El coche eléctrico es el futuro, y ese futuro está cada vez más cerca. El pasado miércoles 14 de junio, la Comisión Europea presentó un nuevo paquete de medidas para avanzar en su lucha contra el cambio climático en el que se incluía el cese de la comercialización de los coches de combustión, es decir, de todos los propulsados por diésel, gasolina, gas e híbridos a partir de 2035.
Esta propuesta, que llega meses después de que los líderes de la UE se comprometieran a reducir sus emisiones contaminantes en un 55% en comparación con los niveles de 1990 para poder alcanzar la neutralidad climática en 2050, todavía debe ser aprobada tanto por el Parlamento Europeo y por los países miembros pero, de llegar a materializarse, supondría el fin de los vehículos que emplean combustibles fósiles. Y es que a pesar de que la normativa no prohíbe la circulación de los modelos que ya estén en activo, los cálculos apuntan a que de cara a 2050 ya no quedará ningún coche de combustión en las calles y carreteras europeas.
Con esta medida, Bruselas, que también planea subir el precio de los combustibles fósiles e instalar sendos puntos de carga tanto para los vehículos eléctricos como para los que utilizan hidrógeno, da un paso en frente en su transición hacia una movilidad cero emisiones, un tipo de transporte en el que el coche eléctrico será uno de los grandes protagonistas.
Sin embargo, y a pesar de que este tipo de vehículos están llamados a ser el futuro de Europa, todavía son muchos los conductores que los rechazan. Según los datos de ANFAC, la asociación española de fabricantes, actualmente la cuota de mercado de los coches eléctricos en nuestro país se sitúa en torno a un 2%, un porcentaje que se traduce en 2.002 matriculaciones en el mes de julio.
Detrás de estas cifras, hay, por supuesto, muchos motivos, pero uno de los factores que más influye en este recelo es el precio de este tipo de automóviles, bastante más alto que el de los modelos convencionales. En concreto, se habla de una diferencia de precio de entre 5.000 y 15.000 euros, dependiendo del modelo que queramos. No obstante, esta diferencia de precio se puede compensar con otra serie de ventajas económicas.
Además de librarnos del coste de combustible, comprar un coche eléctrico nos permite ahorrarnos muchos gastos de mantenimiento. Y es que en comparación con los modelos convencionales, este tipo de automóviles ofrece un mantenimiento mucho más barato.
Esto se debe, principalmente, a la simpleza de su diseño. Los vehículos de combustión de toda la vida son una maquinaria realmente compleja. Según los datos de Peugeot, en su interior hay en torno a 30.000 piezas que son susceptibles al paso del tiempo y que debemos revisar periódicamente para poder disfrutar de una conducción segura y apacible. Además, para evitar el envejecimiento prematuro, es necesario que cada cierto tiempo se cambie el filtro de aceite, de combustible y de aire, así como el propio aceite, con el correspondiente gasto que esto implica.
En los modelos eléctricos, en cambio, este número de piezas se reduce considerablemente, ya que son vehículos mucho más sencillos. En concreto, en el caso de los vehículos del grupo PSA, esta cifra se reduce en un 60%, lo que, a su vez, implica un ahorro del 30%. Al contar con una configuración más sencilla, la inversión en mantenimiento se reduce, algo que se hace especialmente notorio en el motor.
Mientras que el motor de los vehículos convencionales es un aparato sensible lleno de piezas susceptibles al desgaste, el motor de un coche eléctrico es simple, esquemático, y cuenta con tan solo una pieza móvil: el rotor, lo que implica que es menos susceptible a sufrir averías.
Otro detalle importante es que no tiene piezas como el embrague, las bujías, los calentadores o las correas, es decir, elementos con una vida útil determinada que hay que cambiar periódicamente a lo largo de la vida de un coche convencional para poder circular con normalidad. A cambio, eso sí, cuenta con una batería de tracción, que también deberemos cuidar y cambiar cada cierto tiempo, aunque, si la cuidamos bien, esta pieza puede llegar a durar entre ocho y diez años.
De lo que sí que no se libran los eléctricos es de las revisiones en los neumáticos y los frenos, dos elementos clave para poder conducir con seguridad, así como del mantenimiento de los amortiguadores. Sin embargo, los precios siguen siendo favorables para este tipo de vehículos.