En el fulgurante ascenso de Carlitos Alcaraz a la cima del tenis mundial ha habido una pieza clave que le ha marcado el camino, guiándole paso a paso desde el circuito Challenger hasta el número uno de la ATP: su entrenador y amigo Juan Carlos Ferrero. "Es mi segundo padre. Pudo entrenar a otros grandes jugadores, pero me eligió a mí", reconocía emocionado el de El Palmar nada más conquistar el US Open, el primer Grand Slam de lo que apunta a ser una larga serie.
El extenista de Ontiyent vio que Alcaraz era especial cuando solo tenía 12 o 13 años y se pasó por su academia, la JC Ferrero Equalite Sport Academy, ubicada en Villena (Comunidad Valenciana), un centro dedicado a formar a jóvenes promesas de la raqueta del que también ha surgido Pablo Carreño. "Era muy pequeño, pero ya todo el mundo hablaba de él y tenía todo lo que tiene ahora, pero en pequeño. Iba a la red, las dejadas, sonreía en la pista, se animaba un montón...", recuerda Ferrero.
Un par de años después pasó a implicarse personalmente en la formación del joven murciano, creando un equipo de trabajo a su alrededor que le diese confianza para trabajar sus puntos fuertes y sus debilidades. “Creo que el haber jugado y el haber tenido experiencias importantes en el circuito me ha ayudado a saber llevarlo de una forma bastante directa hacia donde queríamos. Está siendo un trabajo de mucho tiempo, de muchas horas, pero con este tipo de cosas vale la pena", explicaba Ferrero tras la conquista de Flushing Meadows.
La velocidad a la que Alcaraz ha quemado etapas es tan alta que con solo 19 años el pupilo ha superado ya al maestro. Ferrero, que ahora tiene 42 años, debutó en un torneo ATP en Casablanca en 1999 y protagonizó una carrera ascendente hasta que en 2003, precisamente también en el US Open, se convirtió en el segundo miembro de la 'Armada' masculina capaz de liderar el ranking ATP. Eso sí, la final de aquel torneo la perdió ante Andy Roddick.
Ferrero aguantó ocho semanas en lo más alto de la clasificación y nunca volvería a saborear ese éxito, pero en sus 14 años de profesional conquistó 16 títulos individuales, entre ellos un Roland Garros y tres títulos de la Copa Davis. Se retiró en 2012 con 32 años, pero siguió vinculado al tenis, descubriendo y formando talentos emergentes.
"Carlos es tal como se muestra, no tiene segunda personalidad. Se muestra con mucho carácter cuando escucha algo que no quiere oír, que casi siempre viene de mí, me llama el hombre del látigo", admitía el valenciano en la rueda de prensa de Nueva York. "Puede no gustarle y reaccionar, pero luego aprende. Es un chaval muy sencillo, humilde, y hay que trabajar para que siga siéndolo, porque estos cambios tan radicales nunca son fáciles", explica Ferrero. "Por supuesto, nadie es perfecto, Carlos tampoco. Va a tener siempre sus pequeños puntos débiles que son los que él tiene que saber y tiene que trabajar”, concluye.