Íbamos a 'volver a casa' por Navidad. Parecía que con casi el 80% de la población vacunada, estas serían las fiestas del reencuentro. Pero el coronavirus sigue poniéndolo todo patas arriba. Ahora, la variante ómicrom es la que está haciendo que muchas celebraciones familiares tengan que adaptarse o suspenderse, y que otras se celebren con ausencias o bajo la sombra de la pérdida. El psicólogo Guillermo Fouce, profesor de psicología en la Universidad Complutense de Madrid, presidente de Psicología Sin Fronteras y coordinador del área de Salud y Consumo del ayuntamiento de Getafe, sabe de primera mano lo que esto significa. Perdió a sus padres por covid en la primera ola y sufrió la enfermedad en su peor expresión: intubado en un hospital. Esta será la segunda Navidad en la que en su mesa haya dos sillas vacías.
Dejar una silla vacía en la mesa familiar puede ser una metáfora emocional. Pero también puede ser una puesta en escena literal que conlleve algo simbólico y, según algunos profesionales, incluso terapéutico. "Curiosamente, la silla vacía es una técnica que empleamos en psicología del duelo para precisamente poder decirle a la persona que se ha ido todo lo que nos hubiese gustado decirle. La silla es un recuerdo de la persona y simboliza su ausencia y su presencia. Esa persona no puede estar, pero tiene su sitio reservado. De alguna manera está con nosotros, y, de alguna manera, podemos comunicarnos con ella, diciéndole lo que le diríamos si estuviésemos con ella. A veces también se puede hacer grabando mensajes... Hay varias maneras de mantener viva esa comunicación", afirma este profesional.
"Nos podemos dar permiso para estar tristes y para estar alegres, depende un poco de cómo lo lleve cada uno. Incluso podemos darnos permiso para sentir 'saudade', la palabra portuguesa que sirve para designar la sensación de estar a la vez triste y alegre. Nos podemos dar permiso para sentir la morriña del que se ha ido y la alegría también del recuerdo que nos aportó", explica Fouce, para quien experimentar ambos sentimientos "es hasta saludable". El psicólogo insiste en la necesidad de atravesar el duelo: "a las personas afectadas por la muerte de un familiar hay que decirles que se permitan vivir el duelo con sus altibajos. No todos los duelos son iguales, pero hay que plantearse que no es una enfermedad, es un proceso normal y los que acompañamos debemos tolerar sus necesidades y centrarnos en la persona afectada y en cómo ayudarla".
A veces, quienes acaban de perder a un ser querido no quieren participar en algunas celebraciones. ¿Qué podemos hacer en ese caso? "Hay que respetar la decisión y también explicar que hay momentos para todo, para la celebración y para el recogimiento. Lo único que podemos hacer es acompañar y estar disponibles".
"En mi opinión, sí es mejor dejar que los sentimientos fluyan. Cuando se está en una situación de duelo relativamente cercano, es mejor dejarse llevar por las emociones. Es verdad que hay personas que lo llevan demasiado lejos y se aíslan, pero es perfectamente respetable", señala este experto. Dejar que las emociones fluyan y que se exprese la mezcla de emociones, normalmente lo más frecuente en este tipo de situaciones, es, por tanto, lo más recomendable.
Si los sentimientos se estancan, la angustia, la tristeza o el desamparo pueden cronificarse. El dolor existe y puede hacer que tomemos decisiones equivocadas para escapar a ese dolor. "Lo primero que puede ocurrir es que tomemos atajos. Por atajos, me refiero a la medicación o incluso al alcohol en ciertos momentos. Bloquear una emoción es una cosa lógica, pero, al final, acabará saliendo". Para este profesional, la emoción puede salir en un momento inoportuno. "En un estado de duelo, tenemos validado o permitido estar triste o llorar. Si pasamos un duelo posterior a ese periodo 'permitido', es mucho más difícil y complicado superarlo. Tomar atajos tiene consecuencias. Si tomo pastillas para dormir, lograré dormir. Pero, a largo plazo, tendré el problema de las consecuencias de no haber expresado esa emoción y del efecto de la pastilla", advierte Fouce.
Cuando en nuestra mesa de Nochebuena o Navidad hay una silla vacía, imaginaria o no, ¿importa el tiempo? "Cuando ha pasado cierto tiempo, la pérdida se ha asimilado más y hay menos malestar emocional, aunque no depende solo del tiempo, depende de las circunstancias del fallecimiento, del nivel de relación que se tuviese, de si, por ejemplo, solo veías a esa persona en las Navidades, si para esa familia es una fecha especialmente marcada... Depende de varias cosas, pero, en principio, la variable tiempo es una variable que juega para que precisamente se reduzca la intensidad del duelo".
Normalmente el duelo suele durar un año. Para superarlo, entran en juego las circunstancias del fallecimiento y de cómo decidamos afrontarlo, pero ese primer año, al igual que las primeras veces en las que se nota la ausencia (el primer cumpleaños de la persona cuando ha fallecido, por ejemplo), es un aniversario difícil.
Aunque todos los miembros de la familia sientan la pérdida de uno de sus miembros, la pareja, el viudo o la viuda, suelen ser las personas con los sentimientos más a flor de piel. ¿Cómo debe responder el resto de la familia? "Fundamentalmente, con respeto y acompañamiento, estando allí, disponible para escuchar, disponible para apoyar y un poco para validar lo que esa persona vaya a hacer, evitando que se haga daño, que es lo único que debemos evitar. Una vez hecho eso, hay que respetar sus recuerdos y sus decisiones". Con esta pauta, según Fouce, conseguimos que haya un recuerdo positivo de quien se ha ido. "Se puede hablar de anécdotas del pasado e incluso reírnos, pensar en otras Navidades en las que pasó algo reseñable o fueron emotivas".
En la segunda Navidad de la pandemia, muchas sillas volverán a estar vacías, aunque las circunstancias sean menos dolorosas: cuarentenas, auto-confinamientos, convalecencias que aconsejan evitar las reuniones numerosas o, sencillamente, precaución ante otros proyectos, desde un viaje a una obligación ineludible. Las ausencias se viven de otra manera; sin embargo, también generan tristeza. "En esos casos -afirma este experto- son muy útiles las nuevas tecnologías. Además de la silla vacía, están los móviles, las tablets... En definitiva, todo lo que nos acerca y nos hace presentes a nuestros seres queridos. De esta manera, no están del todo ausentes".
Si la Navidad de 2020 fue la de la angustia; la de 2021 parece ser la de la frustración. Cuando parecía que la vacuna había normalizado nuestra forma de relacionarnos, las últimas cifras de contagio por la variante ómicrom han frustrado algunas reuniones familiares. Ya no son las fiestas del reencuentro. "Teníamos unas expectativas de superación, de pasar página y no se van a producir, sobre todo si la gente es responsable. Me temo que también hay situaciones de irresponsabilidad, lamentablemente. Es una situación extraña, nuevamente extraña, otra vez extraña", concluye.