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Màrius, hombre de 46 años: “Nunca pensé que mi bulto fuese un cáncer de mama”

  • Màrius Soler ha sobrevivido a su cáncer de mama; su objetivo ahora es dar visibilidad a esta enfermedad, que afecta a 1 varón por cada 100 mujeres, y recaudar fondos para la investigación

  • Por cada 100 mujeres afectadas, solo hay un varón, casi siempre mayor de 60 años.

  • El 19 de octubre se celebra el Día Mundial contra el cáncer de mama

El cáncer de Màrius Soler fue doblemente excepcional. Por un lado, por tratarse de un hombre. Por otro, por tener menos de 60 años, edad a la que empieza a ser algo más común el tumor de tejido mamario en varones. Fue en 2016. Màrius tenía entonces 46 años.

Por cada 100 mujeres afectadas, solo hay un varón, casi siempre mayor de 60 años. Como su perfil es tan poco habitual, cuando se notó un bulto en el pecho derecho, ni imaginó lo que vendría después. “Pensé que sería un nódulo de grasa y no le di la mínima importancia. Y seguí con mi vida de empresario, esposo y padre de Mario, Miquel y Mia”, cuenta.

Del doctor Google al ginecólogo

Aunque extraño, el cáncer de mama masculino ocurre y, sin saberlo, el tumor de Màrius fue avanzando y expandiéndose. “Consulté con el doctor Google y vi mil cosas que podían levantar cualquier sospecha, pero fue un dolor de costilla insufrible lo que me llevó por fin ir al médico de familia acompañado de mi mujer, Melania. Al observarme, se mostró muy preocupado por el aspecto de mi pezón derecho. Entonces visité al ginecólogo que ayudó a parir a nuestros tres hijos y enseguida vio de qué se trataba. Desde que lo palpé hasta ese momento, habían pasado más de cuatro meses”. Cuando le diagnosticaron, el tumor ya estaba en estadio IV, el más avanzado, y había producido metástasis en los huesos.

Uno de cada dos hombres sufrirá algún tipo de cáncer a lo largo de su vida. La amenaza está ahí, pero cuando uno escucha la palabra frente a frente con el médico, la cabeza ensordece. “El impacto de la noticia fue brutal. De repente, mi esperanza de vida se había reducido a cinco años. ¿Qué les diría a mis hijos, que entonces tenían 11, 8 y 4 años? Mi mujer y ellos eran mi gran preocupación, pero decidí que a la enfermedad se la mira a la cara y se habla de ella sin rodeos. La más pequeña no necesitaba saber más que papá no podía compartir algunos juegos, aunque mi gran dolor era no poder cogerla en brazos. Al mediano le hablamos de cáncer unido a esperanza. Y al mayor, más consciente de lo que estaba ocurriendo, le involucramos en una lucha en la que cada minuto vivo es importante, en una batalla por conseguir, no solo más vida, sino mejor calidad. Mi ritmo frenó en seco. Cedí el cargo en la empresa y me dediqué por completo a mi salud y a mi familia. Esa estadística que marcaba un límite en mi calendario vital había que romperla. En todo este proceso mi esposa es mi gran puntal”.

La detección precoz, fundamental

El testimonio de Màrius es el reflejo de la angustia que sufre el hombre al no encontrar sentido a lo que le ocurre y el miedo a una bestia desconocida que, afortunadamente, ha dejado de ser invencible. La supervivencia masculina en el cáncer de mama sería similar a la femenina si hubiera una detección precoz. En ellos, además, es más fácil de palpar, dado el menor tamaño de la glándula mamaria. La organización británica Breast Cancer Care marca unas señales que deberían servir de alerta: un engrosamiento en la mama o en el área de la axila, cambio en el tamaño o forma del pecho, hoyuelos o deformidades en la piel, un pezón que se hunde, descarga de líquido o picazón en el pezón o la aréola. Actuar a tiempo es decisivo para un buen pronóstico.

Màrius empezó su tratamiento en el Hospital de Barcelona. Debido a su metástasis, no le pudieron operar. El primer objetivo era reducir al mínimo posible el tumor principal y frenar la expansión. Afortunadamente, no tenía ningún órgano vital afectado. “Recibí 18 tandas de quimioterapia y 35 sesiones de radioterapia. Una vez agotadas las opciones terapéuticas, llegó un rayo de luz. Mi oncóloga, Esther Zamora, me habló de un nuevo tratamiento dirigido, llamado inhibidor de ciclinas, en el Hospital Clínic. Solo existía referencia en mujeres, pero acepté sin dudar”. En este centro público valoraron el caso y decidieron intentarlo, a pesar de que llegó en un estado muy delicado. Cáncer avanzado, dolor muy intenso y a punto de entrar en una fase que habría sido irreversible. No había otra alternativa, según Aleix Prat, responsable de Oncología de este centro.

Falta de financiación para el estudio de nuevas terapias

El responsable de esta mejoría es el 'palbociclib', un medicamento que impide la acción de ciertas proteínas y puede evitar la multiplicación de células cancerosas. “Lo que hace esta molécula es poner un palo en la rueda de la bicicleta haciendo que la célula deje de dividirse y consiguiendo que esta muchas veces muera”, ilustra Prat. En solo 15 días el tumor de Màrius ya había disminuido de forma considerable. Eso fue en mayo de 2018 y hoy está en fase de remisión. La respuesta no pudo ser mejor y las pruebas de imagen así lo atestiguan. Los efectos secundarios no son tan agresivos como los de la radioterapia, pero no se libra de molestias, como la fatiga crónica o las náuseas. Ahora se trata de ganar tiempo mientras avanzan los ensayos con inmunoterapia para contar, quizás en un par de años, con nuevas estrategias y otros fármacos.

El Hospital Clínic trabaja en un novedoso programa que se centra en la transferencia adoptiva de linfocitos T o terapia TIL en tumores sólidos, un tipo de terapia celular similar a las CART, que se están probando con éxito en leucemia linfática crónica gracias al Proyecto ARI, pero que en vez de modificar los linfocitos T, selecciona los linfocitos T antitumorales presentes en el tumor. El gran pesar de Màrius es la falta de fondos para la investigación y la ausencia de ventajas fiscales en las aportaciones privadas. Ahora que su enfermedad está en remisión absoluta, tiene un nuevo frente: reclamar recursos para el estudio de la enfermedad y dar visibilidad al cáncer de mama masculino. Con ese doble propósito creó, hace un año, Invi, la primera fundación de este tipo en nuestro país. Su mayor empeño es recaudar fondos para el programa TIL de inmunoterapia personalizada y avanzar en tratamientos individualizados que podrían cronificar la enfermedad.

Su cáncer ha remitido, pero la patología está presente. Su esfuerzo en la asociación le está sirviendo de terapia y le llena de satisfacción saber que puede ayudar a otras gentes que están pasando por lo mismo. “La enfermedad me ha enseñado la gran alegría que es despertar cada mañana y sentir el amor de mi gente. No puedo trabajar, ni conducir, pero puedo abrazar a mis seres queridos y esta es mi gran fortaleza”.

Caos emocional en la relación

Hay tres sentimientos que se repiten cuando nuestra pareja sufre cáncer, según Patrizia Bressanello, psicooncóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer:

  1. Aturdimiento. La reacción inicial suele ser de miedo, rabia e incertidumbre. Los acontecimientos (consultas, pruebas, ingresos y sobresaturación de ruidos e informaciones) abruman y saturan.
  2. Necesidad de empatizar. Superado el primer impacto, desea saber y entender el dolor físico y psicológico de su pareja. El sentimiento más común es frustración.
  3. Inseguridad. Va a tener que encarar situaciones que desconoce. Necesita recursos para saber cómo ayudar sin molestar, remedios para aliviar su dolor o aplacar la pena.

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