Arantxa Sánchez Vicario, en su partido más duro: "Saco adelante a mis hijos gracias al dinero que me dejan los amigos"

Mucho antes que Nadal estuvo Arantxa. La menor de los Sánchez Vicario supuso todo un soplo de aire fresco en el tenis femenino de los 80 y los 90 y enganchó a todo un país a sus épicas contiendas frente a leyendas como Steffi Graf o Martina Navratilova. Más que por lo que ganó, que fue bastante (tres Roland Garros y un Abierto de EEUU), enamoraba por su espíritu de lucha irreductible y ese '¡Vamos!' con el que se automotivaba y que después adoptaría el genio de Manacor. Arantxa amasó mucho dinero en las pistas. La WTA estima que unos 17 millones de dólares, cifra que podría elevarse a los 45 sumando patrocinios. Por eso hoy, a sus 51 años, impacta más verla en una situación económica tan difícil. "Saco adelante a mis hijos gracias al dinero que me dejan los amigos. Con eso voy tirando", se confiesa en una entrevista en 'El País'.

La extenista y su exmarido, Josep Santacana, afrontan esta semana el juicio por un supuesto delito de alzamiento de bienes por el cual la Fiscalía pide para ambos una condena de cuatro años de cárcel. La pareja habría ocultado su patrimonio para evitar que el Banco de Luxemburgo se cobrase una deuda de 7,5 millones de euros. Hace dos años, Arantxa asumió su responsabilidad, se mostró arrepentida y afirmó haber sido víctima de su exmarido. “Estaba enamorada. Confié en mi exmarido y me he visto inmersa en esta situación”, subraya la exdeportista, que se separó de Santacana en 2018 y vive con sus hijos en un piso de alquiler en Miami.

"Un esfuerzo económico brutal"

“Doy clases particulares de tenis y, en ocasiones, me contratan para ayudar en la organización de torneos, o como comentarista”, explica. La mitad de lo que ingresa va directamente a las arcas del Banco de Luxemburgo para enjugar la deuda. Ya ha entregado casi 1,9 millones, pero a costa de que apenas le alcance para mantener a sus hijos. “Estoy haciendo un esfuerzo económico brutal, que seguiré haciendo toda mi vida”, lamenta.

"Es muy injusto. Con lo que he ganado, no poder vivir del tenis es un golpe muy duro que no me esperaba. Mi error, como he dicho otras veces, fue enamorarme. Confié en la persona que tenía al lado, en mi marido, y me la jugó. No voy a tirar la toalla. No lo hice en la pista y no lo haré ahora. Estoy en una etapa dura de mi vida, pero el deporte me ha ayudado a enfrentarme a las adversidades, a ser fuerte y resiliente”, se autoafirma.

Refugiarse en la religión

En estos momentos de su vida, la deportista también se refugia en la religión: "Rezo a menudo. Y voy a poner una vela para que esto salga bien". Y también encuentra consuelo en sus dos hijos, Aranxta y Leo, de 14 y 11 años respectivamente. "Mi vida está volcada en ellos. Lo son todo para mí, son lo que me hace seguir adelante", añade.