Acabar harto de la familia en Navidad no es tan raro y tiene explicación médica: hipercopresencia
Las largas celebraciones navideñas pueden dar rienda suelta a conflictos enquistados. Si es así, es que la hipercopresencia se ha manifestado
Seamos permisivos y creemos nuestras propias tradiciones. No todo el mundo sueña con una blanca Navidad
Vuelven a casa por Navidad, y, confiésalo, te hace ilusión pensar en el reencuentro con tus parientes, en hacer planes divertidos, en preparar esos caprichos que sabes que les gustan... Todo es idílico hasta que la realidad se impone: sientes que han invadido tu casa, no entiendes por qué tardan tanto tiempo en darse una ducha y recoger su habitación o la mesa después de comer no está entre sus prioridades. Por lo que respecta a los niños, tan ricos y, a veces, tan maleducados. La generación más veterana (suegros, padres) te inspira sentimientos encontrados: los quieres y a ratos necesitas perderlos de vista. ¿No se dan cuenta del trabajo que dan?
Seguro que te sientes identificado con uno o muchos de estas emociones. Si es así, padeces sobredosis de familia o en términos más técnicos episodios de hipercopresencia, un trastorno que afecta a la convivencia cuando se comparte el mismo entorno durante varios días y no hay una relación frecuente. Aunque puede ocurrir en varios momentos del año, la Navidad es particularmente propicia. Ya lo decíamos al principio: reencuentros y desencuentros.
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Maneras de vivir
Para la psicóloga Romina Paola Giarruso, responsable del Centro de Psicología Psicobai, conviene distinguir dos tipos de familia. “Hay personas que esperan durante todo el año vivir la Navidad y personas que lo viven como un mandato, una obligación. Es importante tener identificado cada tipo porque, en función de eso, su actitud va a cambiar. En el primer tipo, la Navidad se ve como una vuelta al hogar y su actitud es más permisiva. En el segundo tipo son más frecuentes los conflictos”.
Las discusiones familiares en Navidad no se quedan ahí, sino que pueden dar origen a un conflicto más duradero porque, normalmente, abordan hechos del pasado con intención de hacer daño. Y las heridas escuecen durante un tiempo. “En enero acude mucha gente a consulta por algún conflicto vivido durante las fiestas. Curiosamente, en diciembre también vienen personas agobiadas porque creen que no pueden o no saben disfrutar de las fiestas y se sienten culpables”, afirma esta psicóloga, que ve en la culpabilidad una de los principales vectores de la hipercopresencia. “Si ha habido un alejamiento familiar por algún motivo y hay una resistencia a las celebraciones, hay personas que viven como una traición disfrutar de la Navidad, y al revés: si en una familia se celebran mucho y a alguien no le gusta, también siente que traiciona a su gente”.
En uno u otro caso, aflora un gran sentimiento de culpa que pasa de generación a generación. “Es importante darse cuenta de que lo que hacemos está afectando a nuestros niños. A veces me encuentro en consulta a niños desilusionados, no les gusta la Navidad por las discusiones, llegan a pedir ‘orejas nuevas para no tener que oír los gritos”, explica esta profesional.
Comer mucho (comida, sentimientos y sensaciones)
Los gritos, las discusiones y los malos modos son pruebas evidentes de conflicto, pero hay otras manifestaciones más sutiles que avisan de que estamos ante un ambiente tóxico. Una de ellas es la ansiedad: sientes vértigo ante las celebraciones, pero no las expresas entre tu gente por miedo a sentirte juzgado. “Ese es un motivo habitual de consulta”, explica Romina Giarruso, “saben que si comparten sus sentimientos no les van a comprender. Pero taponarlos tampoco sirve de nada. En Navidad no solo comemos grandes cantidades de comida, también nos ‘comemos’ muchos sentimientos y eso nos genera una ansiedad increíble”.
La justificación constante es otra manifestación de que algo no va bien. “Es frecuente entre personas que no están disfrutando, pero no quieren admitirlo y empiezan a buscar las causas en otras personas u otras circunstancias. Es normal porque la sociedad te empuja a vivir las fiestas de una manera determinada”, afirma la psicóloga. Cuidado, porque si negamos lo que sentimos, el conflicto emocional acecha.
Los pensamientos-talismán son otra de las características habituales. “En vez de pensar en lo que realmente está ocurriendo, algunas personas niegan la realidad y piensan que el año que viene todo será distinto”, explica esta profesional. Lo piensan, pero, al no identificar la fuente de sus conflictos, es muy probable que sigan repitiendo ‘ad nauseam’ la misma terrible Navidad.
Cómo superar la hipercopresencia
Es algo complejo porque los conflictos que surgen en Navidad suelen tener raíces profundas que, como hemos visto, pueden afectar a varias generaciones, pero sí hay alguna pauta que podemos poner en práctica. Estas son, según Giarruso, algunas de ellas:
1. Tomar conciencia
Si la Navidad no te mola, no es ninguna tontería. Si sientes que te hace daño, no repitas las mismas pautas. Las fiestas son para vivirlas con ilusión, siempre que esa ilusión sea auténtica y no impostada.
2. Empezar a escucharnos
Comprobar qué nos asfixia y qué no. No tener prejuicios sobre nosotros mismos. Escuchándonos encontraremos muchas respuestas.
3. Desterrar la culpa
Disfrutar o no de la Navidad es perfectamente normal. No supone ninguna traición. Tus años de experiencia te han hecho ser como eres. Acéptalo y disfruta (o no).
4. Tener recursos
Si realmente sientes que hay algo tóxico o agobiante en las fiestas, los reencuentros, los compromisos… Es hora de hacer algo: consulta a un psicólogo y/o haz todas las actividades que te recargan.
5. Activar el modo ‘disfrute’
La actitud es clave. Más que pensar en grandes estrategias, se trata de apropiarse de los momentos y ‘degustarlos’: pon en valor la calidad de las celebraciones, el comienzo del nuevo año y de los nuevos propósitos.
6. Ser permisivo
No hay una sola manera de vivir la Navidad (ni el verano ni la vida) y hay etapas en que el propio crecimiento personal impone sus leyes. Por ejemplo, en la adolescencia, se tiende a renegar de ella; los mayores, por su parte, sienten una tristeza natural porque echan de menos a los que ya no están… Aceptemos que lo más saludable es crear nuestras tradiciones, al margen de que sean las imperantes. No todo el mundo sueña con una blanca Navidad.