Con la llegada del invierno y la bajada de las temperaturas, es más importante que nunca que extrememos nuestras precauciones al volante. Circular por una carretera encharcada, repleta de nieve o hielo reduce la adherencia de los neumáticos a la calzada y aumenta el riesgo de sufrir un accidente, sobre todo si se conduce con un vehículo en mal estado y no se cumplen con las normas de seguridad vial básicas.
Para evitar problemas en la carretera, en los días de tormenta y climatología extrema se recomienda evitar coger el coche lo máximo posible. Sin embargo, hay ocasiones en las que resulta inevitable, ya sea porque vivimos en una zona con un mal transporte público o porque vivimos muy lejos de nuestro trabajo. En estos casos, es fundamental que equipemos bien nuestro vehículo y, para ello, debemos resolver una de las mayores dudas del invierno: ¿es mejor llevar neumáticos de invierno o cadenas?
A pesar de que el uso de los neumáticos de invierno no esté muy extendido en nuestro país, principalmente por las diferencias climatológicas de nuestra geografía, este tipo de ruedas son especialmente recomendables siempre que se circule por zonas con una temperatura por debajo de los 7ºC, ya que la adherencia y flexibilidad de los neumáticos mixtos pueden verse muy reducidas en estos escenarios.
Este tipo de neumáticos se colocan cuando llega la época invernal y se quitan cuando las temperaturas vuelven a subir. Resistentes al frío, su principal ventaja es que permiten aumentar el agarre y reducir la distancia de frenada, disminuyendo así el riesgo de sufrir accidentes. Además, ofrecen una conducción más cómoda que las cadenas y sin límites de velocidad y pueden instalarse de forma sencilla en un taller.
No obstante, cuentan con la desventaja de tener una vida útil menor que la de un neumático tradicional y de ocupar un mayor espacio que las cadenas. La falta de uso, a su vez, puede disminuir sus prestaciones y en ocasiones requieren que se cambien las llantas de los vehículos para poder instalarse.
Las cadenas de nieve, por el contrario, suelen ser la opción predominante de los meses de invierno. Este tipo de cadenas mejoran el agarre de los vehículos en situaciones climatológicas adversas, pero, a diferencia de los neumáticos de invierno, solo pueden usarse de manera puntual, cuando vamos a circular por carreteras con hielo y nieve. Mantenerlas instaladas, además de estar prohibido, puede dañar tanto las ruedas como las suspensiones de nuestro coche, así que cada vez que la nieve o el hielo desaparezcan deberemos quitarlas y guardarlas.
A diferencia de los neumáticos de invierno, las cadenas de nieve apenas ocupan espacio y no se deterioran por la falta de uso. Sin embargo, cuentan con la desventaja de que deben instalarse y desinstalarse en función del estado de la carretera, lo que puede ponernos en un compromiso si las instalamos de manera incorrecta. Además, ofrecen una conducción más incómoda y son menos eficaces en las frenadas que las ruedas de invierno. De hecho, en ocasiones utilizar cadenas no impide que el coche patine, por lo que debemos limitar nuestra velocidad a 50 km/h siempre que las utilicemos.
Al instalarse sobre el eje motriz, las cadenas de nieve impiden que el coche se comporte de forma completamente plena y equilibrada. Asimismo, interfieren de forma negativa con sistemas de sistemas de seguridad como el ABS. A la hora de elegir las cadenas, además, debemos tener en cuenta los distintos tamaños que hay en el mercado y que no todos los vehículos pueden equiparlas.
Por todo ello, es recomendable que limitemos su uso para momentos en los que circulemos por zonas en las que haya exceso de nieve y hielo y que apostemos por los neumáticos de invierno, sobre todo si vivimos en zonas de bajas temperaturas.