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Desconectar con tu nieto: claves de experta para hacer que deje el móvil de una vez

  • Tras una época de confinamiento y comunicación a través de pantallas, toca volver a disfrutar, con cuidado, de la compañía de los nietos: ¿cómo conseguimos que dejen los dispositivos que han ganado terreno estos meses en detrimento del tiempo juntos?

  • Acordar los límites de uso junto a los padres y ofrecerles alternativas apetecibles, entre los consejos de la psicóloga infantil Laura Oliveros

Los datos que hablan de un aumento de vida frente a las pantallas durante el confinamiento no pillan por sorpresa. Un estudio de Smartme Analytics señalaba que el uso de smartphones incrementó en un 38,8% durante el estado de alarma. Esto afecta a los adultos, pero también a los niños y adolescentes, que se han iniciado a marcha forzada en el telecolegio y han consolidado la interacción con amigos y seres queridos a través de internet. Pero con buena parte del país ya desconfinada y de vacaciones, algunos de los hábitos que han tomado la avanzadilla durante estos meses se han instalado en mayor medida. Y ahí entra la preocupación de padres y abuelos respecto al uso (y abuso) que los menores puedan estar haciendo de estos dispositivos. ¿Cómo podemos identificar si se trata de un problema de adicción? ¿Y cómo volver a reconectar juntos tras este tiempo de excesos? La psicóloga infantil Laura Oliveros, de Psigo, nos da algunas claves.

Primer paso: identificar si estamos ante un problema de adicción

Ni demonizar el consumo de internet ni ponerlos en riesgo. La realidad es que el 63% de los niños entre nueve y 16 años dispone de un teléfono móvil y que el 91% de los niños de esa edad ya tiene un perfil en redes sociales. Y son varios los estudios que, como el que publicaba en 2019 la Universidad de Calgary, señalan los posibles efectos que ese mal uso de estos puede causar en el desarrollo de los menores: cuanta más exposición pasaban frente a las pantallas los niños de dos y tres años, peor era su desempeño al realizar tests de desarrollo entre los tres y cinco años. Como apunta la psicóloga Oliveros, además de los problemas de deterioro físico que esta forma de vida sedentaria desencadenaría, es importante poner el foco en la salud mental de los más pequeños.

"A nivel psicológico podemos considerar que hay un problema cuando notamos que los niños o adolescentes están desconectados de la familia, que responden de manera agresiva cuando reclamamos su participación en casa, cuando vemos que se aíslan y no quieren salir de casa para poder estar conectados o terminan de comer rápido y se levantan corriendo para volver a usar los dispositivos. O si al castigarlos sin uso se obsesionan con volver a cogerlos. En época escolar podemos detectar también si hay un problema de adicción cuando vemos que hacen todo más rápido y por encima con tal de volver a conectarse", explica la experta.

Segundo: ¿es el uso que hace adecuado para su edad?

"Si ahora mismo hay adicción conviene que, temporalmente, el uso sea cero. Si no, habrá que tener en cuenta el factor edad: dejarles que las usen más paulatinamente conforme esta avance. Un adolescente, por ejemplo, va a usar mucho más internet que un niño de ocho años porque lo usa para comunicarse con sus amigos", advierte la psicóloga.

¿Y qué cosas sí y cuáles no? Si el niño o adolescente usa los dispositivos con fines informativos, para fomentar algún ámbito de conocimiento o interés o juegos y apps productivos, señala Oliveros, no hay por qué alarmarse mientras que se haga con mesura. Con lo que hay que tener mucho cuidado porque no aportan nada más allá del chute de dopamina que puede resultar adictivo es "con esos juegos gratuitos que les van dando como monedas, copas, recompensas que al niño no le aportan nada", recuerda.

La importancia de los límites (y de darle alternativas)

El tercer consejo de la psicóloga pasa por marcar unas pautas consensuada entre padres y abuelos o educadores. ¿Cuántas horas al día vamos a permitirle usar la tablet? ¿Y en qué horario? La parte más difícil llega, como explica Laura Oliveros, con el propio compromiso de los adultos.

"Es importante que nadie ceda porque le de pena del niño. Si todos nos ponemos de acuerdo ellos van a entender que a determinada hora le toca o no usarla". Pero claro, no vale solo con la restricción: "A los niños hay que darles alternativas. Como se ha hecho toda la vida: ir al parque, llevarlos a jugar al aire libre, que vayan a casa de otros niños, que sus amiguitos vengan a la nuestra, leer, pintar o hacer juegos en familia". De esta forma conseguimos no frustrarle y acercarnos al objetivo: que dejen el teléfono en paz un rato.

Educar, el quid de la cuestión

Pueden interiorizar que hay normas, pero más conviene que interioricen aquello que quieremos que entiendan: por qué el abuso de los dispositivos no debe ser la norma y este se puede combinar con otras actividades y formas de disfrute. "La educación nos ayuda a que entiendan cómo usar las nuevas tecnologías y que hagan un buen uso de estas no solo cuando les están vigilando. En función de la edad del niño, adaptas el lenguaje", recuerda Oliveros. Y advierte: "Lo que trabajas con un niño no lo tienes que trabajar más tarde con un adolescente".

Y por último: control sí, pero bien explicado

Ya lo advertía la OCU con motivo del Día de Internet Seguro, usar apps y servicios de control parental es importante si queremos protegerlos. Qustodio, Tiempo de Uso o Family Link son algunas de ellas, que permiten fijar horarios de uso del móvil, recuperar el historial de llamadas y mensajes, bloquear determinadas apps o la pantalla desde el dispositivo del adulto en cualquier momento.

Sumada a la parte educacional y al propio ejemplo que abuelos y padres den con su uso, "conviene informarles de que en internet hay peligros y que lo que hacemos no es cotillear, sino vigilar con una intención de prevenir. Y explicando, con mensajes adaptados a su edad que este control es una de las condiciones para que puedan hacer uso y disfrute de los dispositivos: primero tienen que atender a sus cosas y obligaciones", concluye Oliveros.