La marcha de Karim Benzema del Real Madrid después de catorce temporadas para jugar sus últimos años como profesional en Arabia Saudí ratifica que la apuesta que está haciendo el país árabe por el fútbol va muy en serio. Tras la estrategia de atraer a estrellas veteranas del fútbol europeo subyace la intención de limpiar y fortalecer la imagen del país, pero por el camino está inflando una burbuja en el mundo del balón que puede desestabilizar al resto de competiciones.
A base de cantidades indecentes de dinero Arabia Saudí se propone reunir a los que han sido los mejores jugadores del mundo en los últimos años. El Al Ittihad le ha puesto a Benzema encima de la mesa 200 millones de euros libres de impuestos por dos años más una propiedad privada de su elección como prima, una oferta irrechazable. Más aún si tenemos en cuenta que en la actualidad el vigente Balón de Oro ganaba en el Real Madrid casi 15 millones de euros netos al año, una cifra nada despreciable pero a años luz de lo que ofrecen en el país árabe.
A Cristiano Ronaldo le convencieron tras su salida del Manchester United con un contrato de 202 millones de euros al año para jugar en las filas del Al Nassr. Se rumorea que a Leo Messi podrían llegar a pagarle 300 millones anuales en el Al-Hilal para que se olvide de regresar al Barcelona. Según OK Diario, al madridista Luka Modric le habrían ofrecido 120 millones de euros netos por tres años. Y jugadores como Sergio Busquets, Sergio Ramos o Jordi Alba también habrían sido tanteados por Riad.
Salarios inigualables en cualquier otra parte del mundo, capacidad de elegir la ciudad y el barrio en el que vivir, exención de impuestos, la totalidad de los derechos de imagen... las ventajas que ofrecen los saudíes no tienen parangón. Hasta el punto de que cualquiera podría preguntarse si no están perdiendo la cabeza. Nada más lejos de la realidad, porque en el fondo hay un plan para la Liga, el fútbol local e incluso el proyecto de país: una apertura al mundo del Gobierno saudí con el fútbol por bandera con la que ganarse la normalización internacional.
Porque tras albergar grandes eventos deportivos como el Gran Premio de la Fórmula 1, Supercopas nacionales o eventos de boxeo y de la WWE, Arabia Saudí ahora también quiere su Mundial de fútbol. De hecho, todas las estrellas que desembarquen en el país recibirán un extra como embajadores de la candidatura de Arabia Saudí a la Copa del Mundo de 2030.
Tras el éxito de Qatar, los dirigentes saudíes sueñan con organizar la cita de dentro de siete años, esa misma a la que también aspira la candidatura conjunta de España, Portugal y Marruecos. Por ello, necesitan demostrar su capacidad para albergar el evento. Y fichar a los mejores jugadores del mundo es una forma ideal de atraer la atención de la FIFA.
Otro de los objetivos que tiene reunir a tanta figura es conseguir armar un equipo de las estrellas capaz de enfrentarse a los mejores equipos europeos, del Manchester City al Real Madrid, pasando por el Bayern de Múnich o el Barcelona. Este año ya se organizó un partido que juntó a los mejores jugadores del Al Nassr y el Al Hilaj para enfrentarse al París Saint-Germain. El objetivo a medio plazo es convertir estos eventos en el equivalente de la Super Bowl en términos de cobertura mediática.
En Europa ya se empiezan a notar los efectos de esta estrategia. El Real Madrid ha perdido a su jugador más determinante de los últimos años y tendrá que trabajar rápido para rehacerse. Con cifras tan desorbitadas como las ofrecidas a Benzema el país saudí podrá llevarse prácticamente a quien quiera, y no necesariamente solo a jugadores en la recta final de sus carreras.
Muchos grandes futbolistas podrían irse al son de los seductores cantos de sirena saudíes, con el consiguiente perjuicio para las competiciones nacionales. FIFA y UEFA deberían permanecer atentas porque el fútbol parece dirigirse hacia un modelo en el que los clubes ya no compiten con otros clubes, sino con Estados.