Se supone que es ley de vida. El campeón veterano que se resiste a ceder su preciada corona. El aspirante más joven y con más hambre que llega dispuesto a echar la puerta abajo. El cambio de ciclo en el deporte siempre termina produciéndose de una forma u otra, aunque no siempre cuando se espera, o por quien se supone. El caso de Carlos Alcaraz es el más reciente ejemplo de ruptura de un status quo fuertemente establecido a manos del elegido de su generación, alguien que ha aprendido de lo realizado por sus antecesores, incorporado a su personalidad toda esa experiencia previa y dado un paso adelante.
La brillante victoria en Wimbledon ante Novak Djokovic, según los números el mejor tenista de la historia y último resistente del Big Three que ha dominado con puño de hierro el circuito ATP durante muchos años, tiene mucho de simbólico. Entre ellos ,16 años de diferencia, y la certeza de que el murciano es el principal referente de una nueva era que quizás acaba de empezar. "Es un jugador único. Nunca me he enfrentado a alguien como él (...) Tiene lo mejor de los tres mundos -en referencia a él mismo, Nadal y Federer-", admitía Nole tras la final, reconociendo por primera vez en un rival a su legítimo heredero. "Eres un jugador increíble y siempre has sido un espejo en el que me he mirado. Cuando nací, tú ya estabas ganando", le espetó Alcaraz al serbio. En realidad, no se trata de borrar lo anterior, sino de ser digno heredero de una antorcha que se va traspasando entre generaciones y, con suerte, tratar de dejar su propia marca. Veamos otros ejemplos históricos de relevo deportivo en distintos ámbitos:
En 1991 el gran dominador del Tour de Francia era el estadounidense Greg Lemond. En realidad, el americano tendría que haber sido el heredero natural de Bernard Hinault, el tirano absoluto de las grandes vueltas entre finales de los 70 y principios de los 80. Pero un grave accidente de caza en 1986, cuando ya había ganado su primera 'Grande Boucle', truncó su trayectoria. Sin embargo, y a pesar de tener el cuerpo lleno de perdigones, resucitó en 1989 para ganar de manera consecutiva otros dos Tours y un Mundial.
Lemond volvía a ser el principal favorito en la edición de 1991, y nuestro Perico volvía a apuntar como su máximo rival generacional, pero entonces apareció Miguel Indurain, con años de aprendizaje a la sombra de Delgado y que ya en 1990 había dado muestras de que algún día podía ganar la ronda francesa. En los Pirineos el navarro, que tenía 27 años, se lanzó a tumba abierta bajando el Tourmalet para dar un golpe de estado en el orden ciclista de la época. Aquel día se vistió de amarillo y, aunque entonces aún no lo sabíamos, comenzaría un reinado que duró cinco años. Lemond jamás volvería a ser el mismo tras aquella derrota y, aunque siguió en activo varios años más, no volvió a tener opción de pelear por el triunfo en el Tour.
Saltamos ahora a la Fórmula 1, un deporte dominado dictatorialmente durante los primeros años 2000 por Michael Schumacher. El kaiser había sido siete veces campeón del mundo cuando Fernando Alonso, entonces un joven emergente que venía dando muestras de una insultante calidad, se propuso acabar con la dictadura del piloto de Ferrari. Tenía a su disposición un coche muy fiable, el Renault de Flavio Briattore, aunque su verdadero rival por el título en 2005 no fue Michael, sino Kimi Raikkonen, ya que por primera vez en mucho tiempo la Scuderia presentó un coche poco competitivo.
Alonso hizo historia al convertirse en el primer español y el piloto más joven, con 24 años, en ser coronado campeón mundial de Fórmula 1, pero le quedó la espina de no haberlo ganado en un cara a cara de igual a igual con el alemán. Algo que ya sí ocurrió en 2006. Con un coche ligeramente inferior al Ferrari, el ovetense fue decantando el título a su favor remando a contracorriente y en una lucha apretadísima. Schumacher ya nunca conseguiría nunca su octavo título, aunque también es cierto que Alonso tampoco aumentaría su cuenta a pesar de mantenerse en la pelea durante muchos años más.
Retrocedamos varias décadas en el tiempo, hasta los años 60. En 1964 el campeón de los pesos pesados de boxeo era Sonny Liston, corona que ostentaba desde 1961. Era el boxeador más temido de la época. También fuera del cuadrilátero, donde había llegado a agredir a un policía, hecho que le hizo pasar seis meses en prisión. Sin embargo, en su carrera se cruzó un jovencísimo Cassius Clay de 22 años, un aspirante bocazas y poco ortodoxo al que los expertos no daban ninguna opción.
Ali representaba una nueva forma de boxear que no gustaba a los puristas, dejando de lado la tradicional postura de combate, con los brazos extendidos, moviéndose con la agilidad de un peso welter y golpeando fuerte cuando tocaba. Ya saben, 'pica como una abeja, vuela como una mariposa', frase que patentó precisamente en esta pelea. Contra todo pronóstico, Clay ganó al retirarse Liston en el séptimo asalto alegando molestias en el hombro. La realidad es que había recibido una buena tunda.
En la revancha, al año siguiente, Clay ya había cambiado su nombre por el de Muhammad Ali. La pelea duró solo minuto y medio, 104 segundos. El llamado 'golpe fantasma', que la mayoría del público no fue capaz de ver por lo rápido e inesperado del mismo, envió a Liston a la lona, donde presuntamente permaneció más de 10 segundos, por lo que el árbitro interrumpió el combate y proclamó ganador a Ali. Aquella decisión fue tan polémica que dio origen a numerosas teorías de la conspiración, desde que estaba todo amañado a que la mafia había obligado a Liston a perder. Sea como fuera, había comenzado la leyenda de Ali, una figura que fue mucho más allá del boxeo para convertirse en icono social y cultural.
En el fútbol español también tuvimos en los años 90 un claro caso de paso de la antorcha generacional. Emilio Butragueño, 'el Buitre', había sido el jugador español más popular de los años 80. Sus diabluras y regates imposibles enamoraron a todas una generación y llevaron a aquel Real Madrid liderado por un grupo de jugadores que llevaban su nombre, 'La Quinta del Buitre', a la cumbre con cinco Ligas consecutivas y una manera de jugar más moderna y atractiva.
En 1994 el 'Buitre' ya estaba en decadencia, pero el 29 de octubre, en un partido contra el Zaragoza, debutaba con solo 17 años quien terminaría siendo el heredero natural del 7 blanco. El entonces técnico, Jorge Valdano, había visto a Raúl González en las categorías inferiores y no tenía dudas. Ese chico tenía el gol en la sangre. Y no tardó en demostrarlo. No en aquel debut en el que falló varias ocasiones claras, pero sí una semana más tarde ante el Atlético de Madrid, cuando anotó el primero de sus 323 con la elástica blanca.
Raúl se metió a la afición en el bolsillo desde el primer momento y eso hizo más dulce la transición generacional. Aunque suene algo cruel, no dio tiempo a echar de menos a Butragueño. Curiosamente no llegaron a jugar juntos ningún partido oficial antes de la retirada definitiva del 'Buitre' en 1995. Raúl marcaría una época en el fútbol español, levantando tres Copas de Europa -la gran asignatura pendiente de la Quinta del Buitre- y convirtiéndose en un ídolo histórico del madridismo.
Terminamos con el baloncesto de los años 80. En la época en la que la NBA resurgió de su decadencia para convertirse en la competición más cool de la época gracias a la mítica rivalidad entre 'Magic' Johnson y Larry Bird. No es exagerado decir que aquel enfrentamiento obsesivo entre los Lakers y los Celtics salvó a la competición de la bancarrota. Durante aquellos años de lucha a brazo partido 'Magic' logró cinco anillos y Bird, tres. Nunca estuvo claro quién de los dos era mejor. Y eso fue lo mejor que les pudo pasar.
Pero en la cumbre de la popularidad de los dos astros ya despuntaba el que estaba llamado a discutirles el trono y rebasarles. Desde su primera campaña como novato en 1984 Michael Jordan ya sobresalía y se intuía que iba a dominar este deporte, pero le faltaba estar bien arropado por un equipo competitivo. Hasta en tres ocasiones fueron eliminados los Chicago Bulls por los 'Bad Boys' de los Pistons en los playoffs. Hasta que el 12 de junio de 1991, siete años después de su irrupción, Jordan por fin consiguió refrendar con el ansiado título lo que todo el mundo sabía, que era el mejor. A partir de ahí comenzaría una dinastía que llevó a los Bulls a conquistar seis anillos en ocho campañas, marcando a fuego la NBA de los años 90, de la misma forma que 'Magic' y Bird habían dominado los 80. Años después llegaría Kobe Bryant para definir el basket de los 2000, y después tomaría el testigo Lebron James, en un ejemplo de continuo relevo generacional en el que solo hay vencedores, no vencidos.