Pasión por los dardos: “Es un veneno que se te mete dentro y no hay manera de sacarlo”

  • Hay quien lleva tirando a la diana toda la vida y quien ha entrado en este juego a los 50. Se empieza en el pub y se termina compitiendo por toda España

  • “Es un mundo muy bonito. Te permite conocer mucha gente, viajar… Te diviertes. Es una manera de socializar”, afirma Roberto (54)

  • “Dedicarse a los dardos exclusivamente es muy complicado. En los grandes torneos, el ganador se lleva mil euros. Pero, claro, solo gana uno”, dice Ángel (45)

Roberto (54), funcionario bilbaíno, empezó a jugar a los dardos en 2018, con 50 años. Por diversas razones había vivido una temporada en Cantabria, y a su regreso a su barrio vizcaíno retomó el contacto con viejos amigos, aficionados a esta actividad. “Cuando jugaban, iba a verlos”, recuerda. “En el fondo de eso tratan los dardos: de estar con amigos y de buen rollo”.

Al poco tiempo, otro amigo, propietario de un bar, le contó que su equipo de dardos se había disuelto. “Me ofrecí a montarle uno nuevo, para lo cual recluté a mis amigos darderos. Estos me dijeron: ‘Vale, pero con la condición de que tú juegues con nosotros’. Respondí: ‘¡Pero si no sé jugar!’. Y me contestaron: ‘Pero ya aprenderás’. Acepté, dejando claro que mi meta era aprender, ayudar y divertirme. Les pareció perfecto. Todos los días, después de trabajar, iba a practicar”.

Quien más quien menos ha lanzado alguna vez unos dardos en un pub, pero hay quienes han ido un paso más allá y han convertido esta disciplina en una verdadera pasión a la que dedican el grueso de su tiempo libre. No solo compiten en el bar próximo a su casa, sino que se integran en equipos con los que participan en torneos por todo el país.

Pero para alcanzar cierto nivel, Roberto tuvo primero que aprender a jugar. “Al principio, el capitán de mi equipo, que lleva muchos años jugando, me decía: ‘Roberto, tira al 15’. Y a lo que él me decía, yo tiraba. Luego me explicaba el motivo y la táctica. Hay que fijarse mucho en los buenos jugadores. Sigo todo lo que se mueve por Facebook de campeonatos: es una manera también de aprender”.

Diferentes modalidades y dianas

La mecánica de juego es ciertamente original, pues el contador va hacia atrás. Lo explica Ángel (45), taxista madrileño: “Lo más habitual es la modalidad 500-1, en la que todos los jugadores empiezan con 500 y deben llegar a 0. Vas restando. Hay distintos niveles, según le destreza de los jugadores. Las partidas se quedan registradas, va todo por ordenador, y te coloca en el nivel que te corresponde. Los mejores deben llegar a 0 haciendo un doble: si le quedan 40 no puede hacer dos 20, sino dar al 20 doble. Hay cuadraditos que multiplican por 3 y otros por 2. También pueden cerrar en master out, haciendo doble o triple”.

Otros juegan a la versión cricket: “Entran en juego los números del 20 al 15 y debes dar tres veces a cada número, a todos ellos. Y luego a la diana también. Las partidas pueden ser individuales, por pareja o por equipos que suelen ser de cuatro”. Existen, además, dos tipos de dianas, de acero y de plástico. “Estas son las más usadas —añade Ángel—, pues funcionan a cambio de monedas y además están en los bares, lo que fomenta el consumo. Cada diana tiene su liga”. En función del fabricante, hay dianas Connection, Scorpion, Radikal…

Igual que existen variantes de juego, hay diferentes modos de lanzar los dardos. “Cada uno tiene una manera de tirar diferente: unos se ponen más cruzados, otros más de frente, otros estiran más el brazo, otros menos… Se busca la comodidad. Cuando empecé, apenas estiraba el brazo. Me decían: ‘¡Roberto, tienes que soltar ese muelle!”, recuerda el bilbaíno. “He visto tirar dardos de todas las maneras habidas y por haber”, coincide Ángel.

Hay dardos de distintas medidas y pesos. Tienes que ir probando y encontrar aquel con el que más a gusto te encuentras. Unos los cogen de la parte de delante, otros por atrás. Esto es como todos los deportes: cuanto más entrenes, mejor juegas. Aunque hay gente que tiene el don de la puntería”.

Ángel se inició “allá por 1997”, rememora. “Lo típico: en los pubs del barrio empezaron a verse dianas. Primero jugaba con los amiguetes; yo tendría 20 años. Poco después comenzó a comentarse que había una liga con equipos… Y así hasta hoy”. Ángel no se limita a jugar; se ha implicado en la difusión de este juego, que realiza a través de una página de Facebook y el canal de Twitch “jugadoresdedardos”, que tiene más de 2.500 seguidores. “El canal de Twitch lo creé hace año y medio, cuando estaba aburrido en la pandemia. Me llaman de muchos torneos para retransmitirlos. De paso, juego. Me pagan el viaje y la estancia y con eso me apaño”, dice.

Coinciden en que para impregnarse de veras en la magia de los dardos lo mejor es asomarse a uno de los campeonatos. Roberto: “El primer torneo al que fui se celebró en Lloret de Mar (tuvimos la suerte de ganar dos años seguidos la Liga), y fuimos a competir al internacional en Albacete. Fue una experiencia increíble. Hay que vivirlo para entenderlo. Imagínate 3.500 personas jugando en los salones de un complejo hotelero, repleto de dianas. Más, aparte, los acompañantes. Montan barras al efecto, mostradores con comida… Me llevé a mi hija de 14 años. Mi hijo de 19 ya juega en un equipo de dardos. Nos hemos aficionado casi a la vez”, señala Roberto.

Ganar dinero con los dardos

Aunque en las grandes competiciones hay premios en metálico, resulta complicado vivir solo de esto. “Pero puede constituir una buena ayuda, eso sí”, asegura Ángel. “Aquí en España solo tenemos un jugador profesional, José Justicia (Justi), de Alicante. Dedicarse a los dardos exclusivamente es muy complicado. En los buenos torneos, el ganador se lleva mil euros. Pero, claro, solo gana uno”.

Los dardos proporcionan otra recompensa, si bien no pecuniaria, sí igual o más gratificante: el hacer amigos. “Lo que principalmente me atrajo fue el ambiente y la gente que conoces. Gente sana. Te ves dos veces al año con personas de otros puntos de España… Es un veneno que se te mete dentro y ya no hay manera de sacarlo”, afirma Ángel, que le dedica un par de tardes a la semana (unas cuatro horas en total) en el bar y acude a campeonatos muchos fines de semana.

“Ahora vengo de un torneo en Málaga de viernes, sábado y domingo. Empezamos el viernes a las seis de la tarde y terminamos a las dos de la mañana; volvimos el sábado a las nueve de la mañana y concluimos a la una de la noche; y el domingo comenzamos a las nueve de la mañana y acabamos a las cuatro de la tarde. Son torneos grandes a los que va gente de toda España”. Por unos 60 euros es posible comprar una diana para practicar en casa. “Dardos sueltos los hay de 10 o 12 euros”, añade Roberto.

Otra de las bondades de los dardos es que se trata de un deporte en el que prima la deportividad. Dado que lo rige un marcador electrónico, no queda apenas espacio para la polémica. Y aun así, cuando el marcador falla, se impone el juego limpio. “Jugando en Almería, un rival acertó en el 20 triple y no sé por qué el marcador apuntó un 1. Me acerqué a la máquina y marqué el 20 triple. Me dijeron: ‘Pero si lo ha marcado la máquina’. Ya, pero si gano, me gusta ganar bien. La gente en este entorno es bastante correcta”, indica Roberto.

Este jugador anima a quien aún no se haya animado a lanzar unos dardos, que lo pruebe. “Es un mundo muy bonito. Te permite conocer mucha gente, viajar… Te diviertes. Es una manera de socializar. No es solo el juego: además de las partidas hay cenas, comidas… En los viajes aprovecho para visitar a otros amigos. Los grandes jugadores son muy cercanos: hablan contigo como si te conocieran de toda la vida. Es un juego que engancha”.