Sin estado de alarma, pero con la alarma social presente en las conversaciones. Una vez finalizado, las comunidades autónomas son las encargadas de gestionar el escenario de la pandemia con resultados desiguales: en Madrid, Salamanca y Barcelona los botellones masivos del fin de semana aparecen registrados en todos los medios de comunicación.
¿Los datos de contagio permiten tales celebraciones? A 5 de mayo de 2021, la ocupación de camas UCI por pacientes con COVID-19 alcanzaba el 42,7% en la Comunidad de Madrid. Esta comunidad presentaba la presión hospitalaria más alta del país, unos 20 puntos porcentuales por encima de la media nacional (22,1%). A Madrid le siguen en este ranking País Vasco (37,6%), Ceuta (35,3%), Cataluña (34,8%) y La Rioja (32,1%), según datos del ministerio de Sanidad.
El perfil del paciente ingresado en la UCI ha cambiado. Un estudio realizado entre más de 2.000 enfermos por la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) ha logrado trazar el perfil medio de este paciente en este momento de la pandemia: 64 años de edad media, principalmente varón y con factores de riesgo como hipertensión, obesidad o diabetes.
Los jóvenes, por otra parte, son los más firmes candidatos al contagio: los últimos en el calendario de vacunación y los que más incumplen las normas de mascarilla, distancia social y aforos. El contagio de un joven en uno de estos botellones puede acabar con un paciente ingresado en la UCI de cualquier hospital. ¿Cómo lograr que tomen conciencia de la situación y del papel fundamental que desempeñan? El psicólogo Guillermo Fouce, profesor de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la ONG Psicología sin fronteras comparte las principales claves.
No queremos crear un conflicto familiar, sino hacer que nuestro hijo comprenda la situación. Desde el primer momento, debemos comunicar en positivo. ¿Cómo? Haciéndole ver que no vamos a abroncar, sino a razonar ante una situación de gravedad. Para huir de la confrontación lo mejor es hacerles ver que ellos son fundamentales para cortar los contagios. De hecho, son parte de la solución.
"Partimos de una afirmación en positivo. Aceptamos la situación y luego tratamos de modificarla acercándonos a la norma", afirma Guillermo Fouce. Para lograr este objetivo, hay que ser conscientes de que los jóvenes son los más afectados por la fatiga pandémica y que su momento vital es el de desafiar las convenciones. En esta situación es muy útil hablar en primera persona: "yo también he sido joven, yo también entiendo lo mal que lo has pasado en estos meses, yo también querría que esto fuera distinto pueden ser conceptos de gran ayuda".
Para este psicólogo, el reto más difícil. "La adolescencia y juventud son las etapas en las que nos creemos más fuertes desde el punto de vista físico. Nos creemos inmunes. Esto nos lleva también a una actitud egocéntrica en la que nos creemos los más importantes". En este contexto, ¿cómo fomentar la empatía? "Activando sus mecanismos a través de historias de vida, no de cifras. Sabemos que a estas alturas de pandemia las cifras de víctimas no funcionan", explica este experto.
Si las cifras ya no impresionan, ¿cómo podemos convencer? "Poniendo nombre y apellidos, carne y emoción a nuestros argumentos. Tenemos que tirar de ejemplos, contar las historias de casos cercanos de personas que puedan conocer", explica Guillermo Fouce. La clave es personalizar la pandemia y hacer ver que no es algo abstracto (si se ha tenido la suerte de no verse afectado) sino una pésima realidad.
Para que cualquier conversación tenga éxito hay que hablar el mismo idioma. Huir del paternalismo excesivo en el lenguaje puede ser una buena estrategia. Otra opción recomendable es conocer los mensajes de influencers y otras personas de la vida pública que sean prescriptores para nuestros hijos. "Mi recomendación es contar siempre con líderes de opinión jóvenes, actores y cantantes que transmitan valores", señala Fouce, que también ve aquí una estrategia extrapolable a campañas institucionales.
Tenemos que tener claro que toca "reiterar los mensajes cuantas veces sea necesario y mantener la calma, aunque a veces nos desesperen", afirma este psicólogo. Para que el mensaje llegue tampoco podemos liarnos en un galimatías de datos, sino insistir en los conceptos clave: "el covid sigue aquí y sabemos que se transmite por el contacto físico y por no llevar mascarilla. La situación no es agradable pero hay que remarcar que para evitar los contagios, hay que seguir manteniendo las mismas precauciones", explica este psicólogo.
"El adolescente es muy capaz de encontrar contradicciones entre los adultos. Si el adulto no hace lo que le está pidiendo a su hijo, es difícil que el joven lo haga", señala Fouce. Practicar con el ejemplo es posiblemente la pauta más eficaz para educar a un hijo, pero no siempre es fácil llevarlo a cabo, más aún en plena fatiga pandémica. "Ha habido llamadas a un discurso de libertad mal entendido que puede haber generado comportamientos poco cívicos", advierte el psicólogo.
El sentimiento de pérdida es un gran motivador, nos hace poner en valor lo conseguido y mantenerlo. Puede ser un recurso de gran ayuda en estos momentos. Guillermo Fouce le da una vuelta de tuerca y lo expresa de otra manera. "Hay que preguntarle: ¿te gustaría que esto le pasara a alguien de la familia o a ti?". Lo cierto es que, últimos en el calendario de vacunación y con una adolescencia cada vez más prolongada que retrasa la emancipación, la probabilidad de que un joven contagiado lleve el virus a la casa familiar es muy alta. La juventud tampoco es sinónimo de salud: si este mismo joven es obeso o tiene una patología latente en forma de diabetes o hipertensión, además de contagiar, puede poner en peligro su propia vida.