Lo malo de estar en la cima es que tarde o temprano toca bajar. Los tiempos de aquella ÑBA que dominó el baloncesto mundial y llegó a plantar cara a la temible Estados Unidos ya pasaron y hoy la selección española afronta el Eurobasket 2022 en pleno proceso de transición, con un equipo renovado que por primera vez en mucho tiempo no parte entre las favoritas. Pero frente ante la falta de experiencia de muchos jugadores y las apuestas adversas, España cuenta con un arma que en el pasado siempre ha sido decisiva: la pizarra de Sergio Scariolo, el entrenador más laureado de nuestra historia.
No sería la primera vez que el de Brescia, de 61 años, le da la vuelta a los malos augurios. Ya llegó al último Mundial de China con un equipo que generaba dudas y terminó disipándolas todas según fue avanzando el torneo, hasta levantar el título. Buena culpa la tuvo él, que supo guiar a sus jugadores y contagiarles el gen competitivo para superar tácticamente a rivales a priori superiores. Esas habilidades como líder de Scariolo serán más necesarias que nunca en un equipo del que también tendrán que tirar los hermanos Hernángomez y el eterno Rudy Fernández.
Si algo se ha ganado Scariolo desde que llegó al cargo de seleccionador por primera vez en 2009 es respeto. El italiano, con su pelo engominado y sus trajes impecables, se había labrado una reputación en el banquillo de clubes como el Tau (ganó una Copa), Real Madrid (una Liga) y Unicaja (una Liga y una Copa), pero cuando se hizo con los mandos del transatlántico español la exigencia era máxima. De la mano de Pau Gasol, Pepu Hernández y Aíto García Reneses habían llevado a España a lo más alto. Y Sergio la mantuvo allí arriba. En su primera etapa, de 2009 a 2012, consiguió dos oros europeos y una plata olímpica.
Tres años después, en 2015, Scariolo volvía a unir su camino al de la selección tras un nuevo paso por el banquillo del Baskonia, y lo hacía con sus tres pilares inquebrantables: táctica, gestión y dedicación. Tenía en su mano una difícil misión, la de conseguir que un equipo lleno de estrellas volviera a ser una familia. Lo consiguió. Junto con nuevos éxitos: Oro en el Eurobasket de 2015, bronce en los JJ.OO de Río 2016, bronce en el Eurobasket de 2017 y oro en el Mundial de 2019. Todo ello orquestando un sutil cambio generacional y de renovación dentro del equipo.
Además, Scariolo cruzó el charco y triunfó también como técnico asistente en los Toronto Raptors, logrando un anillo de la NBA. Como buen obseso del trabajo que es, actualmente compagina el cargo de seleccionador español con el de técnico del Virtus Pallacanestro Bologna, club en el que este año ha conquistado la primera EuroCup de la entidad italiana.
Más allá de los banquillos, Scariolo es un padre de familia modélico que compagina sus deberes domésticos con su trabajo y sus aficiones. Su esposa es la exjugadora de baloncesto Blanca Ares, con quien ya lleva 27 años juntos. Ella, una de las mejores jugadoras que ha dado España, tiene muy claro lo que le enamoró del italiano: “Su honradez y seriedad. Es muy honesto y solidario. Su confianza social. Son valores que enamoran más que un físico. Me da mucha paz, eso es lo importante, y toda la serenidad que cualquier mujer puede desear”, explicaba en 'Vanitatis'.
Ella era comentarista en Canal Plus tras haber dejado el baloncesto cuando le conoció: “No dejé que se me escapara. Somos muy parecidos y muy diferentes. Las personas que son iguales se aburren pero nosotros nos compensamos, ese es nuestro secreto", contaba. El orgullo de la pareja son sus hijos, Carlota y Alessandro, que también se dedica al baloncesto y que obtuvo el oro en el Europeo Sub-18 de 2019.
Entre las diversas ocupaciones de Scariolo al margen del baloncesto está la lucha contra el cáncer. Impulsó la Fundación Cesare Scariolo, llamada así en tributo a su padre, al que se llevó la leucemia, para ayudar a niños con enfermedades oncológicas. Cuando tiene tiempo le gusta salir a cenar con los amigos, le gusta el cine, la música ligera y Joaquín Sabina, y se confiesa un enamorado del mar de su querida Marbella, en la que ha vivido durante años.