Ni móvil ni tablet: la familia española que ha elegido cero pantallas para sus hijos

  • Las pantallas son ubicuas, pero la familia de Sole Domínguez ha decidido ponerle coto

  • "Me dicen que voy contra el progreso; ¿esto es progreso?"

  • Algunos expertos advierten del FOMO, la nueva adicción al móvil

Es una imagen común en cualquier restaurante o terraza: niños que aún van en coche (habitual hasta los tres años) y que en cuanto lloran o se ponen pesados uno de los padres le pone delante un móvil o una tablet con el argumento de que son contenidos adaptados a su bebé. Hasta hace unos años, de hecho, era 'cool' que un niño pequeño manejara con soltura cualquier dispositivo móvil o incluso tuviera su propio gadget.

Cuando la ciencia dice "no"

Sin embargo, la ciencia hasta hoy es contundente: antes de los dos años, cero pantallas. Muchos educadores también están de acuerdo en esta limitación. A partir de ahí, la preferencia es poca pantalla hasta los seis o siete años, y siempre con contenido adaptado a su edad y bajo control parental.

Así de claro lo tiene también Sole Domínguez y su familia. Esta empleada de banca decidió con su marido que sus dos hijos, de ocho y seis años, no tendrían acceso a ningún dispositivo móvil. Ambos contaron en El País, su particular cruzada, un acuerdo nada fácil que exige repensar varios asuntos de la convivencia familiar; desde la propia organización de la agenda hasta estar dispuestos a ser calificados como 'los raros' del grupo.

Padres totalmente de acuerdo

Cuando se toma una decisión así, es importante que tanto el padre como la madre estén totalmente convencidos de la medida. Y que practiquen con el ejemplo. Ni Domínguez ni su marido tienen WhatsApp y el Facebook de uno de ellos es una exigencia profesional.

El ejemplo continúa: no hay que usar pantallas en presencia de los niños. "Cuando estoy con mis hijos, el teléfono suele estar en silencio. Si es una llamada urgente, procuro hacerla sin que estén ellos. Si a lo mejor estamos en el parque, me aparto. Pero nunca estoy mirando la pantalla con mis hijos delante. Cuando ven el móvil no les llama la atención porque no saben lo que hay ahí. Íñigo no tiene smartphone, tiene un móvil para llamar y enviar SMS", explica.

Organizarse sin móvil

Las pantallas están en todas partes. ¿Cómo se organiza una familia cuando no las usa? Hay que planificar cuidadosamente la agenda, tanto la del ocio como la del negocio. En este caso, de lunes a jueves, los niños van a extraescolares de música e idiomas, además de leer mucho, pintar y no saltarse una tarde de parque.

El fin de semana sí se ve la televisión, poca y de calidad, mejor con películas clásicas o taquillazos que ya son clásicos y siempre con la supervisión parental. Si hay que parar y explicar algo, se hace con tranquilidad. La publicidad está prohibida en esta casa: "Lo que intento cuidar al máximo es que no vean publicidad. Yo pongo esto: aquí empieza y aquí acaba. No pongo un vídeo de YouTube en el que salen cien mil cosas", explica.

Priorizar la vida real

Ya lo explicó Catherine L'Ecuyer en su libro 'Educar en el asombro'. Hay que poner el foco en las experiencias del mundo real porque es en el mundo real donde vamos a vivir y ser más o menos felices. Las pantallas ofrecen una falsa percepción de la realidad. "Quiero que mis hijos estén en contacto con la realidad, con la imagen real de las cosas, para desarrollar la vista en 3D y ver el color natural de las cosas", afirma Sole.

Además, la sobreestimulación tiene desafíos claros, según investigaciones recientes. Ensombrecen la capacidad de atención y prioriza las áreas del cerebro que nos hacen estar alerta. Es como si nuestra capacidad de defensa estuviera siempre dispuesta, lo que produce, por una parte, una necesidad constante de estímulos, y, al tiempo, una falta de concentración para disfrutar de ese mismo estímulo. Si ves algo así en tu familia, las prácticas de meditación, mindfulness o atención plena, yoga, tai chi o chi kung pueden ser muy beneficiosas porque hacen lo contrario: enfocar la atención en una sola cosa.

Los raros de la tribu

Cualquiera que se sale del mainstream va a ser calificado de 'raro' por el grupo. Ser el original del clan está bien en algunos entornos, pero suena mal cuando interaccionas con un número de gente que se rige por las convenciones. Y, además, somos seres gregarios, nos gusta pertenecer a un grupo porque nos da seguridad. Si a esto añadimos el concepto de "educar en la tribu" del filósofo José Antonio Marina, es evidente que la decisión de permanecer 'libres de pantallas' impacta en todo el grupo.

La postura de su familia con las pantallas ha llevado a Domínguez a tener que dar explicaciones sobre su desvinculación digital. "Me han dicho que voy en contra del progreso. ¿El progreso era esto?", se pregunta. Lo cierto es que esta familia sí se siente cuestionada, a veces de manera muy sutil. "Un ejemplo. Ayer mi hijo mayor me dice: 'Mamá, nos han puesto una canción en clase y uno de mis compañeros ha dicho que no le gustaba porque no tenía likes'. Le he tenido que explicar que las cosas te gustan o no, en función de una serie de parámetros más sutiles, distintos del criterio numérico, y sobre todo que las cosas no son me gusta o no, sino me gusta por esto o lo otro", afirma.

¿Qué pasa cuando las pantallas sustituyen al cuaderno?

Este es quizá uno de los mayores escollos para vivir en un entorno libre de pantallas. Muchos colegios han hecho del portátil o de la tablet el instrumento fundamental de su modelo educativo. Y cuando son pequeños, algunos centros empiezan a familiarizar a los niños en el uso del ordenador a través de los videojuegos, otra actividad vedada en el hogar de los Domínguez.

¿Hay indicios de que se vaya a poner coto? "En el cole no hay ninguna regulación, pero bueno, los profesores antes fumaban también en clase y yo tenía profesores que pegaban. La sociedad va avanzando y creo que en algún momento se regulará también el tiempo de exposición y los contenidos, porque estás a expensas de lo que quiera el profesor o el cuidador", asegura.

¿Si el móvil es útil, cuándo tendrán móvil?

A ningún padre se le escapa la utilidad de un móvil cuando los hijos empiezan a ejercer cierta independencia. En esa edad en que aún no son mayores, pero comienzan a manejarse en su ocio o en su agenda escolar, poder localizarles con el móvil es tranquilizador.

Los hijos de Sole e Íñigo son aún pequeños. Pero la edad del primer móvil se va acercando. Los 12 años, coincidiendo con el paso a la enseñanza Secundaria, es la edad habitual en España. Los expertos explican que, llegado ese momento, mejor un teléfono básico, sin conexión a internet, algo difícil de 'colarle' al preadolescente imbuido en marcas y modelos, y en plena competencia con los amigos.

El famoso FOMO

La familia Domínguez lo tiene aquí complicado, pero intentará esperar hasta los 18. "Mi deseo sería que mis hijos no tuviesen móvil hasta los 18 años. Igual que no pueden tomar alcohol. Un móvil es un mecanismo de adicción: a los videojuegos, a las redes sociales, capaz de provocar ansiedad. Me parece que es un aparato demasiado poderoso para que un menor de edad disponga de algo tan complejo donde tiene acceso a todo tipo de contenidos", argumenta.

No es extraño que esta madre tenga una posición tan beligerante en contra del móvil: "le quitas a un chaval de 16 años el móvil y su reacción es como un yonqui cuando le quitan la droga”, asegura. Parece exagerado, pero algunos expertos ya hablan de la adicción a saber y estar siempre disponibles para el mundo digital. Se llama FOMO (Fear of Missing Out) o miedo a perderse algo de lo que pasa entre pantallas.