El coche eléctrico ya está aquí. Y, aunque todavía queda un largo camino por recorrer hasta que la totalidad de los coches que se vendan abandonen la gasolina o el diésel como combustible, nadie duda de que esta revolución es imparable. Está claro que el futuro es el coche eléctrico. Tarde más o menos. La duda, en todo caso, es cuándo comprarse uno.
¿Es este un buen momento para dejar atrás el motor de combustión aprovechando que vas a cambiar de coche? Para dar una respuesta hay que partir de la base de que actualmente los fabricantes no pueden cubrir la demanda de automóviles eléctricos por restricciones de componentes y materias primas. La crisis de los microchips aún no se ha solucionado y los precios siguen subiendo. Así que si quieres un eléctrico, ponte en lista de espera. Aunque antes convendría que tuvieras claro una serie de puntos:
Comprar un coche eléctrico implica un esfuerzo adicional al principio, porque son más caros. El más barato y básico en equipamiento (el Dacia Spring) está en 20.000 euros, y uno más o menos equiparable a un coche gasolina cuesta a partir de 40.000 euros. Si no puedes pagar al contado estudia qué letra puedes permitirte, considerando que el gasto mensual en gasolina o gasóleo se desplomaría al pasar a usar electricidad.
Valora si puedes optar a las ayudas a la compra y ten presente que podría tardar un año en beneficiarte de ellas. Ten en cuenta también que los precios van a seguir subiendo durante algún tiempo a causa de la inflación, así que no es una decisión que debas demorar mucho.
Hablando en plata, si no recorres más de 150 kilómetros al día prácticamente cualquier modelo actual puede servirte. Para cifras inferiores a 100 kilómetros al día los híbridos enchufables son muy interesantes también. Las baterías hay que dimensionarlas de acuerdo a las necesidades habituales realistas, y añadir un poquito más para lidiar con las diferencias de rendimiento estacionales.
Si es muy difícil que un día puntual hagamos más de 200 km, no necesitamos una autonomía de 500 km. Para las necesidades puntuales hay que evaluar cuánta autonomía se puede recuperar con una recarga rápida en tránsito, entendiendo como rápida al menos 50 kW.
Piensa que para unos pocos trayectos al año no pasa nada por estar 15, 30 o 45 minutos esperando a una recarga. Aprovecha para estirar las piernas y tomar algo. Solo tienes que cambiar el chip. Eso sí, necesitas planificar muy bien el viaje para evitar imprevistos. Improvisar con un eléctrico, a día de hoy, no es buena idea.
Si eres de los que no tiene la posibilidad de alquilar o comprar una plaza de garaje que se pueda electrificar ni una vivienda con fácil acceso a un enchufe, debes investigar los cargadores públicos de la zona, gratuitos o de pago. En función de tu estilo de vida y trayectos previsibles te puedes llegar a servir solo de ellos, aunque deberás estudiar qué potencia está disponible y cuánto tiempo necesitas para recargar con un uso habitual.
En energía, 10 kWh equivalen a 1 litro de gasolina o gasóleo. A 16 amperios y 230 voltios, lograremos una potencia máxima de 3,68 kW. Recorrer 100 kilómetros puede costar entre 15 y 20 kWh de energía. El coste del mantenimiento te parecerá ridículamente bajo según vayas haciendo kilómetros. En uso urbano y atascos, donde un térmico sube mucho su consumo, un eléctrico lo tira por los suelos. Lo que más penaliza a un eléctrico es ir a velocidad de autopista o por encima, pero aún así consume menos energía que un térmico.
Si tienes dudas sobre las prestaciones, debes saber que muchos modelos eléctricos son equivalentes a otros de motor de combustión con capacidad, maletero y prestaciones totalmente habituales, e incluso tienen potencias superiores a las que uno considera de uso normal. Piensa que el modelo que alcanza los 200 o 300 CV tiene el consumo de un mechero.