El verano es temporada de desplazamientos entre operaciones salida y retorno. Un exceso de vehículos en carretera que hace que durante estos meses aumente la presencia policial y los controles. Más allá de nuestra forma de conducir o de controlar el acelerador, hay otros puntos que quizá no tomamos tanto en cuenta y que son clave para nuestra seguridad como conductores, como la postura en la que nos sentamos ante el volante y los efectos que puede tener sobre la posición del cinturón de seguridad. Te hablamos del efecto submarino.
El cinturón de seguridad es de uso obligatorio y se ha demostrado por activa y por pasiva que salva vidas tanto en recorridos urbanos como en trayectos más largos. Sin embargo, su posición debe ser la correcta para que en caso de accidente el ocupante salga disparado.
De esta manera, la banda diagonal debe ir colocada por el centro de la clavícula, entre el hombro y el cuello, mientras que la horizontal justo por debajo del abdomen. Cuando nos lo ponemos debemos fijarnos en que no está retorcido por ninguna zona y que tampoco nos queda holgado en alguno de sus puntos, de ser así, ajústalo como es debido.
Y si la posición del cinturón de seguridad es importante, también la del asiento. Se debe mantener en un ángulo recto, sin demasiada inclinación, pues ello favorece el efecto submarino y que el cinturón no esté en la posición adecuado en caso de accidente.
Con esto, te seguirás preguntando de qué trata el efecto submarino del que hablamos. Este efecto se produce cuando tu cuerpo no está debidamente colocado y sujeto por el cinturón de seguridad, presiona el asiento hacia abajo y se desliza por debajo de la banda abdominal, explica la Dirección General de Tráfico (DGT).
En caso de accidente, se “aumenta el riesgo de chocar con el volante, el salpicadero o la parte baja del habitáculo”, exponen, pudiendo producirse lesiones en la espalda y la pelvis, así como la rotura de fémur o hemorragias internas de gran gravedad.
Durante el verano el efecto submarino se produce principalmente cuando volvemos de la playa y, por no quitarte el bañador húmedo, pones una toalla sobre el asiento para no mojarlo. Este gesto inocente hace que nuestro cuerpo se vaya deslizando sobre el asiento, cambiando nuestra posición por completo y poniéndonos en peligro en caso de un posible accidente de tráfico.