¿Te gusta caminar descalzo por la playa, por el césped o incluso te atreves por sendas un poco más pedregosas? Entonces te gusta el grounding, una tendencia que ha aglutinado defensores y detractores casi a partes iguales en los últimos años, pero que poco a poco va encontrando evidencias científicas de lo mucho que nos puede aportar el planeta a través de nuestros pies.
Rubens García, especialista en movimiento y rehabilitación de la función de los pies, lo define de la manera más simple posible: “El grounding es la magia de descalzarse y sentir. Ni más, ni menos”. A partir de ahí, que cada uno se apunte a la teoría que más le convenza porque existen médicos que niegan cualquier tipo de influencia de la Tierra sobre nosotros por el mero contacto directo mientras otros defienden que es el modo idóneo para dar salida a las ondas electromagnéticas y las cargas que se generan en nuestro organismo. Su principal defensor y practicante durante los últimos 20 años es Clint Ober, un emprendedor americano que se ha dedicado las dos últimas décadas a estudiar de la mano de expertos la relación del contacto entre la Tierra y los seres humanos.
Tanto él como las conclusiones a las que ha llegado con sus estudios han cautivado a deportistas de élite como Luis Enrique (53), actual entrenador del PSG, o Lance Armstrong (51), ex ciclista profesional, así como a modelos (Miranda Kerr), actrices (Gwyneth Paltrow o Naomie Harris), actores (Chris Hemsworth, Woody Harrelson o Matthew McConaughey), cantantes (Chris Martin, Madonna) o presentadores (Oprah Winfrey).
Luis Enrique defiende el grounding como un medio de combatir el estrés y mejorar la concentración y lo pone en práctica de manera pública en los campos de entrenamiento allá donde esté trabajando. Se le ha visto, sin ir más lejos, caminando descalzo por el césped de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas cuando era seleccionador nacional e incluso durante el propio Mundial de Qatar. Armstrong iba un poco más allá que el asturiano, ya que ha reconocido que después de las carreras le ayudaba a recuperar más rápido dormir sobre el suelo, en contacto con la naturaleza.
Sea una moda o un paso hacia delante de la ciencia, lo que nadie puede negar es que el simple hecho de caminar descalzos en un lugar apropiado no va a perjudicar a nadie, con lo que si además hay quien encuentra beneficios, miel sobre hojuelas.
La explicación científica de lo que supuestamente nos aporta la Tierra se basa en la presencia de iones negativos y la transferencia de electrones entre el cuerpo humano y la Tierra. La Tierra tiene una carga eléctrica negativa debido a la interacción con la radiación solar, la actividad atmosférica y otros procesos naturales. Al tocar la Tierra se establece una diferencia de potencial eléctrico que permite la transferencia de electrones desde la Tierra al cuerpo humano. Se cree que estos electrones pueden neutralizar los radicales libres en el cuerpo, que son moléculas inestables relacionadas con el envejecimiento y la inflamación.
Estas reacciones químicas, a pesar de que queda mucho por estudiar y avanzar por parte de la comunidad científica, ayudaría a reducir el estrés oxidativo en el cuerpo, relacionado directamente con algunas enfermedades cardiovasculares y con el envejecimiento.
Sin ir tan lejos como apelar al grounding para paliar enfermedades, los que lo practican defienden que podemos emplearlo para circunstancias más mundanas como reducir el jet lag en un 70% con sólo media hora de paseo descalzo por la naturaleza, así como también ayudar a rebajar las migrañas y el estrés.
Pero el grounding no sólo está basado en la ciencia y en las reacciones químicas que se despiertan entre nuestro cuerpo y el planeta, sino también en la experiencia y en la relación íntima que durante toda la historia ha tenido el hombre con la Tierra. “El ser humano lleva descalzo toda su historia y esa manera de caminar descalzos es lo que nos ha posibilitado movernos como nos movemos y transmitir nuestra energía. Nuestros pies no son únicamente nuestra base de sustentación sino que son nuestro medio de contacto con la Tierra. Gran parte de nuestro cerebro está en las manos, en los pies, en los ojos y la boca. Hay muchísimas neuronas dedicadas únicamente a atender a lo que sienten los pies y por eso hay que estimularlos. Deben notar texturas, frío, calor… Hay que ser consciente de todo el cuerpo y los pies son una parte muy importante”, expica Víctor Téllez, especialista en entrenamiento contra el dolor.
En esta misma línea, y de la mano del grounding, están los que explican los beneficios que conlleva simplemente el hecho de caminar descalzos, liberando nuestros pies del corsé de los zapatos para que recuperen su forma natural y trabajen de una manera lógica y no condicionada por el calzado que les envuelve. Esta corriente es conocida como ‘barefooting’ y, aquí sí con el respaldo de la comunidad científica al completo, encontramos beneficios como el fortalecimiento de músculos y tendones, la mejora del equilibrio y la propiocepción, la estimulación de la circulación sanguínea y la corrección de la postura del cuerpo con un cambio de la pisada.
Cierto es que hay quien lleva al extremo el ‘barefooting’ y se prodiga descalzo por lugares que pueden conllevar riesgos más importantes que los beneficios que esta práctica reporta. De ahí que los expertos aconsejen liberar los pies, sí… pero con cabeza.