El político Joseph Chamberlain afirmó en una oportunidad: “Ojalá vivas en tiempos interesantes”. Pues así es. Y mucho. Recientemente, la mítica fábrica italiana Maserati abrió, por primera vez, su Laboratorio de Innovación para un reducido grupo de periodistas. Allí pude ver los secretos de estos bólidos: la elección de sus colores en interior y exterior, cómo se esculpen sus perfiles con mimo aerodinámico o incluso qué hace que su motor suene de un modo tan preciso que aumente la producción de hormonas sexuales en hombres y mujeres, como señala un reciente estudio. Sí, sin duda vivimos en tiempos interesantes.
En la era de las baterías, los coches híbridos y con “mute incorporado”, el sonido de los motores de combustión interna, esa música para pistón, carburador y escape, se está perdiendo. Y tanta nostalgia hay por ese sonido que algunos fabricantes los han grabado para que se reproduzcan desde el sistema de audio. Algo así como el satisfyer en versión cuatro ruedas.
Fuimos paseando por todas las secciones, mientras un representante de Maserati nos explicaba cada detalle. Todo, con la tecnología de vanguardia a su servicio. En una de ellas utilizan realidad virtual para configurar el interior de los diferentes modelos, en otra visten con miles de sensores el vehículo buscando hacerlo cuanto más aerodinámico mejor y en otra más simulan, mediante un programa de inteligencia artificial y un sistema de muelles, decenas de condiciones en ruta para que nada falle.
Con todo, la más atractiva fue para mí la “cámara sinfónica”, es decir, donde se afinan los motores para que produzcan ese sonido único que tanto reconocen los amantes del motor. Tanto, que se ha patentado… o casi, porque, legalmentel un sonido (sea música, ruido o palabras), no se pueden patentar.
Esto no ocurre con los colores, como el lila de Milka, el magenta de T-Mobile, el azul de Tiffany o el marrón de UPS, todos ellos patentados y que nadie más debería usar. Pero Maserati encontró un modo de patentar su propia sinfonía: registrando los instrumentos que la tocan.
En el laboratorio de innovación me cuentan que el sonido único del motor del Maserati Quattroporte (el utilizado en el estudio científico mencionado al principio) se debe a múltiples factores o instrumentos.
Los diseñadores e ingenieros se han tenido que convertir también en ‘luthiers’ que deben tener en cuenta el perfil, grosor y medidas de los tubos, bielas y pistones que utilizan para la percusión. Calibran al milímetro el ajuste de tuercas y tornillos para ajustar los “vientos” de la orquesta y tensan los cables de frenos, cambios y dirección con el propósito de que las “cuerdas” acompañen los solos de motor.
A ello hay que sumar la disposición de los elementos: del mismo modo que un director de orquesta sabe dónde deben ir barítonos, sopranos y tenores, los luthiers de Maserati reconfiguran el corazón del vehículo para conseguir la armonía perfecta. ¿Quién determina lo que suena bien y lo que es ruido? A este exclusivo grupo acceden aquellos con más de 20 años de experiencia en la casa italiana que se encierran en un cuarto insonorizado con uno de los vehículos y le dejan hacer su magia.
La demora en el proceso de combustión, los graves y los metálicos y hasta el eco, dan la clave para saber si se va por el camino correcto. Y todo esto ha sido patentado. Pero hay más.
El sonido no solo debe escucharse por fuera. En el interior, los arpegios también deben ser únicos. Por ello se cuidan detalles como el grosor y la calidad de los materiales (piel, acero, cerámica, cristal) usados en las puertas y salpicadero. El propósito es que la música suene igual para quienes la oyen a cielo abierto que para quienes están en los asientos.
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