Convivimos a diario con tantas personas durante tantas horas que pasamos por ello con el piloto automático, sin prestar atención. ¿Pero realmente lo hacemos de manera saludable? Y antes de eso: ¿sabemos convivir con nosotros mismos? Sobre estas dos preguntas se vertebra 'Convivir y compartir' (Grijalbo), el último libro de Laura Rojas-Marcos, psicoterapeuta, investigadora y conferenciante. Uppers ha hablado con esta psicóloga, elegida de manera recurrente como una de las 100 Mujeres Líderes e Influyentes de España, para quien la pandemia fue la oportunidad de reflexionar sobre las nuevas maneras de relacionarnos.
¿Qué significa para ti convivir bien?
Somos seres sociales y emocionales y necesitamos a los demás para poder sobrevivir, la convivencia es la capacidad o el arte de compartir, de comunicar, de respetar esos espacios… Sobre todo, compartir espacios, energías, sentimientos y compartir también los silencios. Saber compartir es un arte porque, al fin y al cabo, cada uno tenemos una personalidad, unas manías, unos aprendizajes y expectativas que, quieras o no, va a influenciar en esa forma de vivir. Compartir bien, de manera saludable, es algo que se aprende de pequeño. No obstante, me gustaría apuntar que aquellas personas que, por ejemplo, han crecido y se han desarrollado en un entorno no tan saludable también pueden aprender a convivir a querer intercambiar experiencias desde un lugar de seguridad, desde la confianza y, sobre todo, desde la serenidad.
Si queremos aprender a convivir, ¿qué es lo primero que tenemos que hacer?
Lo primero de todo, debemos saber que podemos decidir qué queremos compartir. Independientemente de la edad, cada uno tenemos un temperamento, nacemos con un carácter. Y nuestra personalidad se va desarrollando a partir del aprendizaje, de nuestra experiencia, de nuestro entorno, de cómo se va desarrollando nuestra autoestima. En toda convivencia hay conflictos y cómo se gestionan esos conflictos va a influir enormemente en la serenidad de la que hablábamos a la hora de compartir y de convivir. Las personas que ponen una resistencia en la convivencia y que no están contribuyendo a esa dinámica o a esa relación social de una manera constructiva o positiva, y son personas conflictivas que dicen 'esto es lo que hay', han tomado una decisión que tiene consecuencias.
¿A veces se confunde el 'yo soy así' con nuestros valores o principios?
Todos tenemos una serie de valores que son nuestros. Las personas que van en contra de sus propios valores entran en un profundo conflicto con ellos mismos y esto también puede ser causa de conflictos externos. El 'yo soy así' acorde a tus principios no quiere decir que a la hora de convivir no se tenga que cambiar. También tenemos que aprender a dar y recibir. Está relacionado con el principio de reciprocidad. Hay que saber compartir y saber, sobre todo, dónde están los límites. Y en esos límites está el saber decir que no y el saber decir que sí, no solo de dentro para fuera. Hay que saber ser asertivo de manera interna, con uno mismo. Esos límites, desarrollar una actitud asertiva no quiere decir ir con el no por delante. Siempre es mejor ir con el sí cuando no hacemos daño y está de acuerdo a nuestros principios. Somos seres territoriales y posesivos, nos gusta lo nuestro, nuestras tradiciones, y respetar esos espacios, tanto físicos como emocionales tiene un papel muy importante en la convivencia.
¿La convivencia debe ser 'inteligente'?
Dependiendo del entorno vamos a tener una u otra conducta, una determinada actitud. Como seres humanos somos sociables y asumimos que no nos comportamos igual con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros vecinos o con nuestra pareja. Cambiamos y eso es natural y positivo porque como seres adaptables es importante que nos adaptemos al entorno. Con los amigos, sobre todo si son buenos, podemos relajarnos más, y en el trabajo debemos marcar unos límites. Saber distinguir dónde estamos, con quién estamos y, sobre todo, decidir qué comportamiento y actitud llevar a cabo es una decisión personal relacionada con la coherencia. Yo trabajo mucho con la coherencia y por coherencia me refiero a que estén alineados lo que pienso, lo que siento y lo que hago. Ser coherente es muy importante no solo en nuestras relaciones de convivencia externas, sino especialmente con la relación de convivencia que tenemos con nosotros mismos, la interna.
¿Cómo debemos cultivar la convivencia con uno mismo?
Un ejercicio que hago con mis pacientes y también conmigo misma es ver las diferencias entre lo que quiero, lo que necesito y lo que debo hacer, desde la responsabilidad y el compromiso. Si conoces la diferencia entre lo que necesitas y lo que deseas, vas a descubrir que tienes muchas más cosas que quieres respecto a lo que necesitas. Ahí entra en juego el autoconocimiento, conocer tus fortalezas, tus debilidades, tus limitaciones, tus miedos… Hay miedos que nos salvan la vida y otros que nos atormentan. También hay que conocer los gustos propios. ¿A ti qué es lo que te gusta? ¿Qué te hace feliz? ¿Qué te interesa? ¿Por qué es importante esto? Porque la felicidad también está en las pequeñas cosas, sin juzgarlas, no hay que sentirse culpable por disfrutar de ellas.
Conocerse y aceptarse, por tanto, es fundamental para una convivencia inteligente con uno mismo. ¿Y con los otros?
Más que convivencia inteligente, hablaría quizá más bien de inteligencia emocional, inteligencia social, y consiste en aplicar la escucha activa, prestar atención, mostrar empatía y también asertividad, además de tener la capacidad de aplicar nuestras habilidades sociales… Cuando hablamos de convivencia siempre pensamos en la convivencia con otros, pero cuando escribí este libro me di cuenta de que faltaba algo porque tenemos tendencia a relacionarlo con lo externo, pero como terapeuta trato sobre todo la convivencia interna: si hay estabilidad, si hay serenidad, si hay coherencia, si uno tiene claro qué es lo que quiere y lo que no quiere, tus gustos, tus deberes, tus expectativas… Eso no siempre lo sabemos y forma parte del proceso de autoconocimiento. Es importante saber lo que no sé, lo que no tengo claro o lo que opino sobre algo al respecto. Debemos reflexionar sobre estos temas desde un lugar de calma, sin juzgar, sin entrar en juicios de valor para no caer en el juego de las tiranías de los 'debería' que da lugar a un diálogo interno muy destructivo.
En el eje familia-pareja, ¿a qué debemos estar atentos para garantizar una buena convivencia?
Primero hay que identificar los dos diferentes tipos de convivencia. Por un lado, están las personas que elegimos, donde entran los amigos y la pareja, y la pareja la elegimos mientras funciona bien. Los no-elegidos son todos los demás, empezando por uno mismo porque uno no se elige a sí mismo. Podemos elegir una serie de decisiones respecto a actitudes y comportamientos, incluso a objetivos. Pero ¿elegirnos a nosotros mismos? Se supone que venimos con lo que venimos y tenemos que trabajar con lo que tenemos. Podemos hacerlo con una actitud más positiva o negativa, pero somos los primeros no elegidos.
¿Qué es lo que marca la diferencia? ¿Cuáles son las claves para convivir bien?
Con una relación de intimidad, con más confianza, hay menos barreras. Ahora bien, cuando hablamos de esas claves, de los principios, los pilares que forman parte de una buena convivencia, señalaría diez que he aprendido como terapeuta. La más importante, a partir de la cual se van a desarrollar el resto, es la confianza, partiendo de uno mismo, esa es la autoconfianza. La confianza es lo que nos ayuda a poder construir o a poner límites y barreras. Después de la confianza, ya sea con una persona de confianza o no, elegida o no, lo más importante es el compromiso; después, la comunicación, la manera en la que nos comunicamos con los otros o con nosotros mismos es fundamental. ¿Qué tipo de diálogo o de palabras usamos para expresar nuestros sentimientos y nuestras frustraciones?
¿Qué otras claves destacas?
La cordialidad, ser cordial, independientemente de la confianza que tengas con esa persona. El refrán de que 'la confianza da asco', pues... puede llegar a darla. En la cordialidad entran los buenos modales, la amabilidad, la consideración, la diplomacia. También es importante la consideración, tener consideración con el otro. Y ahí es fundamental la empatía. Si tú tienes empatía y consideración, te estás poniendo en el lugar del otro, que no es sentir lo que siente el otro, sino tener en cuenta al otro.
¿Hay alguna actitud que destaques en una convivencia ejemplar?
La actitud de querer contribuir. Hay personas que quieren contribuir, aportar, participar. Eso de 'quiero poner un poquito de mí, mucho o poco, pero contribuir'. Ahí está el respeto, la consideración. Hasta los niños pueden contribuir al tener una pequeña responsabilidad como, por ejemplo, recoger los juguetes. Todo el mundo puede contribuir para generar sentido de pertenencia.
¿Crees que hay algunas actitudes que pueden empañar la convivencia?
La cultura latina es alegre y cariñosa, pero es también hay una cultura de queja. La actitud quejica está presente. Lo negativo está presente, se pone más atención a lo que falta que a lo que hay. Cuando en terapia le pido a alguien que diga algo bueno de alguien o de una situación, todo el mundo acaba con un ‘pero’. Yo lo llamo el Síndrome del pero y destruye todo lo positivo.
¿Cuáles son los 'asesinos' de la convivencia?
Lo peor es la agresividad. La violencia, la falta de respeto, la burla, la humillación… Todo eso para mí forma parte de la agresividad, ya sea verbal, no verbal. Eso paraliza a cualquiera. Allí donde haya agresividad no va a poder haber buena convivencia porque no hay confianza, hay miedo. También está, dentro de la comunicación, el chantaje emocional y las manipulaciones. Eso es veneno para cualquier convivencia. Y luego está, lo aprendí de Álex Rovira, está la excusitis, y eso está relacionado con la falta de compromiso. Hay personas que viven en la excepción de no poder asumir sus compromisos. Lo normal para ellos es romper sus compromisos y viven en la excepción. Ahí se rompe la confianza, no son coherentes ni consistentes y eso da lugar a muchos conflictos.
¿Hay un perfil de personas con tendencia a generar conflictos, a discutir?
Más que un perfil concreto, sí hay personas que necesitan el conflicto para reafirmarse, son personas que han crecido en un entorno de luchas de poder constantes en el que para poder conectar conectan desde el conflicto. A veces ocurre de manera inconsciente.
En el tema de la pareja, cuando alguien se separa es habitual que se hable de desgaste por la convivencia. ¿La convivencia desgasta o el amor se desgasta y lleva a una mala convivencia?
¿Qué viene antes el huevo o la gallina? Se puede argumentar las dos partes. A veces el amor se disipa o desaparece. El desamor existe. Pero también contribuye el estilo de convivencia. Hay gente que se relaja tanto que no tiene en consideración a la otra persona. También se da algo irremediable en todas las convivencias que son las rutinas. Las rutinas pueden llegar a ser monótonas, pero somos seres rutinarios e incluso nos gustan. El problema es la interpretación que le damos a eso: 'si me quisieras, no pasarías tanto tiempo con tus hermanos o tus amigos', por ejemplo. Y lo que sucede, sencillamente, es que el otro es un ser social que necesita socializar.
En el libro hablas de un concepto nuevo: Kama Muta. ¿Puedes explicarlo?
Kama Muta es un concepto sánscrito que estudió Alan Page Fisk, profesor de antropología de la Universidad de California. Algunos investigadores lo quieren añadir a las emociones fundamentales, que son la alegría, la tristeza, el asco, la ira y el miedo. Kama Muta es la emoción humana más intensa, ese momento en el que se te pone el vello de punta, se te saltan las lágrimas de emoción, de apreciación de belleza, ante una obra de arte o una pieza musical, o cuando eres testigo de un gesto de generosidad o de sorpresa.
Vivimos en una sociedad en la que aspiramos al bienestar, ¿pero no hay que preocuparse también por el 'bienser', el concepto acuñado por Pablo D’Ors?
Aquí entra en juego un concepto muy importante que es el de la generosidad y la conexión, el abrazo, con el otro. Pero no son rivales, se puede buscar el bienser y trabajar el bienestar, con los pies en la tierra, teniendo en cuenta que la vida es cambio, que el cambio es vida y que hay estrés. El estrés nos va a acompañar desde que nacemos y hasta que morimos y tenemos que desarrollar hábitos para vivir de acuerdo a nuestro propósito.