La lucha contra el cambio climático ha ampliado enormemente el mercado automovilístico. Si hasta hace unas décadas los automóviles estaban propulsados por combustibles fósiles (es decir, por diésel y gasolina), actualmente ya es posible encontrar soluciones alternativas mucho más ecológicas y sostenibles, como los vehículos eléctricos, los de hidrógeno o los que están propulsados por gas.
Dentro de este amplio abanico de soluciones alternativas, una de las más populares es el gas licuado de petróleo (GLP), también conocido como autogás, una mezcla de hidrocarburos ligeros compuesta en su gran mayoría por butano y propano que se obtiene mediante el proceso de refinamiento del crudo del petróleo y de la extracción de gas natural y petróleo del suelo.
Gracias a este proceso de obtención, el GLP puede reducir su impacto contaminante con respecto a otros combustibles fósiles, como el diésel o la gasolina. Según apuntan desde Mapfre, se calcula que el GLP emite un 15% menos de dióxido de carbono que la gasolina y alrededor de un 70% menos de óxidos de nitrógeno que el diésel. Además, al obtenerse del proceso de refinado del petróleo, su producción también resulta más sostenible a nivel medioambiental.
A pesar de ser un combustible fósil, los vehículos propulsados por GLP cuentan con la pegatina ECO, ya que sus emisiones son más reducidas. Asimismo, al tener una combustión más limpia, cuentan con la ventaja de tener un mantenimiento más sencillo que otros modelos, puesto que el motor no se desgasta tanto y el consumo de aceite se reduce.
Dentro de la gama de combustibles alternativos al diésel y la gasolina, el GLP es el más utilizado a nivel mundial. De hecho, se calcula que actualmente en Europa hay en torno a 15 millones de vehículos propulsados por este tipo de combustible y que en España hay aproximadamente unos 50.000.
Esta popularidad se explica, principalmente, por el precio que tiene este combustible, que resulta mucho más barato que el diésel o la gasolina. Según apuntan desde Mapfre, el precio del GLP suele situarse tres euros por debajo de la gasolina y algunos céntimos por debajo del diésel.
Sin embargo, y a pesar de las ventajas a nivel ecológico que estos vehículos ofrecen, antes de adquirir uno es importante que tengamos en cuenta que su precio de compra suele ser superior al de los vehículos tradicionales. En concreto, desde Mapfre señalan que los vehículos GLP suelen ser 1.500 euros más caros y que, además, el hecho de convertir un vehículo tradicional en un vehículo GLP supone un desembolso de hasta 2.000 euros.
Para que este desembolso inicial resulte rentable, es decir, para poder recuperar la inversión de este sobrecoste en un periodo relativamente corto de tiempo, desde la aseguradora calculan que los conductores deberían hacer entre 15.000 y 20.000 kilómetros anuales. Asimismo, recomiendan conducir este tipo de vehículos por las ciudades, ya que disponen de una mayor oferta de gasolineras con este carburante y se prestan a realizar trayectos más cortos, que contribuyen a un mayor consumo de combustible.