Luis Enrique (54) y Sonia (49) llevan juntos 13 años; no tienen hijos. El pasado septiembre, ella le convenció a él de que adoptaran una mascota. Acudieron a una protectora de animales y terminaron llevándose a casa a Ada y John, dos preciosos gatitos. "Contribuyó la pandemia", dice Luis Enrique. "Por el teletrabajo, pasábamos más tiempo en casa. Eso te anima. No iban a estar muchas horas solos".
Estos dos madrileños son de las muchas personas que en los últimos meses se han decidido a acoger en su hogar animales de compañía. En su caso, por primera vez. En la crisis del covid las adopciones se han disparado, generando un fenómeno al que en el mundo anglosajón denominan pandemic pet, o mascotas de pandemia. Algunos estudios, como el realizado por investigadores de la Universidad de Hong Kong, cifran ese incremento en un 250%, tomando como fuente las búsquedas en Google relativas a "adopción de mascotas" en comparación con el mismo periodo de 2019.
Otro estudio, publicado en Nature en noviembre de 2020, sostiene que "a medida que el aislamiento social se hizo más estricto durante la pandemia, el interés en la adopción de perros y la tasa de adopción aumentaron significativamente". Lo sustenta con datos: en Israel, antes del confinamiento el promedio de solicitudes de adopción era de 31,1 al día; durante el encierro total, la media de solicitudes diarias fue de 111,3; a partir de la apertura gradual (en mayo), se presentaron 73 solicitudes cada día. En España, tras la salida del confinamiento la adopción aumentó en un 37,6%, según el Registro Informático Valenciano de Identificación Animal (RIVIA). Por otro lado, el 32% de los españoles mayores de 52 años tiene mascota, lo que les sitúa como el segundo colectivo, después de los millennials, con más animales.
Varias razones confluyen en la relación de la pandemia con el auge de adopciones de mascotas. "Como hay más teletrabajo, hay personas que se dan cuenta de que pasan más tiempo en casa y les apetece tener un animal de compañía. Pueden dedicarle más tiempo. Es una forma de distracción", dice Carmen Castro, psicóloga experta en terapia con animales y miembro de Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
"Aparte de eso —prosigue Castro—, en los días en que no se podía salir a la calle si no era para pasear animales, hubo personas que lo aprovecharon como recurso para hacer ejercicio físico y como método de evasión mental". Durante la pandemia, mucha gente se ha sentido sola. Y por algo a estos animales se les llama "de compañía". "Sobre todo es algo emocional, afectivo", añade la terapeuta. "Ha ayudado a sobrellevar esa nostalgia de cercanía de seres queridos. Muchas veces, cuando estamos nerviosos (esto nos ha afectado anímicamente), el acariciar a un animal, o incluso hablar con él, aunque solo sea para decir: ‘Venga, te preparo la comida’, contribuye a la relajación, baja el ritmo cardiaco… Te sientes más acompañado".
A excepción de un conejo (él) y una tortuga (ella), que durante corto tiempo amenizaron sus respectivas infancias, ni Luis Enrique ni Sonia habían convivido con animales antes. Cuando ella planteó la adopción, él confiesa que se mostró reticente. "Al principio no quería. Me dijo: ‘Vamos solo a verlos’. Respondí: ‘Vale, coge una cita; vamos a mirar nada más’. Me gustan los animales, pero no entendía que debían formar parte de mi intimidad", alega este simpático abogado, por otra parte gran amante de la naturaleza y su fauna.
Pero fue poner un pie en el centro de acogida y embelesarse. Advirtiendo que eran neófitos en la materia, y que a veces pasaban largas horas fuera de casa, los responsables de la protectora les aconsejaron que, en vez de un gato, se llevaran dos. "Así podían jugar entre ellos", dice Sonia. La entrada de Ada y John en su casa trastocó la paz imperante que tanto gusta al ordenado Luis Enrique.
"Se creó un conflicto", admite él. "Hay que saber convivir con los animales. Al principio no fue fácil. Rompen, arañan cosas, muerden… Han estropeado cosas, bastantes: te puedo hacer una lista. Muerden los cables… Le gusta mucho tirar las cosas. La pata del sofá la han utilizado de rascador; la tengo tapada con una manta para que no se vea".
Luis Enrique parece describir un campo de batalla, analogía con cierto fundamento: las estanterías del salón, pobladas de libros, lucían ribeteadas de docenas de soldaditos de juguete… Además de la naturaleza, la Historia y las grandes batallas constituyen otra de las pasiones de este polifacético madrileño. Entre risas de Sonia, Luis Enrique nos relata las bajas que los gatos causaban entre el diminuto ejército. "Imagina cuatro kilos de peso recorriéndote las estanterías y tirándote todo. En plan pánzer. Te pone un poco nervioso. ¡Algunos soldaditos murieron en combate!", protesta.
Una vez asumidas las irreparables pérdidas castrenses, Luis Enrique empezó a ver el lado positivo de la gatuna compañía. "Aportan mucho cariño, ¡y muchos pelos!", bromea. "En invierno se te ponen en el regazo y es como tener una manta". Sonia lo ratifica: "Dan mucha compañía. Te buscan. Los días que vamos a trabajar, por la tarde están más nerviosos. A mí me equilibran. Su presencia me calma. Notas que se alegran de verte cuando llegas del trabajo. A veces las personas no lo exteriorizan".
Ahora Luis Enrique comparte gustoso su espacio…, incluso en la cama. "Tienes que aprender a compartir. Las noches plácidas de siete u ocho horas durmiendo se han acabado. Te muerden los pies. Otra opción es cerrar la puerta, pero no les gusta". Sirva un ejemplo para mostrar su actual satisfacción: su foto de perfil de WhatsApp es una imagen de John repantigado en el hueco del lavabo. Cada vez que sale a comprarles comida, vuelve con algún juguetito para ellos. Les habla. "Te entienden perfectamente, pero no les da la gana de hacerte caso". Está encantado.
No es extraño que esta pareja esté experimentando gratificantes sensaciones con sus dos felinos. Para empezar, la edad madura encaja bien con la acogida de animales. "A partir de los 50 es un buen momento —asegura la psicóloga—, porque las personas a esas edad son más centradas y conscientes de que implica una responsabilidad. Asumen que tienen que cuidarles".
Los beneficios que aporta la compañía cuadrúpeda a los uppers son diversos. "Es muy bueno a nivel social, psicólogico y físico", afirma la experta. "Las circunstancias vitales no son las mismas que en la juventud. Puede que los hijos ya no estén en el hogar, perciban el nido vacío, la casa se les quede grande, salgan menos… Tener a un perro te obliga salir, incluso a hacer nuevas amistades. Siempre te encuentras con otros dueños de perros y terminas hablando. Se crean grupos de WhatsApp para salir a la misma hora o hacer quedadas. Hay personas mayores que recuperan el salir a hacer deporte: cogen a su perro y se ponen a correr o a caminar todos los días. Otras, tras la jubilación, han dejado de sentirse útiles. Con una mascota ven que son capaces de tener una responsabilidad, que pueden cuidar de otro ser vivo y eso sube la autoestima".
Como subraya Luis Enrique, "Ada y John han tenido la suerte de caer en un hogar donde les mimamos mucho. Y se quieren mucho entre ellos". Ahora este matrimonio se enfrenta (también por primera vez) a un dilema: en pleno verano, deben supeditar sus vacaciones a las necesidades de la recién ampliada familia. "Aún no sabemos qué vamos a hacer con ellos", dicen. Hagan lo que hagan, seguro que sus lindos gatitos seguirán recibiendo todo el amor que Luis Enrique y Sonia les dan.