Ayrton Senna sigue siendo 30 años después de su muerte uno de los pilotos de Fórmula 1 más recordados de la historia tras ser campeón del mundo en tres ocasiones (1988, 1990 y 1991), además de subcampeón en 1989 y 1993, y tercero en 1987. Una auténtica leyenda que perdió la vida en un accidente cuando disputaba el Gran Premio de San Marino de 1994 que no solo vuelve a la actualidad por el aniversario de su muerte en unas semanas, sino porque uno de sus coches más emblemáticos sale a subasta.
Se trata del icónico Honda NSX rojo que se popularizó hace décadas gracias a una sesión de fotos que Senna protagonizó con el vehículo en la que el piloto lo mojaba con la manguera. No se conocen exactamente los detalles de la venta de este vehículo, aunque sí que se sabe que, tras 11 años en sus manos, el actual propietario del coche ha decidido retirarlo de su garaje.
Senna siempre tuvo un especial cariño por su deportivo japonés, incluso llegó a tener tres unidades de este modelo, que entones se caracterizaba por su diseño, pero sobre todo por su gran rendimiento sobre el asfalto. Un coche que se convirtió en un auténtico furor entre los amantes del motor que, ahora que sale a subasta el que perteneció al piloto, hará que su valor pueda aumentar considerablemente.
El Honda NSX que se va a subastar es uno matriculado en marzo de 1991 que, pese a las décadas, se mantiene en muy buen estado de conservación. No obstante, por el momento no se conocen demasiados detalles de la venta, que ha sido anunciada por una cuenta de Instagram que se dedica a divulgar aspectos relacionados con Ayrton Senna que sostiene que los detalles serán expuestos pronto.
Este modelo era de dos puertas con solo dos plazas en su interior, un Honda que la marca produjo entre los años 1990 y 2005. Entre sus características, posee un motor V6 de 2’7 litros capaz de ofrecer 274 CV de potencia, además de poder alcanzar los 265 kilómetros por hora y lograr acelerar de 0 a 100 kilómetros por hora en solo 5’5 segundos.
Su fallecimiento en 1994 en una curva del Gran Premio de San Marino, donde una varilla de la suspensión del vehículo le atravesó la visera del casco, causó una gran conmoción en el mundo, especialmente en su Brasil natal, donde se decretaron tres días de luto y se le celebró un funeral con honores de Estado al que acudieron en torno a un millón de personas.
Su muerte, junto con la de Ronald Ratzenberger, que murió un día antes durante la clasificación del mismo Gran Premio, abrió un debate en el mundo de la Fórmula 1 para incrementar la seguridad en las carreras, que en 30 años ha logrado una gran evolución.