El invierno está aquí. Después de unos meses especialmente cálidos (según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET, octubre de 2022 fue el octubre más cálido de toda la serie histórica), el frío ha llegado a la península y los termómetros han empezado a descender a lo largo de todo el país.
La llegada del frío es sinónimo de cambio de armario. Tras unos meses de merecido descanso, llega el momento de poner el edredón y las mantas sobre la cama y de sacar los abrigos, guantes y bufandas del cajón. Adiós a los shorts y camisetas cortas, hola a las capas y capas de ropa. Sin embargo, cuando vayamos a coger el coche, tal vez debamos darle una vuelta a nuestra vestimenta. Y es que al igual que conducir con chanclas en verano puede provocarnos algún que otro problema con los agentes de tráfico, conducir con abrigo, especialmente si es grueso, guantes o botas gruesas también puede llegar a salirnos bastante caro.
Aunque es muy habitual que en los meses de invierno nos subamos al coche con el abrigo puesto, la realidad es que esta práctica no es nada recomendable, ya que puede poner en riesgo nuestra seguridad en la carretera.
Los abrigos, al igual que las chaquetas, chubasqueros y otras prendas de naturaleza semejante, pueden disminuir la movilidad en los brazos del conductor, impidiendo que pueda manejar correctamente el volante y dificultando, consecuentemente, sus maniobras. Además, estas prendas pueden generar una cámara de aire que, en caso de accidente, disminuiría la eficacia del cinturón de seguridad, aumentando el riesgo de sufrir lesiones de gravedad.
A pesar de que la Dirección General de Tráfico (DGT) no prohíbe expresamente conducir con abrigos y prendas semejantes, hacer uso de este tipo de vestimentas sí puede infringir con el Reglamento General de Circulación. En su artículo 18.1, esta normativa establece que el conductor está “obligado a mantener su propia libertad de movimientos, el campo necesario de visión y la atención permanente a la conducción, que garanticen su propia seguridad, la del resto de los ocupantes del vehículo y la de los demás usuarios de la vía”.
Como los abrigos, especialmente los gruesos, pueden mermar la movilidad de los conductores, los agentes de tráfico podrían llegar a interpretar que se está atentando contra esta norma e imponer multas de hasta 200 euros. Esta situación se repite con otras prendas típicas del invierno, como los guantes o las botas gruesas, que también podrían llegar a reducir la movilidad del conductor. Además, en el mismo artículo 18.1 también se establece que el conductor “deberá cuidar especialmente de mantener la posición adecuada y que la mantengan el resto de los pasajeros”, algo que tal vez no se llegue a cumplir si se lleva puesto un abrigo, ya que, al estar acolchados, podrían disminuir la eficacia de los cinturones de seguridad.
Para evitar posibles multas y mantener nuestra seguridad en la carretera, es recomendable desprenderse del abrigo y los guantes antes de arrancar el coche y encender la calefacción para combatir el frío. Aunque, eso sí, es aconsejable que mantengamos la temperatura del coche entre unos 20 y 23 grados para evitar que el calor pueda afectar a nuestra concentración y capacidad de reacción.