Las redes sociales se han convertido en el termómetro emocional de la cuarentena. Y ese termómetro parece haber dictado sentencia respecto a cómo es la convivencia intensiva y el (intento de) teletrabajo con niños en casa: misión imposible, retratan esos memes de niños atados en el suelo y madres sentadas "teletrabajando" en una versión caricaturizada. Las dificultades son evidentes: vivimos una pandemia, la incertidumbre sanitaria y económica se han instalado con nosotros en casa y a muchos la tragedia les toca de cerca con la pérdida de seres queridos o de trabajo; otros además están debutando en el trabajo doméstico y de cuidados. "¿Acaso estoy viviendo en estos días lo que verdaderamente significa ser madre?", se preguntaba la fotógrafa Alejandra Leyva desde The New York Times con un fotorreportaje sobre la "maternidad y sus contradicciones" en tiempos de cuarentena. "En estas jornadas en las que he sido madre a tiempo completo, mi hija y yo hemos vivido muchas emociones en un día o incluso en una hora", escribe. Y en ese abanico emocional hay espacio para aspectos no tan desquiciantes.
De repente, ha aparecido algo nuevo para muchos: tiempo para disfrutar de la compañía y la convivencia que la imposición de los ritmos productivos imposibles han dificultado hasta ahora. Una cara positiva de la situación que reflejaba Flavita Banana con su viñeta Cómo dos semanas compensaron tantos años, capturando ese espíritu que también han manifestado algunos padres en sus redes. "Me he quejado muchas veces de pasar el confinamiento con tres críos pequeños, sin poder vaguear, leer, alimentarme de comida basura, ver pelis... Pero la verdad es que cuantos más días pasan más agradezco su alegre presencia y más me reconforta no estar sola #tuitÑoño", escribía Carolina del Olmo, filósofa y autora de ¿Dónde está mi tribu? (Ed. Clave Intelectual).
En el mismo hilo contestaba Gonzalo Donaire, padre de dos niños de cuatro y seis años: "Lo único más duro que pasar el confinamiento con niños es pasarlo sin niños". Ni infierno ni paraíso, como pintan los memes, explica por teléfono Gonzalo a Uppers desde Bruselas, donde trabaja desde hace seis meses como asistente parlamentario. "Por un lado es muy guay pasar este tiempo juntos y por otro es difícil", comenta matizando que su situación actual "no es la más representativa con el conjunto de la sociedad: tengo una pareja estable, vivimos en una casa con un pequeño jardín al que salir con nuestros hijos -en Bélgica sí está permitido salir con ellos a la calle además-; nada que ver con cómo estábamos en Madrid hace unos meses, una ciudad con mayor densidad de población donde vivíamos en un piso y tenía un trabajo que podría haberse visto comprometido más fácilmente". No obstante, su reflexión le ha llevado al mismo lugar que otros tantos padres estos días: la necesidad de "reconciliar y entrecruzar más la vida reproductiva y la productiva, que ha tenido más peso hasta ahora".
El hijo mayor de Gonzalo ha empezado este año primero de primaria y él cuenta cómo poder "reconectar con sus estudios gracias a la teledocencia ha sido uno de los placeres más grandes de estos días (y también una paliza por el desgaste de la atención absoluta). Empieza a tener un desarrollo curricular que cuando lo entregas en la puerta del colegio no conoces. Es guay poder vivir estos momentos con mis seres más queridos y lo es también poder poner en valor gracias a esto el trabajo de atención a la infancia".
"Yo no puedo estar más encantada de tener a mi hija en casa", cuenta Belén G., profesora de yoga y madre de una joven de 13 años. "Es verdad que hay momentos en los que me gustaría estar sola, mi hija es adolescente, no es totalmente independiente y me tengo que ocupar de ella. Pero la verdad es que a mí me está sirviendo de terapia total, estamos llevando la convivencia con mucha armonía. Estar con mi hija y mi trabajo, que ahora he adaptado a clases online, es lo que me está salvando de la locura esta cuarentena".
"Los aspectos positivos son muchos: poder disfrutar de pasar tiempo con nuestros hijos, compartir juegos, cariños y contagiarnos de su alegría inconsciente en estos tiempos difíciles", expone Berta Pinilla, psiquiatra y terapeuta en Grupo Doctor Oliveros, y madre de una niña de tres años. "Sin duda nos ayudan a abstraernos de esta dramática situación. Lo difícil es compatibilizar su, en ocasiones absorbente compañía, con nuestro trabajo y nuestra necesidad de un espacio personal", explica. "Tenemos que hacer el esfuerzo de tratarnos con compresión, porque todos estamos sufriendo esta situación, niños y padres".
Como apunta Berta Pinilla, ese tiempo con niños no solo puede convertirse en una experiencia rica compartida con la que conocerse y disfrutarse, también es un lugar de refugio y alegría. "Es absolutamente reconfortante", dice Gonzalo. "Creo que esa idea de vanagloriarse tanto de hacer actividades lucrativas, como poder estar tirado viendo algo o ver una exposición virtual, denota el monopolio adultocéntrico del esparcimiento social y el ocio en el que habitualmente se olvidan tanto a las personas dependientes como a los niños". Un olvido de este grupo de ciudadanos menores de edad que muchos padres denuncian como generalizado durante esta crisis. "Estoy muy decepcionado por cómo se está gestionando en España la respuesta respecto a los niños, están siendo obviados", cuenta Gonzalo. "Tenemos pendiente la tarea de incorporar a las personas dependientes y niños en esas dos esferas de lo productivo y lo reproductivo, me gustaría que no fueran dos esferas aisladas sino espacios mestizos", relata como aprendizaje a incorporar tras la cuarentena. "No pasa nada por hacer una videoconferencia de trabajo con niños, que eso sea lo normal".
"Los niños están sufriendo mucho con esta situación. Aparecen conductas regresivas, aumentan las rabietas, la ansiedad, los miedos, las dificultades para dormir, y no es otra cosa que la expresión de su malestar", señala la psiquiatra y terapeuta. "Nosotros como adultos debemos mostrar que nos gusta estar con ellos, que nos aportan, que nos hacen sentir felices y ofrecerles la contención que necesitan para su estabilidad". En su caso personal, Pinilla expresa la dificultad para mantener su espacio de trabajo en casa estos días: "Tengo una niña de tres años y en ocasiones resulta muy complicado hacerle entender que su mamá no está siempre disponible. Es muy pequeña para poder entender eso y ponerlo por encima de sus necesidades de juego, de atención, de cariño. A cambio, trato que los espacios que sean para ella, lo sean de verdad y ofrecerle a la madre que ella necesita. Esos momentos de conexión son, sin duda, lo mejor de cada día".
Belén y su hija, que entre semana se ha organizado la asistencia a clases virtuales dejando espacio también para hacer ejercicio y disfrutar de tiempo de ocio como hacía antes fuera de casa, se reservan un tiempo especial para hacer juntas planes apetecibles de interior los fines de semana. "Volcamos el tiempo y el aburrimiento en tratar de hacer cosas especiales. Preparamos comida que le gusta, nos arreglamos, ella se maquilla o se hace cositas en el pelo, se pinta las uñas… Aunque ambas tenemos nuestros vaivenes de humor, tratamos de relativizar y así lo llevamos bien". La posibilidad de que su hija pase parte del confinamiento con su padre, de quien está separada y comparte parte de la custodia, ha estado sobre la mesa. "Se echan mucho de menos el uno al otro y entiendo que él también lo esté pasando mal -yo lo estaría sin ella-, pero al final hemos decidido que esté conmigo hasta que a esto se le vea el final porque él , por trabajo, sale más; es duro para ambos y tendremos que adaptarnos a lo que venga, pero de momento, pudiendo disfrutar la una de la otra en casa estamos muy bien".