Las brechas intergeneracionales no son nuevas, pero si hay dos grupos generacionales que parecen condenados a no entenderse, esos son los Uppers (boomers) y los millennials. O lo que es lo mismo: los nacidos entre 1949 y 1968, durante el llamado baby boom que se vivió después de la Segunda Guerra Mundial, y sus hijos, aquellos nacidos entre 1981 y principios de la década de los 90.
Un solo vistazo a las redes sociales nos deja ver con total claridad las grandes diferencias entre ambas generaciones. Los primeros acusan a los segundos, día sí y día también, de ser débiles, vagos y pusilánimes. Los tachan de “ofendiditos”, de infantiles y maleducados, y critican su modo de vida recordando que ellos, a su edad, ya tenían tanto hijos, como trabajo y casa propia.
Los segundos, por su parte, enarbolan ese “ok, boomer” que tan popular se ha hecho en los últimos años para burlarse y defenderse de los estereotipos que los mayores les cuelgan encima y replican que los boomers, además de ser prácticamente la única generación que ha vivido en tiempos de prosperidad económica y, por tanto, con mayores facilidades y esperanzas, son los culpables tanto de las crisis financieras que hemos vivido en las últimas décadas como del grave problema climático que amenaza con destruir la vida tal y como la conocemos.
Para los millennials, la precariedad laboral, los bajos salarios y los problemas de vivienda son una consecuencia directa de las decisiones de sus predecesores, que, aún encima, critican todas y cada una de sus decisiones. Para los boomers, los problemas de los millennials son consecuencia de su falta de trabajo e interés.
Este choque generacional, además de despertar grandes discusiones ideológicas, también puede apreciarse en cosas mucho más sencillas y cotidianas, del día a día. Un ejemplo: el uso de los teléfonos móviles. Mientras que los boomers tienen la costumbre de utilizar el móvil para hacer llamadas, los millennials prefieren comunicarse con mensajes de texto a través de whatsapp o de las redes sociales como Instagram, Twitter o Facebook. Otro: los métodos de pago. O, siendo más específicos, el uso de efectivo o tarjeta.
Según un reciente análisis elaborado por BBVA Data & Analytics en base al uso de las tarjetas de BBVA, los españoles menores de 35 años realizan el 80% de sus transacciones con tarjeta, mientras que solo un 20% de las operaciones que realizan corresponde a retiradas de efectivo en cajeros.
Estos datos, que se publicaron en 2019, coinciden con las conclusiones del informe “El uso del efectivo y sus determinantes”, un documento elaborado en 2018 por BBVA Research que recogía que los jóvenes realizaban un 44% menos de retiradas en efectivo que la media de la población española, mientras que los mayores de 60 retiraban un 33,2% más de efectivo que el resto.
Esta tendencia, de acuerdo a los datos de la investigación, es más acusada en las grandes poblaciones, donde un 83,7% de las transacciones que realizan los millennials se hacen con tarjeta. Además, en los últimos años las retiradas de efectivo se han reducido un 7,2 puntos en las grandes ciudades, siendo Vizcaya, Madrid y Barcelona las provincias en las que más se paga con tarjeta.
Esta preferencia por la tarjeta frente al efectivo viene motivada por varios factores, como la penetración de las tecnologías digitales, el aumento de las compras online o los avances en la regulación de los medios de pago, que han permitido reducir las comisiones que debían pagarse en los comercios al realizar compras con tarjeta.
De cara al futuro, el informe del BBVA apuntaba que el uso de efectivo seguiría reduciéndose en favor de la tarjeta, pero la pandemia del coronavirus parece haber acelerado este cambio.
Así lo revela la última “Encuesta nacional sobre el uso del efectivo” realizada por el Banco de España (BdE), en la que se pone de manifiesto que en 2020 las tarjetas superaron por primera vez a los billetes y monedas como opción de pago preferida de los españoles. Así, según esta encuesta, durante el pasado año un 54,1% de la población decidió realizar sus compras con tarjeta, mientras que solo un 35,9% se decantó por el efectivo.
En este sentido, las personas con edades comprendidas entre los 25 y los 44 años son las que sienten una mayor preferencia por la tarjeta. O lo que es lo mismo: los millennials. En el extremo opuesto se encuentran, en cambio, las personas mayores de 64 años y, curiosamente, los jóvenes con edades entre los 18 y los 24 años, es decir, la llamada generación Z. No obstante, todos los grupos de edades han reducido sus preferencias respecto al efectivo en 2020. Así, y a pesar de que la generación Z todavía abraza los billetes y monedas, está previsto que este cambio se mantenga en el futuro próximo. ¿Será este el fin del dinero en efectivo?