de edad avanzada se toman de la misma forma estos cambios, donde entran las condiciones de cada uno, si por ejemplo tiene algún tipo de movilidad reducida, enfermedades como el alzhéimer o cualquier necesidad especial. En esos casos es, quizá, más sencillo abordar este tema que cuando la persona no tiene dificultades.
Para ello, la trabajadora social de Caser Residencial Beatriz Parra expone que siempre se les puede explicar con calma "los temores de la familia, como que pase demasiado tiempo solo o sola en casa, que sufra alguna caída estando solo o que no tome bien sus medicamentos". No obstante también aboga por comentar los diferentes beneficios que puede tener al acudir a una residencia o un centro de día, como que siempre se estará rodeado de un equipo médico adaptado de sus necesidades, con diferentes actividades o junto a otras personas de su misma edad que pueden reforzar sus relaciones sociales.
Por su parte, la experta avanza a algunos consejos destinados a los familiares para tratar el tema con sus mayores de forma positiva y hacer el proceso de cambio más sencillo.
Hacerle partícipe
Según explica la experta, es clave que el mayor sea quién tome las decisiones ofreciéndole las diferentes opciones y estudiándolas junto a él para que forme parte del proceso y se sienta verdaderamente implicado en la búsqueda del centro.
Permítele ver el centro
Al igual que debe ser partícipe de la decisión, también debería serlo en la elección del centro, por eso no hay nada mejor que permitirle visitar las instalaciones previamente. Ver las habitaciones, a los profesionales, el ambiente o las zonas comunes le puede ayudar a quitarse ciertos temores sobre estos cambios.
No le mientas
Ante todo, sinceridad. No le prometas que solo irá unos días o semanas cuando no es real, pues terminará siendo consciente de ese engaño pudiendo hacerle sentirse mal por ello, como una carga familiar.
Que sepa que es la mejor opción para él
Tanto los hijos como el resto de familiares implicados deben tener claro que esta es la mejor opción para el mayor para así podérselo trasladar en cada paso que se da y ofrecerle la confianza necesaria para animarle durante el cambio de rutina.
Evita los sentimientos de culpa
Es normal tener ese sentimiento de culpabilidad cuando se propone a un progenitor ir a una residencia o un centro de día, por eso es importante ir a la parte positiva, la atención que recibirá, el entorno adaptado a sus necesidades o la posibilidad de visitas continuas de los familiares.